Un funeral

Incluso Nati Peluso le imprimió tristeza y nostalgia sandungera, como ave precursora de primavera, a la inmortal violetera de Sara Montiel, lo mismo que Vanesa Martín cantando y recitando a los desaparecidos. Había fiestas en las casas, naturalmente, porque se veía claramente en el expresionismo de algunos alegres colocados, pura antítesis frente al rigorismo del Soho Caixabank, del que solo se escaparon la sonrisa ladeada de Kortajarena, el soberbio revival berlanguiano de Diana Navarro y Latre o la prosapia cómica de la Forqué. Tampoco hubo grandes números escénicos, salvo un extraño mix del estilo Rosalía con la coreografía de 'A Chorus Lines', oficiado con el premio a Angela Molina, ésta muy lorquiana; o con Aitana en un número vocal a lo Broadway. Seguramente esta era la gala-funeral que correspondía, emotiva y bella para algunos, pero tan desesperanzada y aburrida como nostálgica de otras mejores con Buenafuente o la Sardá.