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En 'Moncho Borrajo, 50 años' el veterano humorista gallego repasa su carrera y vida. De gira por todo el país, recalará mañana y el domingo en Bilbao. En todos los espectáculos acaba haciendo, literalmente, el payaso.
- ¿Por qué?
- Porque es como poner ... pomada a la herida. Como he sido siempre una persona muy incisiva, es la forma de que al final la gente marche como más tranquilita. Ja, ja.
- ¿Cuántas heridas se ha lamido?
- Pues, fíjate, en 50 años, muchas, pero merecieron la pena.
- ¿Qué tal envejece?
- Yo creo que con dignidad y, sobre todo, sintiéndome muy respetado por la gente, cosa que no es fácil en este país. He conseguido un respeto por el que he peleado y, bueno, eso me ayuda bastante.
- ¿Le ofenden los insultos?
- Ya no.
- ¿Le gusta más mostrar o demostrar?
- Me gusta más mostrar, porque ya demostré demasiado.
- ¿Le resbala casi todo?
- No, hay cosas que no me pueden resbalar nunca en la vida. Por ejemplo, el olvido de los ancianos, el maltrato de los niños y las mujeres... Hay muchas cosas que no te pueden resbalar. En esta vida hay que ponerse el impermeable cuando es necesario.
- ¿Se ha metido en todos los charcos posibles?
- Pues sí, y encima me he mojado mucho. Tanto me he mojado que parezco de Bilbao.
- ¿Comete siempre los mismos errores?
- Sí. Cuando uno nace con virtudes y defectos, normalmente comete los mismos errores. Intenta corregirlos, pero, por desgracia, el ser humano no aprende. Fíjate cómo estamos ahora con los rusos.
- ¿Le gusta mucho desear?
- Y ser deseado.
- ¿Teme la soledad?
- No. Ya la tengo como una compañera amable.
- ¿Siempre sabe por dónde tirar?
- No, pero siempre sé quién puede tirar de mí.
- ¿En alguna ocasión le ha preocupado tener fama de ordinario?
- No, porque ordinariamente no soy ordinario.
- ¿La vida le ha pegado fuerte?
- Sí. Y me ha dado duro, aunque también he aprendido mucho.
- ¿En qué se le ve el plumero?
- Uy, casi siempre, pero solo cuando yo quiero. Ja, ja.
- ¿Le da pudor que le halaguen?
- Me da muchísima vergüenza.
- ¿La decadencia no tiene fondo?
- Bueno, no tiene fondo, pero a veces tiene un corcho que te hace aflorar de la misma cuando sabes que estás llegando a ella.
- ¿Se le da bien quejarse?
- No, tanto es así que no tengo subvenciones. Nunca las he tenido.
- Puestos a elegir, ¿prefiere una buena casa o una buena cara?
- ¿Qué quiere que le diga?
- Pronúnciese, si es posible.
- Prefiero hacer lo que yo quiero, no lo que me impongan los demás.
- ¿De qué se sigue riendo?
- Me sigo riendo 'con' los niños y con los de mi edad, porque los niños dicen la verdad y los de mi edad tienen una retranca, los cabrones... Y me sigo riendo de los políticos, porque me dan mucha pena.
- Y más en estos momentos.
- Es patético, hemos llegado a un punto en el que hasta Pinocho va a resultar ser inteligente.
- Después de medio siglo en el escenario, ¿qué más quiere?
- Seguir en el escenario.
- Vaya.
- Tengo ahí dos pequeñas cositas que cumplir.
- A saber.
- Un espectáculo para niños y grabar un disco, porque siempre me ha gustado ser cantante. Pero, bueno, ya lo cumpliremos. Lo único que le pido a la vida es el cariño que tengo de la gente, que es maravilloso. Soy un privilegiado después de 50 años tener el teatro como lo voy a tener estos días en Bilbao.
- Bravo.
- Es un lujazo de verdad. No es peloteo. Yo llegué aquí después de las riadas, en 1983. Llené durante meses el Buenos Aires y quisiera darle las gracias al pueblo de Bilbao por el cariño que me ha demostrado. Vengo aquí y, sinceramente, estoy como en mi casa.
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