Los viajeros que llegan a Compostela quedan arrobados ante el Pórtico de la Gloria, una sensación similar a la que experimentarán a partir de ahora los usuarios del Museo Guggenheim de Bilbao antes siquiera de adquirir el ticket y flanquear los tornos que conducen ... a su interior. Este lunes se ha presentado Zero, la sala que la institución acaba de inaugurar en su vestíbulo y que pretende convertirse en un preludio de las visitas a los espacios de exhibición.
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«Los espectadores llevan a cabo un peregrinaje desde todas las partes del mundo con el objetivo de quedar maravillados», asegura Jake Burton, director de la firma neoyorquina Local Projects, responsable del documental que se proyectará permanentemente en su interior. «Era un reto increíble, nada menos que representar el edificio más icónico de la arquitectura contemporánea», añade.
El documental de seis minutos recorre el pasado industrial del lugar, aborda la génesis del proyecto cultural, se rinde al despliegue floral de Puppy e incluye detalles de algunas de sus exposiciones más importantes. La utilización de espejos reflectantes proporciona una visión de 360º y la sensación de plena inmersión, incluso física, dentro de la narración. «Es una experiencia global para los ojos y el corazón», arguyó su responsable.
Una banda sonora con ecos de txalaparta acompaña este recorrido breve, gratuito e intenso. «Lo que proponemos tiene un carácter emocional», adujo Juan Ignacio Vidarte durante la rueda de prensa de presentación y señaló que se trata de un proyecto importante dentro de su Plan Estratégico. La irrupción de las nuevas tecnologías ha propiciado la transformación radical de Zero, utilizada anteriormente para orientar a los recién llegados. «Los museos han de ser espacios inclusivos, inspiradores para la iniciativa personal».
No hay palabras, literalmente, para explicar nada. La sucesión de imágenes y música invita a participar de una atmósfera, más que a informar sobre contenidos concretos. «Transmite lo que podemos ver, pero también lo que podemos sentir», aseguró Burton. Al final de la producción, se alternan instantáneas de las antiguas riberas fabriles, de sus operarios y talleres en blanco y negro, con otras del titanio refulgente y la silueta característica del museo. «Hemos querido trasmitir una panorámica de la arquitectura y de las obras de arte que contiene, pero también del espíritu de esta ciudad, que un día apostó por la industria y ahora, por la innovación».
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