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Ha sido un año raro para todos y especialmente para instituciones como el Guggenheim, que viven de la capacidad de las personas. Llegarán a fin de año con un 30% de los visitantes esperados, después de haber estado con las puertas cerradas por el confinamiento ... durante un mes y medio, y con severas restricciones hasta hoy.
- Sitúese en el 14 de marzo. ¿Cómo reaccionaron?
- En los días anteriores ya habíamos notado un descenso de visitantes y preveíamos que algo podía pasar. Pero la situación era totalmente nueva. Cerrábamos al público pero teníamos que seguir trabajando porque el museo no sólo es lo que se ve, sino también la gestión, la conservación, los contactos con las instituciones con las que colaboras o que te han prestado obra, y el mantenimiento del propio edificio, entre otras cosas. Como tantos otros, los que trabajamos aquí tuvimos que empezar a hacerlo en casa, aunque teníamos algo de experiencia.
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- ¿En qué sentido?
- En los tres últimos años, hemos ido desarrollando un plan de transformación digital que también afecta a nuestra forma de trabajar. Estábamos utilizando Teams para compartir proyectos y para la coordinación de las diversas áreas del museo. Pero nada que ver con el uso en el confinamiento.
- El público extranjero supone el 70% de sus visitantes, el 20% procede del resto de España y el 10% del País Vasco. Ustedes viven de la movilidad, justamente lo que colapsó.
- Vimos que iba a tener un impacto muy fuerte en nuestra actividad. Hicimos un plan de ajuste, de emergencia, con la vista puesta en la reapertura de junio. Estimamos que la caída del año en cuanto a visitantes sería del 70% y en cuanto a ingresos en torno nueve millones. Planteamos una reducción de gastos de algo más de siete millones, lo que ha tocado a todas las áreas, incluida la programación. No queríamos que el gasto de este año fuera un lastre para el siguiente. Se acaban de inaugurar las exposiciones Olafur Eliasson, Lygia Clark y William Kentridge. Lo lógico fue mantenerlas durante todo el verano, y algunas más allá, para que hubiera tiempo de verlas y para ahorrar costes. La de Eliasson se ha podido mantener por la generosidad del artista, y otras por la de los prestadores. Otras se han tenido que cancelar por problemas de calendario. En general, la gente ha respondido.
- ¿Cómo han podido montar una exposición como la de Kandinsky, con fondos de Nueva York, con todas las restricciones y precauciones?
- También eso ha sido un proceso de aprendizaje. No hemos podido contar con la presencia física de las personas del Guggenheim de Nueva York. Las obras han tenido que viajar utilizando tecnología con GPS para tenerlas controladas. Ha sido una experiencia positiva.
exposición
- Hasta marzo habían pasado 128.000 personas; en junio fueron más de 8.000; en julio 37.000 y en agosto 53.000, con más del 50% de extranjeros. ¿Qué le dice esta evolución?
- Pensábamos que en julio y en agosto íbamos a tener como el 15% de visitantes y muy pocos extranjeros. Pero llegamos a estar al 40% de la ocupación que podría considerarse normal en algunos días. Luego en otoño nuestras estimaciones eran algo más optimistas de lo que ha pasado debido a las restricciones a la movilidad a partir de noviembre. Son cifras buenas no sólo por ellas mismas, sino también porque te dan confianza para la recuperación. Si en julio y agosto ha habido ese nivel de visitantes, te puedes imaginar lo que puede pasar cuando mejoren las condiciones. La gente tenía ganas de volver, le gusta acudir a las exposiciones y yo creo que las seguirá teniendo.
- ¿Cómo acabarán el año?
- Por encima de los 300.000 visitantes. Ayer (por el miércoles) me daban la cifra de que estábamos entre los 298.000 y los 299.000. Aun ahora, con límites hasta hace pocos días a la movilidad entre municipios, estamos teniendo una respuesta espectacular. La semana pasada entraron más 7.000 personas, forzosamente de Bilbao y de los municipios limítrofes hasta el 11 de diciembre. Es algo que hay que valorar.
- ¿Cómo piensa que evolucionará la pandemia? ¿Qué les dicen otros museos, operadores turísticos, etc.?
