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«El olvido es la peor desaparición»
Paco Lobatón. Periodista ·
Lobatón relata catorce casos de desaparecidos a través de sus seres queridos. «El sufrimiento de la incertidumbre es lo más corrosivo», aseguraSecciones
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Paco Lobatón. Periodista ·
Lobatón relata catorce casos de desaparecidos a través de sus seres queridos. «El sufrimiento de la incertidumbre es lo más corrosivo», aseguraPresentador del mítico 'Quién sabe dónde', presentó ayer en Bilbao 'Te buscaré mientras viva', donde da voz a 14 desaparecidos a través de sus seres queridos. El libro descubre la «formidable capacidad» de las personas ante el sufrimiento y que este alberga, «paradójicamente, historias hermosas».
- ¿Por qué atraen tanto las historias de desaparecidos?
- La atracción puede estar relacionada con la sensibilidad que suscitan seguramente algunos de los casos más conocidos y reconocidos. El libro es un ejercicio de lucha contra el olvido. Porque la peor y verdadera desaparición es el olvido.
- ¿El olvido?
- Sí. Las familias luchan básicamente para que sus desaparecidos estén presentes y quienes tienen la obligación y responsabilidad de buscarlos no dejen de hacerlo. También para que los medios de comunicación los recuerden y la sociedad presione para lograr un resultado.
- ¿Por qué desaparece tanta gente?
- Las casuística es muy compleja.
- Todos los casos son igual de desgraciados, pero ¿hay desaparecidos y desaparecidos?
- Desde el punto de vista del sufrimiento, hay vivencias intransferibles con la misma profundidad. Yo lo llamo 'muerte tacaña', porque no deja espacio a la compensación que puede suponer el duelo.
- Tremendo.
- El sufrimiento que comporta la incertidumbre es lo más corrosivo. Más que el propio fallecimiento.
- ¿Los casos de niños, como la desaparición y muerte de Gabriel Cruz, el pequeño de Almería, despiertan más empatía?
- Cuanto más frágil es o parece la persona desaparecida, el efecto de empatía y solidaridad es más inmediato y general. En el caso de Gabriel, a la figura del niño se sumó el modo como se expresaron sus padres.
- ¿Esperaba el trágico desenlace?
- Realmente, no. Confiaba en un final feliz. Lo viví muy de cerca con sus padres. Transmitían no solo voluntariedad, normal en un padre y una madre, sino algo más. Era la confianza de que podía tratarse de una desaparición momentánea.
- ¿Cuándo hay que ponerse en el peor de los casos?
- Depende. Hay desapariciones que arrojan algunos indicios que invitan a pensar en el peor escenario. Pero he aprendido de las familias una máxima que va en sentido contrario: 'Mientras no hay evidencia de muerte, hay esperanza de vida'.
- Aferrarse a la esperanza.
- Así es. En el caso de María Teresa Fernández, desaparecida en Motril el 19 de agosto de 2000, los padres reunieron todos los indicios y concluyeron que lo más probable es que su hija fuera víctima de una acción criminal. Su lucha continúa porque necesitan recuperar los restos para darles un enterramiento honroso.
- Un lugar donde llorarles.
- 'Ay, si al menos supiera dónde llevarle flores', me dijo una madre en 'Quién sabe dónde'. Es la salida a la corrosión de la incertidumbre.
- ¿La necesidad de encontrar el cadáver es la última necesidad?
- El dolor necesita empadronarse en un lugar físico y reconocible.
- ¿De dónde sacan fuerzas los padres que protagonizan su libro?
- De algún un lugar desconocido para los que no hemos pasado por ese trance. El sufrimiento puede llevar a la desesperación, rabia, venganza... En su mayoría, ellos nunca actúan así. Les llamo 'estrellas de mar'.
- ¿Por qué?
- Es una metáfora. Estos animales marinos tienen la capacidad de reproducir sus órganos mutilados. Tiene mucho que ver con la amputación que sufren quienes pierden a hijos o hermanos y su capacidad para regenerar nuevas energías.
- ¿Nunca se dan por vencidos?
- No. Los psicólogos lo llaman resiliencia. Una resistencia íntima y una fortaleza increíble.
- ¿Por qué se niega a llamar antiguos los casos de larga duración?
- Aunque hayan pasado 20 o 30 años, siempre hay alguien que puede dar una pista. Se ha demostrado con muchos casos aquí y fuera de España. ¡Se resolvieron!
- ¿Hay casos sin resolver qué le siguen atormentando?
- El tormento lo sufren quienes padecen las desapariciones. Ejerzo un deber como ciudadano y periodista. No sé mirar para otro lado. El oficio de periodistas no es para cínicos.
- ¿Los medios de comunicación, salvo excepciones, trabajamos cada vez con mayor responsabilidad?
- Ha habido y hay distintos comportamientos. En la desaparición de Gabriel hubo una saturación informativa. Lejos de ser una manifestación positiva, por momentos resultó abusiva y lesiva. Manejo una norma de oro que se resume en dos principios.
- Adelante.
- Es clave no añadir más dolor al de la familia ni interferir en la investigación. Ambas deberían pesar en la conciencia de los periodistas.
- «Te parece que mis ojos te están mirando, pero se apagaron aquel día», le dijo una madre. ¿Cómo se quedó al escucharla?
- Te conmociona. La miras y es así, pero en la mayoría hay todavía una luz. La mayoría de familiares no quieren que se les catalogue de víctimas. Se ven como supervivientes.
- ¿Todos los desaparecidos fueron vulnerables en algún momento?
- Hay que luchar contra los tópicos de las desapariciones voluntarias. La mayoría responden a una situación insuperable en algún momento para esas personas.
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