Las nuevas promociones del cine vasco

La vitalidad de la producción no es ajena, en opinión de este gestor, al cambio en la mentalidad de quienes apoyan a las nuevas promociones. «Se ha pensado que la educación de los profesionales concluye y, a partir de ahí, la industria los asimila y, a lo sumo, se les dota con subvenciones», explica. «Pero no sólo hay que pensar en producir, el acompañamiento resulta esencial para crear y consolidar una carrera». Iniciativas como Ikusmira Berriak o Noka Mentoring pretenden esa continuidad gracias al compromiso del Festival de San Sebastián como plataforma de exhibición y de Tabakalera a la manera de laboratorio para la innovación.

La conjunción de buenas ideas y equipos técnicos y creativos radicados en Euskadi explica esta coyuntura según Diego H. Kataryniuk y David Pedrosa Morales, fundadores de la Escuela de Cine del País Vasco (ECPV), radicada en Bilbao. Empezó a funcionar en 2012 y es la más veterana de las tres con las que cuenta Euskadi. «Pedro Olea, Imanol Uribe y Álex de La Iglesia tuvieron que ir fuera para aprender, hoy contamos con especialistas en todos los ámbitos. Gran parte de aquellos que rodaron 'El hoyo' salieron de estas aulas», señalan. Añaden a esa feliz asociación la calidad de la factura, el apoyo del Gobierno vasco, las desgravaciones fiscales y eventos como el Festival de Cine de San Sebastián, Zinebi y Cortada, el certamen alavés dedicado al cortometraje, junto a las Film Comission que atraen rodajes de todo el mundo.

El reciente cine vasco cuenta con diversos hitos. 'El hoyo' se ha convertido en el mayor evento comercial, aunque la dimensión internacional ya se hallaba en el casting de 'El bosque de sombras' y 'Gernika', de Koldo Serra. El éxito nacional llegó con los diez Goyas obtenidos por 'Handia', la crítica favorable a la exquisita 'Loreak' y más recientemente los elogios que la serie '30 monedas' de Álex de la Iglesia ha conseguido en Estados Unidos. «Creo que ya somos conscientes de que no somos 'amateur' y existe un buen hacer sin complejos».

Pero el horizonte no está despejado. «Las carencias no son pocas», entre ellas la atomización del sector, la existencia de pequeñas empresas y diversas asociaciones gremiales. «Aspiramos a crear puntos de encuentro». El objetivo de las escuelas de cine es, a diferencia de la universidad, abandonar la rigidez curricular y crear fórmulas pedagógicas adaptadas al mercado, o impulsar programas de alfabetización y educación audiovisual «para que el público sepa lo que es verdad y lo que no, ayudarles a ver y comprender las imágenes».

Los directores de Moriarti Produkzioak, Kepa Sojo o Paul Urkijo, el más joven de esta nueva ola, tuvieron que abandonar el País Vasco en alguna fase de su carrera. «Ahora existe la posibilidad de estudiar y levantar proyectos aquí», apunta Amara Mosteiro, una de las promotoras de la Escuela de Creación Cinematográfica de Bilbao (ECCBI) que se instaló en Zorrozaurre el año pasado. Existen ayudas al desarrollo y producción, «pero debería haber más y de diferentes índoles. No pueden coincidir en la misma bolsa las ayudas a quienes ya cuentan con cuatro o cinco películas y a aquellos que empiezan», critica. «Se necesitan apoyos específicos a los nuevos creadores».

No somos distintos. Esta guionista y directora de fotografía no cree que se pueda hablar de un auge propio del cine hecho en Euskadi, sino de un auge del cine español, motivado por un incremento cualitativo en todos los ámbitos, y la mayor visibilidad de aquellas películas no urdidas necesariamente en Madrid o Barcelona. ¿Qué ocurre con la competencia actual y la que viene? «Yo creo que es buena, que a nosotros, como centro educativo, nos obligará a funcionar mejor y a que todos no hagamos lo mismo. Coexistir es interesante».

La llegada de Netflix, Amazon y HBO también tiene sus consecuencias. «Existe la convicción, tanto en el público como en el alumnado, de que las plataformas no son el futuro, sino el presente, y muchos ya piensan en el formato de serie como el territorio en el que trabajar». Tampoco caen en triunfalismos en estos tiempos de incertidumbre. «No hablaría de consolidación cuando nos encontramos ante cambios tremendos y no sabemos cómo quedará el panorama», alerta Carlos Muguiro, y recuerda que el cine vasco no es sólo producción, sino también exhibición. «La industria es una».

El presente está cargado de incógnitas y resulta complicado intervenir. «Hay nuevas formas de ver y producir, se ha producido una revolución tecnológica», indica. «Se nos hace muy difícil entender este mundo, porque asistimos a la mayor transformación desde que, hace ochenta años, se crearon las grandes compañías cinematográficas. Hay circunstancias internas, como la aparición de las plataformas, y sobrevenidas. ¿Qué futuro tienen los festivales cuando es arriesgado reunirse? El cine vasco no es una isla en un entorno tan globalizado».