El polaco que homenajeó a las víctimas de Hiroshima
Obituario ·
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Haber crecido y vivir en Cracovia, a poco más de 50 kilómetros del campo de concentración de Auschwitz, lo colocaba en una posición inmejorable para hacer un homenaje a Hiroshima. Con solo 26 años, Krzysztof Penderecki presentó 'Treno a las víctimas de Hiroshima' a un ... concurso de Katowice de ámbito reducido y logró un modesto tercer puesto, pero la obra llamó tan poderosamente la atención de algunos críticos que en muy poco tiempo su autor había ganado fama internacional y la pieza se escuchaba en salas de conciertos de todo el mundo.
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A partir de ahí, Penderecki transitó por un camino que lo llevó de la vanguardia más exigente (sus influencias más relevantes proceden de Stravinski, Webern y Boulez) hasta un cierto retorno a un neoclasicismo al final de su carrera, en la que su obra se hizo más comprensible para un volumen amplio de aficionados. Curiosamente, pese a su afiliación a las vanguardias, era uno de los compositores que más música sacra ha escrito -incluso reconocía que hacerlo lo había salvado de alguna manera- y un extraordinario sinfonista, en un tiempo en que este género está semiolvidado por la gran mayoría de sus colegas. Por cierto, que sucumbió a la maldición de la Sinfonía Nº 9, esa leyenda que dice que ningún gran compositor superará esa cifra (aunque Shostakovich lo consiguió). Bromeaba con ello y se sabe que llegó a comenzar la que lleva ese número pero ha muerto sin haberla estrenado.
Aunque escribió obras de prácticamente todos los géneros, las más célebres son el citado 'Treno', el 'Réquiem polaco', 'De natura sonoris', 'Polimorphia', 'Kosmogonia', el 'Réquiem de la Reconciliación' y 'La Pasión según san Lucas'. Sus obras para violín adquieron también una cierta notoriedad, de la mano de la intérprete alemana Anne Sophie Mutter, que las ha llevado al disco y a escenarios de todo el mundo.
Como casi todos los compositores de su generación, se ganó la vida impartiendo clases y dirigiendo orquestas. Y como muchos de ellos, sucumbió a la tentación audiovisual. Escribió la música de 35 películas para cine o TV, buena parte de ellas, cortometrajes. Sin embargo, la relación más intensa de Penderecki con el séptimo arte viene por el uso que famosos directores han hecho de sus obras, pese a la complejidad de las mismas. Algunas escenas que son historia viva del cine están subrayadas por sus composiciones, como la que recoge el momento en que Wendy golpea con un bate de beisbol a Jack, en 'El resplandor' de Kubrick. Y hasta seis piezas suyas suenan en 'El exorcista' de Friedkin, una tan apropiada como 'The devils of Loudon'. Su música está también presente en 'Shutter Island' (Scorsese), 'Hijos de los hombres' (Cuarón), 'Twister' (De Bont), 'Corazón salvaje' (Lynch) y episodios de 'Black Mirror' y 'Twin Peaks'. Además de las obras citadas, sus partituras más utilizadas en la pantalla son la Sinfonía Nº 3, 'Pasacaglia' y 'Te Deum'.
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Penderecki recibió el premio Príncipe de Asturias en 2001. Cuando vino a España a recogerlo -sus visitas eran frecuentes, y en las últimas décadas estuvo con frecuencia en Madrid y Santander-, vaticinó que las vanguardias estarían liquidadas en veinte años. No ha vivido lo suficiente para comprobar la veracidad de su afirmación, pero una de sus obras más innovadoras, el homenaje dolorido de un polaco a Hiroshima, sigue plenamente vigente.
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