Oskar Kokoschka, subversivo

Pues bien, con ese escenario prebélico, bélico y posbélico, pero también con el impulso revolucionario de las nuevas libertades expresivas, la singularidad inclasificable de Kokoschka se nos aparece en un montaje cronológico, sin concesiones a los trucos visuales, de indudable calidad en la selección y de una progresiva didáctica que enseña sus cambios estilísticos en paralelo con sus vicisitudes vitales y con el devenir de la historia, Así, lo temprano en su obra es la combinación de la técnica impresionista con la distorsión del color y la forma, donde ya se apunta claramente su preferencia por la intuición creativa, la fugacidad, la emoción y la técnica expresiva, por encima de lo formal o lo abstracto. Retratos y autorretratos también inusuales en un expresionista, donde los rasgos y los gestos humanos o los brochazos exagerados buscan y delatan intencionadamente el alma. Tormenta de pinceladas anchas y espesas, ya con colores más clareados, para las escenas intimistas y románticas o incluso para sus visiones panorámicas, primero con un expresionismo dominado por las superficies planas y después de vuelta a la acumulación de materia.

En medio de muchas cosas, singular ante tanto ismo, el fondo abstracto de sus cuadros no se impone, por mucho que las formas se disuelvan en un sfumato, lo mismo que sus guiños a la subversión dadá solo se concretan en una muñeca. Metáforas del mundo, ilusorio en unos cuadros, exageradas figuraciones para oponerse al belicismo en otros o caricaturescas figuras del 'Blitz' londinense. Una muestra completa, en fin, de un artista tan subversivo como comprometido.