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Jose Ibarrola recuerda la etapa tan agitada en la que su padre pintó el 'Guernica'. «Yo era joven, pero ya me encontraba en activo y participaba en aquella campaña para recuperar la obra de Picasso. Me gusta mucho su potencia y creo que la noticia ... de su compra es muy buena porque merece estar en un museo. Es un paso adelante en el proceso de hacer justicia con su aportación».
La trascendencia formal del mural sobresale, a su juicio, sobre el carácter simbólico y reivindicativo. «Se habla de la parte literaria de la obra, de su narración, que estaba ahí, evidentemente, pero, más allá de la denuncia, yo destaco su lenguaje plástico». A ese respecto, destaca el uso de las rayas que lo atraviesan, interpretadas entonces como los barrotes de la cárcel. «Prefiero hablar de la inclusión de un lenguaje propio, cinético y geométrico, herencia de Equipo 57, en una obra figurativa que representa el epicentro de una transición política y creativa. Supone un muy buen colofón de un periodo y el comienzo de otro».
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El carácter icónico y su gran calidad acreditan la idoneidad de la operación, en opinión del comisario e investigador del arte Mikel Onaindia. «También cabe mencionar que se trata de una pieza prácticamente desconocida por las nuevas generaciones, a pesar de que testimonia una época convulsa y muy interesante», asegura. Él mismo la desconocía y acaba de contemplarla en ARCO. La compra, a su juicio, se aviene con la función del Bellas Artes. «Ha de ser contenedor y guarda de las obras importantes del arte vasco e Ibarrola, probablemente, es el principal representante del vizcaíno», destaca.
El escaparate de la feria y el interés mediático lo habían convertido en la obra más destacada de esta edición, a juicio del comisario y crítico Peio Aguirre, que indica que no se trata de la única interpretación de la obra maestra realizada por autores vascos. «También lo hicieron José Luis Zumeta, José Ramón Amondarain e Iban Aranberri». Aguirre considera que la pinacoteca bilbaína es el lugar adecuado para el mural. «No entiendo por qué el Guggenheim no aprovecha las ocasiones para incorporar representaciones importantes de autores de la Escuela Vasca que no sean Eduardo Chillida y Jorge Oteiza», lamenta.
Tras la llegada del 'Guernica' picassiano a Madrid, Agustín Ibarrola no se sumó a la reivindicación de las autoridades vascas y ni siquiera pidió otro destino para su propia obra, que quedó almacenada. El Museo de Bellas Artes es un marco adecuado para su exhibición y el hijo del autor no cree que sea mejor ubicación ese anunciado centro en la comarca de Urdaibai, tan próxima a la localidad foral. «El Guggenheim previsto es una operación inmobiliaria y de comercio del arte que no tiene nada que ver con la personalidad de ninguna zona en concreto. Habla de la conexión del arte con la naturaleza, pero nadie ha mencionado el Bosque de Oma como ejemplo de esa comunión».
El pintor reclama que esta obra evidencia la necesidad de una antológica sobre Ibarrola que aborde las dos líneas, la figurativa y abstracta, que convergen en su particular 'Guernica'. «Un recorrido que pase por toda su trayectoria ahora que no se encuentra productivo».
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