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Stendhal se mareó en Florencia por la contemplación de la abrumadora belleza que desprenden las pinturas de sus palacios e iglesias, según contó en sus 'Viajes por Italia'. Una experiencia que se repite en los visitantes a la Capilla Sixtina -siete millones al año antes ... de la pandemia-, extasiados ante la hazaña de Miguel Ángel en los frescos de la bóveda y también presionados por los vigilantes que miden al minuto su visita y piden a la gente que circule.
Escenas como 'La creación de Adán' se han convertido en imágenes pop reproducidas en camisetas y hasta en toallas de playa. Pero la historia que impulsó su creación es algo más compleja y fascinante. Detrás de unas obras tan singulares están los esfuerzos del papa Sixto IV -de ahí que se llame 'sixtina'- por defenderse de los ataques turcos, promover la identidad cristiana sobre la base de la gloria de la Roma imperial y ganar la batalla a los movimientos internos y cainitas entre los miembros de la propia Iglesia. A estas guerras por el poder y la hegemonía ideológica dedica Antonio Forcellino, autoridad mundial en el Renacimiento, su último libro, 'La Capilla Sixtina. Relato de una obra maestra' (Alianza).
Restaurada entre 1477 y 1480, el Papa se dio cuenta de que, en tiempos de peligrosa inestabilidad política, había que dotarla de una fuerza propagandística para defenderse del sultán de Constantinopla Mehded II, que se presentaba como el auténtico heredero de los romanos y pretendía convertirse en su siguiente emperador. El sultán iba en serio: había mandado 15.000 soldados para entrar por Otranto, al sureste de la península itálica, a sólo 70 kilómetros de la actual Albania, que establecieron alianzas locales pero no lograron su objetivo.
El enemigo también estaba en casa, en concreto en Lorenzo el Magnífico, al que Sixto IV había tendido una trampa para derrocarle como gobernante de la República de Florencia. No lo consiguió y el famoso mecenas quería hacérselo pagar, aunque transigió y dejó marchar de su ciudad, camino de Roma, a sus mejores pintores, Botticelli, Ghirlandaio y Rosselli, que se unieron al florentino Perugino, quien ya había empezado a trabajar para el pontífice.
La legitimidad papal estaba en juego y quiso ponerla a salvo encargando a los mejores pintores de italianos la decoración de la capilla más importante de la cristiandad. Así se convirtió en la gran realización del arte de su tiempo, coronada por las aportaciones de Miguel Ángel y Rafael.
El Papa ideó un programa iconográfico con escenas de Cristo en una de las paredes y de Moisés en la de enfrente. Era una reivindicación de la doctrina católica como única religión universal, heredera del Viejo Testamento, del cual también descendía el Islam, al que Sixto IV y muchos teólogos renacentistas consideraban una herejía.
El cuadro 'Entrega de las llaves a san Pedro' (en la imagen de arriba), pintada por Perugino, ilustra el fundamento del poder papal. Por eso la colocaron en la entrada de los laicos, para que se viera bien y quedaran las cosas claras. No falta detalle, la grandiosidad de la arquitectura antigua, la serenidad de Jesús, el protagonismo de las llaves, que otorgan a san Pedro el título de primer papa de la historia.
A Sixto IV le sucedió Inocencio VIII y a este Julio II, sobrino del primero. Poseía una exquisita cultura artística, dirigió varias veces al ejército pontificio en el campo de batalla y no ocultó los hijos que tuvo. Los enemigos habían cambiado. El rey de Francia, Luis XII, quería conquistar la península itálica y consiguió tener de su lado a una parte numerosa de la asamblea de cardenales.
La bóveda de la capilla se había agrietado y era el momento de pintarla al fresco. Julio II quería subrayar la discontinuidad de su papado respecto a los anteriores y eligió al rompedor Miguel Ángel para conseguirlo.
El otro candidato, Rafael, sólo podía ofrecerle el máximo grado de perfeccionamiento de un pintura delineada por las generaciones anteriores, mientras que Miguel Ángel le propone una revolución, con la que su figura podía estar en sintonía. El artista elimina los paisajes y escenarios arquitectónicos y se queda sólo con los cuerpos torsionados que relatan, emocionan e implican.
El celoso Miguel Ángel venció sobre el joven Rafael, que se quedó con el encargo de los tapices, una de sus obras maestras.
'La Capilla Sixtina. Relato de una obra maestra'. Editorial Alianza. Trad. Juan Carlos Gentile. 26 euros
El autor. Antonio Forcellino (1955), historiador y restaurador italiano. Uno de los grandes expertos en Miguel Ángel.
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