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«Tenemos la necesidad de ir recobrando nuestras actividades, nuestra vida en común», expresó Mireia Zarate, presidenta de la Fundación Sabino Arana, en la entrega este domingo de unos premios que llevan 33 años señalando la excelencia en todos los campos. Fue casi una vuelta ... a la normalidad, aunque nadie se quitó la mascarilla en el Arriaga, ni los galardonados ni el público. Si el año pasado los Premios Sabino Arana se celebraron de manera virtual, en esta sexta ola de la pandemia las luces en penumbra del teatro bilbaíno reconfortaron a los invitados. «Los valores que subrayamos son el mejor antídoto para combatir y superar el bache emocional y anímico que puede provocar la pandemia», aseguró Mireia Zarate.
Valores encarnados en un sacerdote, un comunicador, un centro que forma cocineros, una asociación que lucha por la memoria, un club de balonmano y un barco que rescata migrantes a la deriva. Vascos que hacen país y que subieron al escenario del Arriaga en una gala presentada por la periodista Nerea Reparaz con interludios a cargo de Verdini Dantza Taldea, una compañía donostiarra con personas con síndrome de Down entre sus integrantes. En el patio de butacas, la plana mayor del Gobierno vasco con el lehendakari Iñigo Urkullu a la cabeza acompañado de los consejeros, la presidenta del Parlamento Bakartxo Tejeria, el alcalde de Bilbao Juan Mari Aburto, el diputado foral Unai Rementeria y los cuadros del PNV al completo.
Luis Ugalde forma parte del centenar de jesuitas vascos que entre 1916 y 1966 se fueron voluntarios a Venezuela, «un hermoso país hoy crucificado». Del caserío Moyua Torre de Bergara, donde cuidaba las vacas y guiaba la «itxula» (yunta) de los bueyes junto a sus siete hermanos, al barrio de La Pradera en Caracas, donde trata de escolarizar a los chavales para sacarlos de las calles. Aita Ugalde, de 83 años, ha sido superior de la Compañía de Jesús en Venezuela, rector de la misma universidad que antes le había expulsado, escritor y columnista con una treintena de libros publicados y un incansable activista social que cree en la educación por encima de todo.
«Por ser cura en campos seculares unos me han atacado y otros me han llamado polifacético», confiesa este sacerdote «que se fue de casa hace 65 años». El clericalismo, sostiene, es tan perjudicial para la sociedad como el militarismo, «pues lleva a la abusiva dominación de los otros». Explica que Venezuela siempre ha sido un país de contrastes, ricos y pobres. Pero la situación actual es «dramática». «Ni los enemigos más acérrimos del Gobierno jamás hubieran pensado que se puede destruir tanto un país. De ser receptores de emigración hemos pasado a ver cómo se iban 6 millones de personas. Se tortura y el sistema público de salud, que era bastante bueno, se ha hundido».
El rostro de Luis María Bengoa (Otxandio, 1945) les sonará a los espectadores de Euskal Telebista: durante la friolera de 24 años fue el presentador de 'Sustraia', un espacio dedicado a los sectores agropecuario y pesquero. La televisión, la prensa y la radio han sido el espacio natural de este alavés de adopción, que comenzó escribiendo crónicas deportivas en 'La Gaceta del Norte', pero que no termina de considerarse periodista, «sino un altavoz en la defensa y promoción de nuestras raíces, productos y costumbres». El deporte rural vasco y la actividad de nuestros baserritarras no serían las mismos sin la labor de Bengoa, que tan pronto se preocupaba de organizar ferias y recuperar razas autóctonas como de promover asociaciones ganaderas.
«Estoy realmente emocionado, andas en la vida de un lado para otro y nunca imaginas que te puedan dar un premio. Siempre me he considerado una persona de pueblo, me he volcado en nuestras actividades de raíz», resumió Bengoa, al que se le quebró la voz al recordar a un chaval con síndrome de Down que acogió, ya fallecido.
Por su parte, el Premio Sabino Arana «pone el broche de oro» al décimo aniversario del Basque Culinary Center (BCC), según su director Joxe Mari Aizega, la exitosa 'universidad de la gastronomía' en la que hay tortas para entrar y que en 2009 nació de la mano de algunos de los chefs vascos más reputados y Mondragon Unibertsitatea. «La gastronomía contribuye a la cultura, la economía y la sociedad», defiende Aizega, que anunció la construcción de un nuevo edificio en San Sebastián para dar cabida a los nuevos proyectos del BCC, que pasan por digitalizar la cocina que se enseña en este centro convertido en referencia internacional.
