![El Arriaga acogerá el 4 de octubre la ceremonia de entrega de los Premios Max de las Artes Escénicas](https://s2.ppllstatics.com/elcorreo/www/multimedia/202104/19/media/cortadas/premios-max-teatro-arriaga-bilbao-2021-kNjD-RjiXPwFSlhalPQjl7t9sMXN-1248x770@El%20Correo.jpg)
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El Teatro Arriaga tiene previsto acoger el 4 de octubre la 24ª edición de los Premios Max de las Artes Escénicas, con el director artístico del coliseo bilbaíno, Calixto Bieito, como máximo responsable de la ceremonia. Un cometido que ya desempeñó hace 15 años en ... Barcelona y servirá para dar todavía más suspense y modernidad a la fiesta más prestigiosa de los profesionales del teatro, danza y circo. Es un desfile de lo más reputado y granado de cada temporada, con 20 categorías a concurso y tres premios especiales, con el de Honor como punto álgido y más emotivo, que han conseguido artistas como Antonio Banderas, Concha Velasco, Rosa María Sardá y Alfonso Sastre.
«Es la tercera vez que se organiza en Bilbao, donde ya tuvo lugar en 2001 y 2007. Primero fue en el Arriaga y luego le tocó al Euskalduna. Ahora, veinte años más tarde, vuelve a este teatro que todos queremos tanto. Estamos muy orgullosos de que tome el relevo de Málaga donde se ofreció el año pasado», se felicitaba este lunes en el hall del coliseo del Arenal la alcaldesa en funciones, Amaia Arregi, tras la firma del acuerdo de colaboración entre el Ayuntamiento de Bilbao y la Fundación SGAE (que instituyó los Premios Max en 1998).
La ceremonia, que como siempre se retransmitirá por TVE, servirá para disparar la proyección de Bilbao. De hecho, según los últimos análisis y sondeos de la SGAE, en términos de imagen, los Premios Max equivalen a una campaña de publicidad de 50 millones de euros para la ciudad que acoge la gala. Desde que se conoce la noticia hasta la semana siguiente de la entrega, no deja de estar bajo los focos de una manera u otra.
El equipo consistorial no ceja en su empeño «de recuperar el título de 'ciudad de los eventos'. Desde la Alcaldía es una de nuestras prioridades», insistió Arregi. Un objetivo al que se suma en estos momentos el presidente de la Fundación SGAE, Juan José Solana, «máxime porque estamos hablando de una tierra de grandes artistas, ya sean creadores, directores, escenógrafos, coreógrafos, dramaturgos...».
Año tras año, los profesionales vascos se hacen valer en la nómina de premios y ahora, recalcó Solana, tendrán la oportunidad de recibir «el aplauso en su propia casa». Los ganadores –a los que se adjudica la célebre manzanita con antifaz diseñada por Joan Brossa– son elegidos por sus propios compañeros mediante un proceso de dos rondas de votaciones secretas.
No se han desvelado más detalles sobre la gala; ni los nombres de los presentadores, ni la escenografía, ni la duración. Tampoco se sabe hasta qué punto se podrá contar con un público nutrido, «en el que no faltarán invitados y personalidades», apuntó Rubén Gutiérrez, director general de la SGAE.
Sean cuales sean las restricciones de aforo en octubre, la capital vizcaína va camino de convertirse en una de las sedes más habituales de los Premios Max. Después de Madrid (5 veces), será junto a Sevilla y Barcelona de las pocas que ha acogido en tres ocasiones la ceremonia de entrega. Otras localidades como Valencia lo han hecho un par de veces o bien una, como Vigo, Zaragoza, Guadalajara y Gran Canaria. «Este carácter itinerante responde al deseo de reconocer la diversidad del sector. Creemos que hay que dar a todos los territorios el protagonismo que se merecen», concluyó ayer el director general de la SGAE.
La primera gala de los Max en Bilbao se organizó hace 20 años en el Arriaga y tuvo como directores artísticos al polifacético Emilio Aragón y al donostiarra Fernando Bernués. Se apostó por la fusión de tradición y futurismo, con biombos de madera y pantallas gigantes en el escenario, que llevaban el sello de José Ibarrola. La maestra de ceremonias fue Verónica Forqué y no faltó el humor de Les Luthiers ni de Anabel Alonso. El arte de Igor Yebra atrajo todas las miradas y la música voló muy alto con la Sinfónica de Bilbao y la Coral.
La adaptación teatral de 'El verdugo', con Juan Echanove como protagonista, consiguió siete galardones y Sara Baras hizo pleno al llevarse tres con 'Juana la Loca'. El Max de Honor recayó en Antonio Gala y 'La vida es sueño', dirigida por Calixto Bieito, obtuvo el de iluminación.
Seis años más tarde, en 2007, la ceremonia recaló en el Euskalduna y todo se puso en movimiento con la ilusión de la primera vez. La coreógrafa Sol Picó y el bailarín Damián Muñoz se decantaron por la danza como tema central de la gala y Gurutze Beitia ejerció de presentadora disparatada y entrañable.
El gran triunfador fue José María Pou con cuatro galardones por 'La cabra o ¿quién es Sylvia'?, de Edward Albee, que cuenta la historia de un hombre que se enamora de una cabra. El Max de Honor, por su parte, se lo llevó Fernando Arrabal: «Lo merezco, soy famoso pero completamente desconocido», aseveró el dramaturgo con una estola de armiño y corona, entre la ministra de Cultura, Carmen Calvo, y Ana Diosdado, presidenta de la SGAE.
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