Oficio de tiranos

En Vargas Llosa hay muchas veces teatro, le ha tentado antes. Su puesta en escena es sobria, viñetas vivas ante el sillón del mando, la obsesión. Dirige Carlos Saura, que diseñó la pantalla de ambientes y el vestuario. La versión de Natalio Grueso sintetiza un texto muy literario ya en origen, hilado en escenas discontinuas con paso de imágenes e intérpretes en primer plano, que casi hablan con el público.

Abren y cierran 'La fiesta del chivo' dos tiempos potentes. La aparición de Trujillo y su camarilla en que el dictador habla de sus artimañas con los militares, la Iglesia, los enemigos comunistas, o los sospechosos como el vasco Galíndez. Y sobre todos, otro momento crucial es la atroz violación que evoca el encuentro con Urania (Lucía Quintana), niña entonces. Echanove es el rostro, labios y manos del Trujillo que da compasión y asco, un fantoche enfermo, capaz de humillar a todos, temido, brutal mientras se acicala o perfila la raya del pantalón. Al otro lado Urania, una Lucía Quintana de matices, difícil. En un trabajo de grupo todos tienen relieve, David Pinilla, Gabriel Garbisu… Una evocación dura y sugerente.