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Igual que hay tramas previsibles para los espectadores avezados, la precariedad laboral de los trabajadores de la cultura -en concreto en los teatros que dependen del ministerio- empieza a ser un argumento demasiado conocido. Hasta el punto de que la denuncia pública de Ramón Barea ... tras representar 'Shock' con el Centro Dramático Nacional (CDN) no ha llamado tanto la atención por el alcance del problema -el retraso en los pagos a los actores- como por poner el foco en una cuestión que algunos empiezan a dar por sentada. Ya hace seis años que la intervención de Hacienda cambió las reglas del juego en el Instituto Nacional de las Artes Escénicas y la Música (Inaem), del que dependen, además del CDN, las compañías nacionales de teatro clásico y danza, el auditorio, ballet, orquesta y coro nacionales y el Teatro de la Zarzuela.
En estos centros la taquilla no está a la vista, no es el lugar ante el que hacen cola los ciudadanos que no compran por internet, sino en el Ministerio de Hacienda. Los ingresos llegan allí y luego se distribuyen, hay que certificar la ejecución de las funciones antes de tramitar el pago de los salarios. La burocracia ralentiza el proceso y provoca retrasos sistemáticos «de aproximadamente un mes», según los responsables del Inaem, y hasta tres si se pregunta a la Unión de Actores y Actrices.
Tanto este colectivo como intérpretes y compañías han protestado por escrito y a viva voz, unas veces entre bambalinas y otras sobre el escenario. Fue sonada la queja del elenco de 'La cocina', un montaje del Centro Dramático Nacional con nada menos que 26 actores que escenificaban el día a día de un restaurante londinense como metáfora de los conflictos de nuestra sociedad. Cuando se levantó el telón, en noviembre de 2016, aún no habían cobrado los ensayos. El director, Sergio Peris-Mencheta, solía asistir a las funciones y a su término explicaba la situación a los espectadores, que se quedaban estupefactos «y a veces estallaban en aplausos», recuerda una integrante del equipo. El último en alzar la voz ha sido Ramón Barea, que en 'Shock' (El cóndor y el puma) interpreta a Augusto Pinochet, a Salvador Allende y a Richard Nixon.
El actor bilbaíno ha trabajado varias veces en el Centro Dramático Nacional, la última en 2013 con 'Montenegro (Comedias bárbaras)'. Cuenta que «antes pagaban religiosamente el día 28 o el 29» y esta vez han cobrado un mes después de terminar las funciones. Muy activo en las redes sociales, no tardó en denunciar la demora con mensajes que han tenido eco en la profesión, como éste: «Ser contratado como intérprete en CDN, Clásico... ¿supone que tengamos que aceptar, por contrato, no ser pagados en plazos concretos? Los bancos no admiten milongas con los recibos mensuales». La situación afecta especialmente a los actores de fuera de Madrid que tienen que pagar un alquiler «y hay gente que se ve obligada a adelantar dinero para trabajar con el CDN», lamenta. «Es increíble que hagan la vista gorda y no sean capaces de resolverlo. Si esto pasara en una empresa privada, sería un escándalo».
Barea opina que ante un conflicto «atascado» hay que actuar con medidas concretas, como la modificación de la cláusula «imprecisa» de los contratos «que dice que se cobrará mensualmente, sin especificar si al principio, al final o a mes vencido. Hay que precisar para poder reclamar si no se cumple». La Unión de Actores sostiene que «la única solución es la reforma del Inaem, que está obsoleto. Ahora puedes denunciar, pero te pagan a los tres meses y no hay caso», dice el secretario de la entidad, Iñaki Guevara. En su opinión, «no es malo controlar el gasto público, pero con sentido común» y adaptándose a las especificidades de este trabajo. A los actores se les incluye en el capítulo de proveedores «porque, si nos pagasen como a trabajadores temporales, tendríamos que figurar dentro de los Presupuestos Generales del Estado, es decir, casi imposible de cobrar». Y los técnicos tienen el mismo convenio que los oficinistas, «así que todo son horas extras y no se hacen giras porque sería carísimo».
A Guevara le consta que «en el Inaem están tan abochornados como cualquiera» ante el «problemón» de los retrasos. Las fuentes consultadas en el Ministerio de Cultura coinciden en que la solución es cambiar la forma jurídica de este organismo para poder tramitar las nóminas de forma anticipada. Mientras tanto, «el equipo del instituto se esfuerza a diario en intentar acelerar los procesos administrativos para que los intérpretes cobren lo antes posible».
El dramaturgo Borja Ortiz de Gondra, que ha trabajado con el Centro Dramático Nacional y la Compañía de Teatro Clásico, defiende la gestión de la actual directora del Inaem, la bilbaína Amaya de Miguel, «que ha sido la primera en reunirse con los profesionales para buscar una solución». Pero el reto sigue pendiente y la pesada maquinaria administrativa ralentiza también las compras para escenografía y vestuario. Las dificultades logísticas «se acaban resolviendo con voluntad». Lo peor es que «hay actores que no se plantean trabajar con los teatros publicos. Aunque les interese el proyecto, la decisión depende de su situación económica, y eso es frustrante». La reforma del Inaem es otra tarea inaplazable que espera al futuro Gobierno.
Iñaki Guevara (Unión de Actores) «La única salida a este problemón es la reforma del Inaem, que está obsoleto»
Borja O. de Gondra (dramaturgo) «Hay actores que nose plantean trabajarcon teatros públicos porsu situación económica»
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