Las pícaras del Siglo de Oro luchan por sobrevivir

'Malvivir' ·
Aitana Sánchez-Gijón y Marta Poveda recrean en el Arriaga la dura vida de estos personajes, con tradición literaria pero escaso protagonismo

Elena Sierra

Viernes, 1 de abril 2022, 01:30

Aitana Sánchez-Gijón está convencida de que los «personajazos», a ella, se los da el teatro. Últimamente se le ha vuelto a abrir «la puerta» del cine y está a punto de terminar de rodar dos películas tras su regreso de la mano de Pedro ... Almodóvar con 'Madres paralelas'. Pero «la adrenalina, la catarsis y el juego» que le da trabajar en el teatro no los cambia por nada. Y eso que puede acabar la función con dolores por todas partes como ocurre cada tarde con 'Malvivir', la obra con la que está hasta el domingo en Bilbao. Dice Marta Poveda que aquí se ve a Aitana, su compañera de reparto y amiga, «hacer el ganso» a lo bestia. Es lo que tiene convertirse en una pícara del Siglo de Oro, y además en un pícaro y en una buena lista de personajes para explicar las andanzas de la primera. «Es una obra muy física: es ligereza, divertimento, casi malabares y volteretas, brincos. Es evidente que me va la marcha porque cuando acabé con 'Juana' yo pensaba que iba a hacer algo divertido y tranquilo, sin tragedia, y mira», se ríe Sánchez-Gijón.

No puede haber nada de tranquilidad en la vida de la pícara Elena de Paz, un personaje imaginado por el dramaturgo Álvaro Tato partiendo de otros que ha ido encontrando en la literatura del Siglo de Oro. En esa tradición las pícaras existen tanto como los personajes varones del género, aunque ellos siempre han sido protagonistas absolutos y ellas, a menudo, solo pinceladas. La niña de los embustes, la pícara Justina y la hija de la Celestina son tres de las referencias utilizadas para construir 'Malvivir', un artefacto «circense» en el que se unen «el teatro popular y la vertiente poética y culta, en el que lo culto se hace cercano» gracias a la experiencia literaria de Tato y la dirección de Yayo Cáceres, ambos miembros de Ron Lalá. La música, otro rasgo característico de sus obras, también está presente. En escena hay un juglar, el único personaje que no se reparten o ceden Sánchez-Gijón y Poveda a lo largo de más de hora y media de función.

«Cae y se levanta»

Entre ambas actrices hacen de todo, de todos, y hasta se van turnando para dar vida a Elena de Paz, que como pícara lo ha tenido mucho más complicado que un pícaro. «Si ser pícaro era esa tarea de supervivencia casi imposible, ser pícara más. Ella quiere ser feliz, libre, dueña de su destino, pero su experiencia se ve muy dificultada por su condición de mujer», describe Sánchez-Gijón. «Si entonces no se podía ni imaginar a una mujer sola por los caminos», remata.

Como niña y como mujer, pasa por abusos que al pícaro no le tocan. Su virgo es vendido y reparado y vuelto a vender; su madre la prostituye; la violan, humillan, apalizan; se fuga y se disfraza de hombre; encandila a un «vejete» para poder desarrollar sus tretas de supervivencia. Salta, corre, se esconde. No para. «Es una pieza de armas tomar. No ahorra artimañas, pero la realidad la golpea durísimamente», explica una de las dos actrices que hacen posibles sus desventuras. Y lo que hace «admirable» al personaje es que «cae y se levanta, cae y se levanta, porque ella quiere sentir el placer y la libertad».

Elena de Paz, el pícaro Montúfar, la bruja morisca Zara, el buhonero gascón Pierre, la dama viuda Teodora, el hidalgo perulero don Álvaro y hasta una docena de personajes permiten a las actrices ir probando registros en 'Malvivir' y recrear, solo con sus palabras (apenas hay escenografía), todo un mundo. Uno que, en la función de hoy, podrán conocer gracias al sistema de audiodescripción también las personas con discapacidad visual, como resultado del convenio con la ONCE que ha suscrito el Teatro Arriaga.