- De acuerdo con lo que oímos, pensamos que en octubre vamos a estar en una situación muy distinta a la de ahora. Nuestra previsión es que llegaremos a los 500.000 visitantes y que habrá dos mitades del año bastante diferenciadas. Un primer semestre por debajo de la mitad de lo que es normal y una segunda parte que estará por encima de la mitad. En el verano estaríamos en el 55%, en octubre llegaríamos al 65% y en diciembre, al 75%. Todo esto dependiendo de cómo se comporten la economía, las comunicaciones aéreas... Pero, bueno, esa es la foto que manejamos.
respuesta
- Acaban de presentar ante el patronato un plan estratégico. ¿Cómo se puede redactar un documento así ante tanta incertidumbre?
- No puedes proponer una visión a largo plazo, aunque sí puedes trabajar con la idea, modificable según las circunstancias, de que los próximos tres años van a tener dos fases, una de ajuste, que se prolongará hasta buena parte del año que viene, y una segunda de recuperación. En medio, tenemos en 2022 la celebración de los 25 años del museo. Esperemos que las dos cosas coincidan, la recuperación y el aniversario. El museo nació en un momento de crisis profunda y con vocación de ser un agente de transformación. Ahora, que atravesamos otra crisis, tiene que jugar el mismo papel. En 2023 esperemos que se consolide la recuperación y será el momento de pensar en los próximos diez años.
- ¿Qué plan estratégico tenía en mente antes y después de la pandemia?
- De 2009 a 2020 hemos tenido distintas prioridades. Primero nos centramos en la renovación del acuerdo con Nueva York. Luego pusimos el énfasis en fortalecer la parte curatorial y la programación artística. Más tarde nos concentramos en la educación y en los públicos, y en la última parte nos ha importado mucho la transformación digital. Nuestros retos de futuro son la sostenibilidad, la inclusión, seguir siendo un agente activo en la comunidad, reforzar la digitalización, la visibilidad de las mujeres... Son cuestiones que ya estaban antes de la pandemia y que con ella han cobrado mucha más fuerza y urgencia.
- ¿La ampliación del museo por la zona de Gernika?
- Sigue siendo un proyecto vigente. Además, no lo tenemos aparcado sino que internamente lo seguimos elaborando. Desde que se planteó en 2009 ha ido cambiando porque las circunstancias lo han hecho. Pero la idea de que esa ampliación nos permitiría hacer cosas que ahora no podemos sigue en pie. En este proyecto no somos autónomos y dependemos de un apoyo institucional que hoy por hoy no existe.
Aniversario
- El presupuesto para 2021 baja hasta los 24 millones, un 20% respecto a este año.
- Sí, aunque hemos dejado de ejecutar un 5% de 2020 para compensar la caída de ingresos, que también se equilibra con los dos millones de las instituciones para comprar obras de arte, utilizados para el funcionamiento del museo. Con la reducción de gastos y con estas medidas encaramos los nueve millones menos en los ingresos de los que habíamos previsto. La aportación de las instituciones será en principio la misma que el año pasado. Pero el dinero para comprar arte lo dedicaremos a este fin.
- El debate en los museos está en si tienen que volver a ser más locales y centrarse en su colección propia. ¿Qué le parece?
- Hay que distinguir lo que es coyuntural de lo que es estructural. La situación hace inviables grandes exposiciones de muchos prestamistas internacionales, lo que obliga a tirar más de la colección propia, que nosotros utilizaremos para una exposición con obras de Sigmar Polke y Yoko Ono, entre otros muchos. Seguramente no tendremos en 2021 tantos visitantes extranjeros como otros años. Pero esto es coyuntural. Algunos de mis colegas parecen hablar desde cierta visión distópica del futuro, desde un nostalgia de un pasado que no va a volver. No entiendo su catastrofismo. Cuando podamos, volveremos a viajar y a visitar museos porque nos gusta hacerlo. El Guggenheim nació para mejorar lo local, lo que se ha visto que no es incompatible con lo internacional.
- ¿Es una oposición falsa?
- Para la población que tiene, Euskadi tiene una programación cultural formidable, incluso ahora mismo, cuando nada es fácil. Si lo hemos conseguido es porque nos hemos abierto y hemos buscado a los visitantes de fuera. Sólo con los públicos locales no podríamos mantener las tres exposiciones que tenemos ahora. Estamos dentro de un ecosistema artístico y me parece fundamental proteger a los agentes artísticos, a los creadores, comisarios, etc. Pero no olvido lo que nos ha costado entrar en los circuitos turísticos, Hemos necesitado el esfuerzo de mucha gente para que los visitantes tengan hoteles para dormir, restaurantes para comer y tiendas para comprar, para que vean exposiciones de artistas que no son ni locales ni internacionales, sino universales. ¿Acaso Kandinsky no lo es?
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