Este niño es un genio

Día del niño y del arte ·

También los grandes artistas tuvieron infancia, a veces complicada. Un libro recoge su pasado, repleto de anécdotas

Miércoles, 15 de abril 2020, 03:27

Es fácil intuir que de niño a Vincent van Gogh le gustaba dibujar. Lo que no todo el mundo sabe es que fue su madre quien le regaló sus primeros lápices de color con la idea de ampliar sus aficiones. El crío pasaba demasiado tiempo ... a solas, observando aves y recogiendo escarabajos que después clavaba etiquetados en cajas. No tenía amigos. Su comportamiento áspero y su aspecto estrafalario, ceño fruncido bajo el ala de un sombrero de paja, no alimentaban la popularidad del futuro artista. Además disfrutaba escapándose de noche, cuando se avecinaba tormenta. En una ocasión acabó a diez kilómetros, con la ropa desgarrada y los zapatos deshechos. El susto para la familia fue mayúsculo, pero es lo que tienen los genios: desde infantes se hacen notar.

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El libro 'Niños artistas' (Siruela), escrito por David Stabler con ilustraciones de Doogie Horner, narra la infancia de diecisiete grandes creadores que no lo tuvieron fácil en sus primeros años. A la pintora Emily Carr, por ejemplo, también le dio por bichos y excentricidades. Pasear a su mono javanés, Woo, en cochecito de bebé fue una de las muchas que mantuvo de adulta. A pesar de la esmerada educación que pretendía convertir a aquella niña díscola en una dama, ella se empeñaba en rebozarse en barro junto a los cerdos, vestir a estrellas de mar y animales con los trajes de sus muñecas o pintar sobre sus uñas diminutos rostros en los que su estirado colegio no veía arte sino desobediencia. Con una madre enferma y un padre obligado a viajar por negocios, siempre se refugió en la naturaleza y los dibujos.

El creador de Snoopy, en cambio, se pasaba las frías tardes de invierno trazando en el vaho de la ventana escenas con el dedo. Aquella rutina no pasó desapercibida a su padre, amante de las tiras cómicas de los periódicos. Decidió comprarle una pizarrita que llevaba siempre consigo. En ella plasmaba Charles Schulz cuanto veía, hasta que cambió la tiza por afilados lápices que agujereaban los bolsillos de su pantalón. Sparky, como le llamaban, era un chico tímido, hasta que ganó confianza al comprobar que sus compañeros hacían cola para que les decorara sus carpetas. Con catorce años idearía la viñeta de un can publicada en más de trescientos periódicos del mundo. No se trataba de Snoopy sino de Spike, su perro. Carlitos y su pandilla llegarían algo más tarde.

Del lujo a mendigar comida

La de Yoko Ono fue una niñez fácil, hasta que dejó de serlo. Miembro de una familia japonesa acomodada, disponía de treinta criados que debían entrar y salir de su habitación de rodillas. Educada en los mejores colegios, su madre le enseñó a pintar aunque, autoritaria como era, solía hacerle los deberes. Un mal día nubes de guerra encapotaron el cielo nipón y ambas tuvieron que trasladarse a una diminuta vivienda al sur entre maizales, donde acabarían mendigando comida. Finalizado el conflicto regresó a su privilegiado estatus, incluso compartiría clase con el príncipe Akihito, hijo del emperador. Pero Yoko ya había comprendido lo que significaba la guerra, y se convirtió en artista de profesión y pacifista de convicción.

A otro de los grandes, Andy Warhol, lo de ser aclamado como rey del arte pop le llegaría madurito. Antes tuvo que superar los apuros de unos padres, inmigrantes de Los Cárpatos, a los que a veces no les quedaba comida para alimentar a la prole. A falta de perro, el niño encumbró como mascota a una gallina. La dejó en su diminuta casa el primer día de colegio, en el que el bofetón propinado por otra alumna le animó a no regresar jamás. Durante un tiempo atendieron su deseo: a cambio su madre, aficionada a las manualidades, le enseñaba a apreciar el arte en su cocina.

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Andy pintaba cuando sus hermanos jugaban al béisbol. Veía películas en el cine del barrio mientras ellos terminaban sus deberes. Pero el chollo se acabó a los seis años: debía volver a la escuela. De aquella obligación solo adoraba el almuerzo, degustar la sopa Campbell's que marcaría su obra. Una fiebre reumática le amarró de nuevo a su cama y volvió a dibujar. Hasta que los ahorros familiares le permitieron ampliar su educación artística y convertirse en icono internacional. Algo a lo que llegaron, por distintos caminos, el resto de los protagonistas de este libro.

Grandes historias

  • Frida Kahlo Comenzó a practicar boxeo, fútbol y lucha libre para superar una poliomielitis infantil.

  • Pablo Picasso Una de sus primeras obras fue un retrato de su hermana pintado con yema de huevo.

  • Claude Monet Cuando era niño le paraban por la calle para solicitarle sus famosas caricaturas, a diez francos cada una.

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