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Juan Carlos Arroyo Urbina y Ángel Javier Pozuelo Gómez, ambos madrileños del 57, se conocieron en el barrio mucho antes de convertirse en Faemino y Cansado. Empezaron a hacer «performances, situacionismo, cosas muy locas» en el puesto del Rastro que tenía Javier Cansado. Después pasaron ... al Retiro. «La primera actuación fue en la puerta del Museo del Prado. Pintamos en las baldosas del suelo y voceamos a la gente que no entrara al museo, que viera nuestras pinturas. Cosas de chavales».
De aquello han pasado 39 años. Si damos por cierto el título del nuevo espectáculo que presentan en el Teatro Campos bilbaíno desde hoy y hasta el sábado, 'Quien tuvo, retuvo'. ¿Significa eso que se siguen sintiendo jóvenes o que no tienen repertorio nuevo? «El título se le ocurrió a Faemino», justifica Cansado, el portavoz del dúo. «Llevábamos cuatro años sin hacer un espectáculo, pero nos dimos cuenta de que quien tuvo cosas que contar las sigue teniendo. Es el show más divertido que hemos escrito nunca».
La pareja echa de menos la libertad e impunidad de sus comienzos. Como cuando reunían a una treintena de espectadores y, a mitad de función, opinaban que aquel no era un buen público y se piraban. «Éramos ácratas y la calle era libérrima, no había compromisos», añoran. «Pero ahora ganamos mucho más que pasando la gorra».
El secreto de su longevidad artística lo tienen claro: «Éramos amigos del barrio antes de dedicarnos a esto, no somos dos cómicos que se juntaron. Cuando empezamos, había muchas parejas. Ya solo quedamos Los Morancos, que son hermanos, y nosotros. El resto ha desaparecido». Faemino y Cansado han patentado un humor ajeno a modas y coyunturas, que ha inspirado a una nueva generación de cómicos. «Nos gustaría pasar a la historia con letra pequeña siendo realistas surrealistas», define Cansado. «Todo lo que contamos tiene que ver con la realidad cotidiana. No nos nutrimos del disparate, como Tip y Coll, que eran genios. Nosotros aportamos el barrio al absurdo, y eso nos hace sintonizar con gente de sitios dispares».
Los humoristas, en opinión de Javier Cansado, son «gente poco fiable», ya que por una sonrisa son capaces de cualquier cosa. Los «ofendiditos» que hoy hacen arder las redes cuando un chiste no les gusta, sostiene, han existido siempre. «Hace veinte años también quitaban un anuncio de la tele porque ofendía a la gente de los pueblos. La diferencia es que ahora esos ofendiditos tienen un medio de expresión que llega a directivos que se asustan. No saben que son cuatro, un porcentaje ínfimo». Los límites del humor para estos lectores de Kierkegaard están claros: «El Código Penal». Y, aunque ellos nunca han practicado un humor político ni beligerante, defienden que cualquier tema es susceptible de ser tomado a risa. Hasta el 'procés'. «Eso sí, cuanto más ofendas, mejor tiene que ser el chiste. Debes hacer algo magnífico para olvidarme de lo cabrón que eres».
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