Ahí están las cifras: 1.000 estudiantes de grado y 8.000 profesionales formados en sus másters. 75 empresas o 'startups' relacionadas con la gastronomía se han acelerado gracias al área de emprendimiento del Basque Culinary Center, que este curso tiene a estudiantes de 38 países. «En estos diez años, la gastronomía ha dejado de ser algo para la élite y ha llegado con fuerza a la sociedad a través de los medios y las redes sociales», opina su responsable. «Es más diversa que nunca, una forma de entender la alimentación y de disfrutarla».
Un monolito está en el origen de Amaiur Gaztelu Elkartea, una asociación que lucha por la memoria desde este pequeño pueblo de 250 habitantes en el Valle del Baztán, en las faldas del Pirineo navarro. Símbolo de la resistencia del Reino de Navarra contra la conquista, el monolito se inauguró en 1922 y fue dinaminado en 1931. La sociedad Gaztelu se fundó en 1978 para volver a levantarlo y con el tiempo ha ido ampliando sus actividades.
«Hace 500 años se perdió la independencia del Reino de Navarra en el castillo de Amaiur convirtiéndolo en un lugar simbólico», explica Isabel Alemán, alcaldesa jurado de Amaiur. «Seguimos participando a pie de castillo para mantener la memoria histórica. Hace quince años invitamos a la asociación de ciencias Aranzadi para que nos ayudara a levantar la tierra e interpretara lo que se encontró desde un punto de vista científico. Hoy tenemos un yacimiento arqueológico visitable y un pequeño museo con las piezas encontradas. Yno hemos hecho más que empezar».
Los Sabino Arana también recompensan este año al club de balonmano Bidasoa, que celebra sus 60 años disputando la competición europea por tercera temporada consecutiva, logro que no conseguía desde su gloriosa década de los 90, cuando fue campeón de la Copa de Europa. «La razón de ser de este equipo es la afición, el compromiso con nuestro pueblo», se enrogullece su presidente, Gurutz Aginagalde. « En los 90, aquel Elgorriaga Bidasoa fue una sana válvula de escape para una ciudad que sufrió un golpe tremendo con la desaparición de las fronteras en enero de 1993. Hoy, en plena pandemia, ese motor de ilusión que somos los equipos deportivos para la sociedad también es parte de nuestra responsabilidad».
El 'Aita Mari' toma su nombre de José María Zubia, un arrantzale que murió en 1866 intentando rescatar a los pescadores de una chalupa de Getaria sorprendida por una galerna que trataba de entrar en el puerto de San Sebastián. 150 años después, la ONG vasca Salvamento Marítimo Humanitario (SMH) bautizó con su apodo el barco con el que auxilia a los que huyen de la guerra y el hambre y acaban a la deriva en el Mediterráneo. El 'Stella Maris Berria', un atunero de Getaria camino del desguace, es ahora el 'Aita Mari', que lleva rescatados a más de 700 refugiados en las siete misiones que ha emprendido desde el puerto de Burriana (Castellón) que le sirve como base. Según la Organización Internacional de Migraciones, en el primer semestre de 2021 fallecieron 1.146 personas en el Mediterráneo.
«Han pasado seis años y medio desde que vimos aquella imagen que nos conmocionó a todos: el cuerpo del niño Aylan Kurdi ahogado en una playa turca», recuerda Nerea Machado, miembro de la ONG que ha fletado el 'Aita Mari'. Este domingo el barco salía de Lampedusa en ruta hacia Sicilia, un día de navegación para tratar de evitar un temporal con olas de cinco metros que se aproxima. Esta misma semana rescataba a 176 personas, entre ellos 42 menores, que viajaban a bordo de dos botes en aguas de Malta. «Se encuentran medianamente bien, incómodos porque están pasando mucho frío».
Nerea Machado destaca que la labor del 'Aita Mari' nace de un puñado de voluntarios que decide actuar ante una situación inhumana. Ellos, matiza, no son «salvadores», porque todas las personas deberían poder moverse libremente. A las dificultades económicas se suman las trabas burocráticas que torpedean su labor, con los Gobiernos impediéndoles desembarcar en un puerto a pesar de llevar a personas desesperadas. «La traba económica te da quebraderos de cabeza, es una labor mediática para concienciar, pero casi siempre terminamos encontrando la financiación necesaria. Pero las trabas políticas duelen, porque no hay humanidad. Ahora mismo hay 176 personas a bordo del 'Aita Mari' ateridas de frío y no son capaces de asignarnos un puerto seguro». El propósito de la ONG vasca es que la realidad del Mediterráneo llegue a todos, «la sociedad vasca es muy colaborativa, necesitamos que nos escuchen y nos vean».
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