El Guggenheim rinde tributo al Bilbao que superó guerras y epidemias

El museo inaugura una muestra con obras de artistas como Guiard, Iturrino y Losada que reflejan la pujanza de finales del siglo XIX

Jueves, 28 de enero 2021, 13:28

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El año coge vuelo hoy en el Guggenheim con una exposición que tiene magia. Es un viaje en el tiempo a finales del siglo XIX, cuando en Bilbao se cocían muchas cosas y no solo marmitako. Y todo porque en la cuenca minera de ... los montes de Triano había un mineral no fosfórico cotizadísimo. Así nacieron las grandes fortunas que no tardaron en fundar bancos, compañías de seguros, sociedades eléctricas, astilleros, navieras.... Una época burbujeante, con una clase comercial dinámica, que los artistas vinculados a la villa reflejaron con colores precisos, no exentos de humor, épica y sobre todo visión de futuro. No en vano Adolfo Guiard, Darío de Regoyos y Francisco Iturrino introdujeron en España el impresionismo y las vanguardias.

La muestra 'Bilbao y la pintura', que permanecerá abierta hasta agosto, abarca 27 obras concebidas a caballo entre los siglos XIX y XX. La burguesía pujante, el Athletic, la dignidad de los marinos, los excesos etílicos de la juventud más despreocupada, la permeabilidad entre el mundo rural y urbano..., todo eso y mucho más se puede ver en una antología de gran formato. Son piezas que llevan el sello de autores como Adolfo Guiard, Manuel Losada, Ramón de Zubiaurre, Ignacio Zuloaga, Gustavo de Maeztu, Aurelio Arteta, José Arrúe, Francisco Iturrino y Anselmo de Guinea. «¿Cuál es el objetivo? Que sea su mirada la que nos presente ese periodo histórico. Yo creo que son más certeros que muchos documentos notariales. Deberíamos rescatar el talante de esa época. Había solidaridad y espíritu de equipo», reflexiona Kosme de Barañano, comisario de la exposición, que cuenta con el patrocinio de Iberdrola. Una de tantas empresas que hunde «sus raíces en esas décadas de tanto ímpetu y espíritu de inventiva», recalca Rafael Orbegozo, asesor de Presidencia de la entidad eléctrica.

La Bilbaína, la Sociedad Filarmónica, el Bellas Artes, el Athletic, la Diputación foral, el Reina Sofía de Madrid... son algunas de las instituciones que han cedido pinturas imponentes para la exposición. Se han dispuesto en tres salas y no falta un espacio consagrado a la figura de Paco Durrio -«autor de una de las mejores esculturas del siglo XX en España, el 'Monumento a Arriaga'»- que en Francia actuaba como anfitrión y guía de los artistas españoles. Un hombre clave como cicerone.

París era la capital del mundo. Todas las corrientes rompedoras pegaban fuerte primero en Francia. La pincelada vibrante y con nervio se veía como el último grito. Una tendencia que cogió al vuelo Ramón de Zubiaurre: el perfil escultórico de su lienzo 'El marino vasco Shanti Andía, el Temerario' (1924) señala sin medias tintas al postimpresionismo. Aquel estilo calaba en Bizkaia y la Diputación foral tampoco dudó en adquirir 'Lavanderas de Arlés', de Gauguin, para dar todavía más lustre a los fondos del Bellas Artes. Así las cosas, Bilbao se apuntaba sin vacilar a la 'movida' del momento.

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«El Guggenheim se centra en los fundamentos de nuestro tiempo y, como suele decir Barañano, las mejores exposiciones son las que se ven de atrás hacia adelante. En el siglo XIX se sufrieron guerras y epidemias en la capital vizcaína, pero se salió adelante», enfatiza Juan Ignacio Vidarte, director general del museo. Si bien no era una exposición prevista para tiempos de coronavirus, no le cabe duda de que puede resultar « bastante ilustrativa». La estampa de 'Los garrochistas' (1912-1914), de Francisco Iturrino, adalid del fauvismo en España, todo luz y color, con una pincelada casi abstracta, despierta los sentidos. El trazo es seguro, sabe lo que quiere.

El inefable Kurding Club

Tampoco defrauda el toque personalísimo de José Arrúe, lo mismo en carteles taurinos que en su retrato de la plantilla rojiblanca. Cronista social del dibujo y la viñeta, era un observador muy agudo. No se le escapaba que el Athletic era una expresión de libertad y pertenencia. «El deporte integra todas las clases sociales, igual que el trasiego nocturno», deja caer Barañano. Esa amalgama vivencial y desinhibida se observa con nitidez en los paneles que Ignacio Zuloaga ('El amanecer'), Manuel Losada ('Las walkirias') y Anselmo Guinea ('La fuente de la salud') concibieron en su día para el Kurding Club. Los tres eran miembros del colectivo, fundado en 1894, y captaron su espíritu a la perfección. Es sabido que más allá de las tertulias, veladas musicales y exposiciones, en esa sociedad recreativa no faltaban las buenas curdas (de ahí el nombre).

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La expresividad también se enseñorea pero con un cariz muy distinto del tríptico 'Lírica y religión' (1922), de Gustavo de Maeztu. Es un tributo a los más de 200 arrantzales que murieron en Bermeo por la galerna del 20 de abril de 1878. La audacia del color y la rotundidad del dibujo, con los remos apuntando al cielo, causan la zozobra justa y necesaria.

La última sala de la exposición gira en torno a las danzas y el folklore, con lienzos como 'Danzas suletinas' (1956), de José María Ucelay, que elevan el paisaje y paisanaje a obra de arte. «Aquí se constata que los esfuerzos del catedrático de Antropología Telesforo Aranzadi, muy activo desde finales del siglo XIX, dieron sus frutos. La etnografía se empezó a estudiar en serio gracias a expertos como él», apunta Barañano.

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En 1936 la Guerra Civil echó por la borda un sinfín de proyectos y, al término de la contienda, se dio marcha atrás. El 'Tríptico de la Guerra' (1937-1938), de Aurelio Arteta, refleja el desastre y el dolor con crudeza. Y, sin embargo, no se apagó del todo la llama del progreso. Algunos contribuyeron a mantenerla viva. Una actitud, la de metas claras y permanente colaboración, que puede servir de modelo. Esa es la conclusión que subraya Vidarte: «No es una exposición nostálgica. Todo lo contrario».

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