Recuerdo de los recuerdos

Carmen Sotillo habla a Mario, el marido en el ataúd. Repasa una vida a dos, y lo que se oye y se ve es un fresco del decenio del sesenta español. Secuelas de la guerra y de la posguerra que conformó una sociedad dividida, reprimida y temerosa, pobretona y apocada. También un espejo de la mujer de entonces, frustraciones, resquemor, hipocresías de conveniencia. Carmen pide «una gotita de inquisición, principios, religión» ante el marido cuya disidencia política le reprocha tanto como su tibieza con ella, «es que no me oyes?, ¿qué te cuesta mirarme?», reclama aún.

Lola Herrera (Valladolid, 1935) dosifica de sus vivencias un fraseo de puertas adentro que ella convierte en caligrafías del ademán doméstico. La actriz palpa, huele y paladea. Cruza las piernas, se sienta con las manos juntas en el regazo, se ciñe la chaqueta de punto (más del tiempo era la fiel 'rebequita'), acomoda el chal. Toquetea muebles descolocados, objetos, el pañuelo de las lágrimas. Con envidiable movilidad, voz controlada, pausas de alivio, frases en caída intencionada para los golpes humor de su viejo oficio… Esos gestos maquinales de los que hace una obra de arte.

Lleno. Entusiasmos. Recuerdo de época y del teatro de las palabras.