El dramaturgo se dispone a pronunciar el discurso de entrada en la Real Academia de la Lengua, pero los espectadores se encuentran ante Blanca Portillo con traje de etiqueta. Juan Mayorga ha delegado esa responsabilidad en la actriz -Goya este año a la mejor intérprete ... protagonista- y ella hablará, paradójicamente, del silencio y su importancia tanto en el escenario como en la vida. La obra entrecruza la realidad, porque esa conferencia tuvo lugar hace tres años, y la ficción. 'Silencio' será representada hoy en el bilbaíno Teatro Arriaga. EL CORREO habla con su creador, uno de los protagonistas de la escena contemporánea en España.
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- La ficción y la realidad también se mezclan en nuestra vida cotidiana. En el siglo XXI construimos mundos virtuales y bombardeamos ciudades reales. Como Rusia con Ucrania.
- Estamos ante una agresión horrible, atroz, que está causando mucho dolor a mucha gente y que no tiene justificación racional. Asistimos a un acto de guerra perpetrado por un tirano, y todos debemos enfrentarnos a él por solidaridad con esos seres humanos dolientes, pero también porque todos estamos en peligro.
- ¿No echa en falta una respuesta conjunta desde la clase intelectual?
- Yo no puedo hablar por esa clase, pero los que están cerca de mí sienten la misma aversión y, como miembros de la cultura, expresamos un horror ante lo que sucede y repugnancia hacia el tirano y sus cómplices, demandando al Estado al que pertenecemos que haga todo lo que sea posible por ayudar el pueblo ucraniano y defender los valores sobre los que se basa la civilización. Hablamos de la brutalidad armamentística, no podemos matizar o poner un pie de página. Eso es inaceptable.
- ¿Cómo se puede mantener el boicot y la solidaridad con los rusos que se oponen al Gobierno de Putin?
- Hay que conocer esas voces disidentes y amplificarlas, creo en una estrategia de doble valor. Soy partidario de cancelar la presencia rusa en todo tipo de eventos porque haría pensar a las personas en ese país que yo amo. Estuve hace unos meses con un montaje de 'El cartógrafo' y escribí la obra 'Cartas de amor a Stalin' como homenaje a Mijail Bulgakov. También hay referencias a Chéjov y Dostoievski en 'Silencio'. Por eso, creo que hay que distinguir entre la repugnancia que provoca su Gobierno y el respeto a los rusos a los que pedimos valentía para expresar su aversión al tirano.
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- La cultura ha asumido un rol insólito en nuestra existencia, sobre todo en el duro periodo de la pandemia.
- En estos tiempos tan duros hay personas que han redescubierto espacios y tiempos de su vida. Ha sido una etapa de recogimiento y de encuentros con lo esencial y ahí la cultura tiene su ámbito. En particular, el teatro lo hemos redescubierto como un lugar fundamental en el que se encuentran cosas por las que merece vivir, como relacionarse con otros, escuchar su voz y examinar nuestra existencia a través de las ficciones. Sentimos una especial gratitud hacia los actores y todo eso nos obliga a la búsqueda de la excelencia, que merezca salir de casa, lo que es arriesgado para algunos.
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- La obra que se representará hoy en Bilbao habla con palabras del silencio.
- Tiene algo paradójico, pero necesario. Convocamos al silencio de la vida y del teatro, en el que el espectador se reconoce, y hablamos de pocas palabras, de las que han de quedar en el corazón. El silencio soporta la palabra y es su ceniza.
- Está emergiendo un espectador militante, que acude con fervor al teatro más vanguardista.
- De eso me alegro. La pasada semana asistí a una función de 'El golem' en el María Guerrero y me encontré con 20 jóvenes barceloneses que habían elegido el día porque se celebraba un encuentro con el público. Sí, es cierto, hay una creciente comunidad dispar y sólida, bien informada, que hace una apropiación compleja de la obra.
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- ¿Cómo surge 'Silencio'?
- Cuando empecé a imaginar silencio estaba escribiendo el discurso de entrada a la Real Academia, un texto que podía constituir un homenaje al teatro y empecé a imaginar un hecho dramático mientras lo redactaba y a especular con la idea de no ser yo el que lo pronunciara. Blanca Portillo era la actriz que se me aparecía.
- ¿Es su alter ego?
- Blanca es una amiga entrañable y una artista que admiro. Representa a una actriz, que no es ella, a la que he pedido que pronuncie el discurso. Comienza a pronunciarlo como se le ha pedido y, a partir de cierto momento se distancia, y ese desdoblamiento entre ambos genera la tensión dramática. Cada uno es un alter ego del otro.
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- ¿La cultura seguirá asumiendo ese papel protagónico cuando la crisis finalice?
- No tengo una visión heroica del arte. Lo hacemos todos los que trabajamos en él y el espectador que acepta la convocatoria. Los ciudadanos son responsables del apoyo a la narrativa, el cine, el teatro, la novela o la pintura, y la cultura será más o menos exigente, desafiante y compleja, en función de que apoyemos o ninguneemos propuestas ambiciosas.
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