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Beñat Arginzoniz
Poeta y editor
Martes, 5 de noviembre 2019, 00:27
Ha muerto Javier Aguirre Gandarias, el último poeta, el poeta donde ya no quedaban poetas. Era poeta en la tristeza y en la alegría. Era el poeta de las pequeñas cosas, el poeta de la delicadeza y del asombro.
Se fue como los gorriones, a ... los que tanto quiso y admiró, sin ruido y sin molestar a nadie; y nos dejó un aleteo de luz entre las manos y sus versos, leves como plumas, rozándonos los labios. Javier se ha ido y nos ha dejado el latido de un corazón en un mundo sin corazón. Sus libros componen un jardín terrible y hermoso. Su poesía es una flor invisible, una flor extraña y única cuyo perfume es el olvido.
Mi padre, que estudió con Gandarias en los jesuitas de Indautxu, me dijo una vez que Javier era un niño especial: un niño distinto, que sufría mucho por la belleza de las cosas. Sí, eso era Javier, un niño herido de sensibilidad, atravesado por la poesía del mundo. Javier fue un niño diferente, pero también fue un hombre diferente y un poeta diferente. Y ser poeta es lo más grande a lo que puede llegar un hombre.
Yo he tenido el honor de ser el editor de sus últimos libros y también de ser su amigo, aunque sus verdaderos amigos fueron los de las comidas de los viernes en el Ederki de la calle Hernani. Yo lo quise y lo admiré profundamente como poeta; pero ellos, sus amigos, lo quisieron como hombre. Quizá sabían que en Gandarias, caso insólito, el poeta y el hombre eran el mismo.
Lo diré otra vez, aunque ya lo he dicho muchas veces. Nunca hemos tenido en Euskadi a un poeta de la sensibilidad de Javier Aguirre Gandarias. Nunca.
Y ahora... ¿Qué vamos a hacer? Se ha ido Javier y nos ha dejado solos. Nos ha dejado el recuerdo luminoso de su persona y sus poemas: unos poemas donde brilla el mundo a través del diamante de una lágrima. Pocos poetas están tan vivos en sus propios versos como lo está Javier, leerle es oír otra vez su voz, sentir de nuevo su mirada... Fue el poeta más poeta que hemos tenido en Bilbao. Por eso sé que ninguno de sus amigos va a poder volver a leer sus poemas sin sentirse totalmente abandonado, sin sentir un intenso dolor. ¿Cómo podrían? ¿Cómo podríamos volver a repetir sus palabras sin sentirnos agradecidos hasta las lágrimas? Nosotros no vamos a poder. Su poesía es dolorosa y terrible porque esta empapada de vida, de ternura y de verdad. Su poesía nos hace mejores. Sí, Javier nos ha hecho mejores, y eso es también lo más grande a lo que puede llegar un hombre.
Ya no podemos agradecer a Javier todo lo que nos ha dado, pero sí podemos agradecérselo a su mujer Lurdes, a su hija Libe y a su nieto Mikel, pues ellos hicieron posible el milagro de su vida y de su poesía. Así que es a estas tres personas, donde más intensamente sigue vivo Javier, a quienes debemos cuidar y seguir amando. Así lo querría el poeta.
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