
Perdamos toda esperanza
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Gestión cultural ·
Con la designación directa del puesto nos ahorramos la insufrible pamema de un concurso teledirigidoBúsqueda directa, concurso restringido o concurso abierto de méritos. Pues no, la verdad es que para la elección de los gestores y los profesionales de ... la cultura pública o privada no existe un método infalible, plenamente garante de la independencia y exclusivamente centrado en la concurrencia sobre la valoración del talento y los méritos profesionales. En España, el Código de Buenas Prácticas instaurado en 2008 por el ministro César Antonio Molina para regular los nombramientos está casi en desuso o, si no, coartado por intromisiones indeseadas en los criterios de evaluación.
Otro tanto ocurre, naturalmente, cuando los miembros de un jurado o tribunal actúan siguiendo instrucciones políticas que favorecen inequívocamente a un candidato concreto. Por supuesto, no más aceptable es el concurso restringido mediante el que la instancia política introduce criterios limitativos en los perfiles o selecciona sin más una terna reducida de candidatos favoritos que son de su confianza. Quizás por todo ello sea preferible una simple designación directa, porque así nos ahorramos la insufrible pamema de un concurso teledirigido. Con todo, tampoco en la selección de profesionales para la cultura privada se garantiza siempre la debida equidad o la necesaria transparencia en la selección. Véanse los procesos de selección seguidos en algunos museos norteamericanos, tan opacos y misteriosos como los cónclaves de la Capilla Sixtina.
Lo acabamos de ver hace diez días con la designación del nuevo director del MoMA, Christophe Cherix, tras una larga búsqueda de casi siete meses que se encargó a un 'head hunter' y que seguramente fue un formalismo para adornar una decisión que se había tomado de antemano, algo nada infrecuente allí, aquí y en todas partes. Buscar y encontrar a los mejores profesionales independientes, de acreditada solvencia y experiencia en la gestión cultural pública o privada, exige de quien decide una previa renuncia a intereses partidistas y gremiales o a las afinidades políticas e ideológicas. ¿Es esto posible? Me temo que no. Perdamos toda esperanza.
Música
El negocio perdura boyante más de seis décadas después. Y no solo como vestigio icónico de la música y del cambio cultural en los 60, sino también como marca comercial interclasista e intergeneracional, alimentada regularmente con éxito para lograr una longevidad sociológica y emocional. Naturalmente me refiero a los Beatles, los 'Fab four', cuyas nuevas huellas en forma de grabaciones inéditas o de películas no cesan de aparecer.
Lo último es el estreno inminente de un biopic y el anuncio de otro. El primero, 'One to one: John & Yoko', centra su 'plot' en la relación de la pareja y en el concierto que ambos ofrecieron en 1972 en el Madison Square Garden. El segundo es el proyecto anunciado por Sam Mendes, un biopic sobre los Beatles dividido en cuatro películas, cada una dedicada a uno de sus miembros. Pues eso, larga vida a los 'Fab four'. Y a su negocio eterno, claro.
Historia
Por lo que se ve Trump es seguidor acérrimo de la tercera ley de Newton, la misma que proclama que al principio de acción le sigue otro de reacción. En otras palabras, como el presidente considera que en los últimos años se ha reescrito la historia con una narrativa subjetiva sobre la cultura y los principios fundadores de los Estados Unidos que no le gusta, ahora toca otra nueva reelaboración ideológica, por supuesto impuesta, limitando con la fuerza de una orden ejecutiva la financiación de los 17 museos, las galerías y también el zoológico del Instituto Smithsonian, el conjunto de centros federales dedicados a la educación e investigación en Washington.
Pues sí, esto del revisionismo o de la reinterpretación sobre fundamentos estrictamente políticos y revanchistas, ajenos al rigor de la verdad histórica, no es sino una estupidez que encima se embadurnada de una aparente superioridad moral. Acciones y reacciones para distorsionar la historia, pues, convertidas en fenómenos rampantes bajo la dirección de algunos estúpidos radicales.
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Silvia Cantera, David Olabarri y Gabriel Cuesta
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