Oligoplio cultural
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Unas pocas empresas dirigen nuestros gustos en el consumo de música, cine, televisión, libros y videojuegosLa existencia de un oligopolio en la oferta cultural global no es una teoría conspirativa. ¿Qué quiere decir esto? Pues simplemente que en esta contemporaneidad el consumo de cine, música, televisión, videojuegos o incluso libros cada vez está más dominado por unas pocas empresas que ... uniformizan y dirigen nuestros gustos. La teoría la ha elaborado Adam Mastroianni, un investigador de la Columbia Business School, con unas conclusiones que no tienen desperdicio. Vayamos al caso del cine, donde últimamente casi todas las películas más taquilleras no son sino precuelas, secuelas, 'spin offs' o expansiones creativas de universos cinematográficos previos. Hasta el año 2000, cerca del 25% de las películas más taquilleras eran de este tipo. Pues bien, desde entonces estas cintas han pasado de dominar el 50% de la taquilla hasta casi el 100% tras la pandemia.
Lo mismo pasa en la televisión, porque ya en el año 2000 alrededor de un tercio de los 30 programas más vistos eran producciones derivadas de otras o franquicias de series y 'reality shows' con formatos similares. Algo parecido es lo que ocurre en el mercado de la música, porque como ha demostrado Mastroianni la cantidad y la variedad de artistas que integran la lista del Billboard Hot 100 ha ido disminuyendo progresivamente durante décadas, concentrando los superventas en un grupo de artistas mucho más reducido y todo ello dominado por un oligopolio de empresas discográficas. Naturalmente, este oligopolio no implica ni la ausencia de calidad en sus productos, ni tampoco que se haya acabado la creatividad. De igual manera, no se trata de que la oferta se haya reducido, sino de que la diversidad ha menguado. De hecho, aunque la parte superior de la cultura más consumida es la derivada de un manifiesto oligopolio, en la parte inferior hay una maravillosa, amplia y diversa anarquía creativa. En ese magma alternativo está, precisamente, la esperanza de futuro para la cultura. En eso, claro, y en una libertad de consumo cultural no tanto dependiente de los algoritmos, sino de la inmensa curiosidad humana.
Música
Lee Brilleux murió dos días después de Kurt Cobain. Más longevo que Brilleux, Wilko Johnson falleció esta semana a los 75 años. Cobain fue el apóstol de la Generación X, mientras que Brilleux y Johnson fueron más bien prefacios para la generación del punk rock, saltando de la recalcitrancia en los pubs a los tours con ese grupo, Dr. Feelgood, una marca prestada de la ficción del servicio secreto de Kennedy. A Brilleux y a Johnson los vi a finales de los 70 en el Pabellón de Deportes del Real Madrid, estirando con gracia y furia aquel hit de Salomon Burke, 'Stupidity'. Brilleux era inquietantemente espasmódico, como Denis Hooper en 'Blue Velvet'; Johnson, un estilista del paseo desquiciado por el escenario que acabó en la historia por el original golpeteo en las cuerdas de su Telecaster. Desaparecidos los dos, queda el fulgor intermitente de las estrellas lejanas.
Museos
Estados ricos y modernos pero también autocráticos, con claras deficiencias democráticas y escasamente respetuosos con los derechos humanos. Pues sí, casi como una extensión del debate que se cierne sobre la celebración del Mundial de Qatar, también el quinto aniversario de la apertura de la filial del Museo del Louvre en Abu Dhabi está generando polémica. El gobierno francés ha respaldado plenamente la celebración de la instalación de su primer museo nacional en ese auténtico 'monopoly' cultural que es la Isla de Saadiyat, donde también se construye el futuro Museo Guggenheim. Para conmemorar los cinco años del Louvre Abu Dhabi no solo han viajado al emirato ministros y patronos de los grandes museos franceses, sino también la obra de Leonardo da Vinci 'San Juan Bautista'. El museo de Jean Nouvel ha sido ya visitado por 3,2 millones de personas. Todo un éxito. En los discursos de la conmemoración se aludió a la cultura universal, a los valores compartidos y a la diversidad. Muy bien, sí, pero la autocracia persiste allí, lo mismo que el escaso respeto a los derechos humanos.
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