Una imagen del documental 'Woodstock', con el atasco de tráfico y los asistentes que se vieron obligados a llegar andando al festival. christophel collection

Woodstock en el salón de casa

Fracasa el intento de hacer un festival conmemorativo en el 50 aniversario, pero llega la primera edición discográfica oficial de lo que se escuchó allí

Jueves, 1 de agosto 2019, 00:18

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Faltan componentes tan esenciales como el sexo y las drogas, los atascos y la lluvia, pero podríamos decir que la nueva versión discográfica del festival de Woodstock es lo más cercano a la experiencia real que se ha editado hasta ahora. Se trata de un ... monstruo comparable en su desmesura con el evento mismo: treinta y ocho cedés que incluyen 432 canciones (es decir, todo lo que se interpretó en Woodstock excepto tres temas), de las que nada menos que 267 permanecían inéditas, inmunes a la fiebre retrospectiva que ha rodeado cada aniversario redondo del festival. Desmoronado el proyecto de un festival Woodstock 50, la convocatoria que pretendía conmemorar a mediados de agosto el medio siglo transcurrido desde el original, y que anoche fue cancelado, la ambiciosa caja que lanza mañana el sello Rhino se presenta como la celebración más respetuosa con el espíritu y la música de aquellas tres jornadas irrepetibles. Eso sí, a un precio de 715 euros.

Hendrix, durante su actuación en Woodstock. henry diltz/afp

La iniciativa discográfica es sorprendente por dos razones, en cierta medida contradictorias. Por un lado, resulta llamativo que un evento musical de hace cincuenta años conserve el tirón suficiente para justificar un artefacto de tal calibre, por mucho que sea en una edición limitada a 1.969 copias. La existencia de la caja ratifica de algún modo la condición mítica del evento, una apuesta que podría haber concluido en desastre pero, contra todo pronóstico sensato, se convirtió en leyenda y símbolo de una época. Por otro lado, choca que tantísimo material grabado en el festival permaneciese fuera de las ediciones oficiales, localizable solo en versiones piratas.

El mérito de que exista 'Woodstock - Back To The Garden', que así se titula la caja, corresponde al productor y 'desenterrador' de tesoros Andy Zax. Hace catorce años, en un almacén de la discográfica Warner, Zax se topó con un montón de cajas que contenían las cintas grabadas durante el festival, por las que nadie parecía mostrar mayor interés. Era un material caótico, que ha requerido años para ordenarlo, editarlo y, en algunos casos, restaurarlo de manera cuidadosa y prudente: «Es el equivalente sonoro a los tomates autóctonos: ligeramente imperfectos, pero deliciosos», ha comparado Zax.

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Tuvo que enfrentarse, por ejemplo, a lo que él llama 'la maldición del primer tema', todos aquellos conciertos en los que la voz del cantante arrancó inaudible porque ni siquiera le habían conectado el micrófono, y bordeó la desesperación con casos como el del 'set' de Sly & The Family Stone, seccionado caprichosamente en un centenar de fragmentos de cinta. Entre los hitos del cartel, Zax destaca la actuación de Creedence Clearwater Revival, que hasta ahora jamás se había publicado entera: el grupo siempre ha guardado mal recuerdo de tocar ante una multitud de zombis embarrados que tardaron más de media hora en reaccionar. Parecían, en palabras de John Fogerty, una ilustración del 'Infierno' de Dante.

La calidad del ácido

¿Cuáles son los tres cortes ausentes que impiden hablar de un Woodstock completo? Uno de ellos no parece muy relevante: ha sido imposible recuperar una canción del grupo Sha Na Na, que sencillamente no estaba grabada. Los otras dos, en cambio, corresponden a la actuación estelar que cerró el festival, la de Jimi Hendrix. Los herederos del artista siempre han invocado «razones estéticas» para vetar la publicación de los dos temas que cantó el guitarrista rítmico Larry Lee; en concreto, su composición propia 'Mastermind' y un 'medley' de dos piezas de Curtis Mayfield. El concierto de Hendrix ocupa el penúltimo cedé de la colección (ya que el último está dedicado a comentarios del público y anuncios desde el escenario) y contiene los cuatro minutos que sirven como emblema de Woodstock y de la contracultura de los 60 en general: la interpretación estruendosa y electrizante que hizo el guitarrista del himno estadounidense. Es el momento que evoca la mayoría de los asistentes, aunque muy pocos lo presenciaron. Hendrix estaba programado para la medianoche del domingo, pero las tormentas retrasaron su aparición hasta las ocho y media de la mañana del lunes, cuando ya se había producido una deserción masiva y solo permanecían en la explanada unos 30.000 espectadores, según las estimaciones menos complacientes.

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Parte de los espectadores del festival. ap

Más allá de estas treinta y seis horas de música, ¿qué queda en nuestros días de Woodstock? Las 400.000 personas que convivieron pacíficamente en un campo de alfalfa, flemáticas ante el azote meteorológico y la falta de suministros, adquirieron muy pronto una fuerza simbólica que ha perdurado: sirvieron como demostración de que, en plena guerra de Vietnam, era posible organizar una sociedad armónica a partir de valores alternativos, aunque solo fuese durante «tres días de paz y música». Woodstock se entendió como la cristalización del sueño hippie, un motivo para confiar en un futuro de fraternidad y altruismo, y en cierto modo continúa significando exactamente lo mismo cincuenta años después, por mucho que el optimismo de entonces se haya marchitado: es un camino que la Humanidad no tomó, pero que muchos seres humanos siguen teniendo abierto en sus mentes. Y, por supuesto, es un icono de los movimientos que han heredado algunos de los postulados de aquella juventud idealista, como pueden ser el antimilitarismo o el ecologismo. «Los 60 tuvieron un resplandor especial, una mezcla de ingenuidad y exploración, un entusiasmo por el futuro que ya no existe», ha comentado con cierta amargura Graham Nash, que actuó en Woodstock junto a sus compañeros Crosby, Stills y Young.

Los herederos de Hendrix siguen vetando la edición de los dos temas de su concierto que no cantó él

La ausencia

Lo que parece evidente es que, por mucho que tengamos todas las canciones y hasta los avisos que se hicieron desde el escenario sobre la dudosa calidad de algunas remesas de ácido, nos resultará muy difícil imaginar las sensaciones de quienes estaban experimentando en directo aquella gloriosa anarquía. El periodista gallego Manuel Sicart -muy probablemente, el único español que asistió al festival- resumía así sus recuerdos en una entrevista con Radio Exterior: «La gente se dedicó a sexo, drogas y rock and roll, fue la mayor orgía en los tres aspectos».

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«La gente se dedicó a sexo, drogas y rock and roll, fue la mayor orgía en los tres aspectos»

La cifra

  • 400.000 espectadores se estima que asistieron al festival. En realidad se celebró en Bethel, a 70 kilómetros de Woodstock, y tocaron artistas como Janis Joplin, Santana, The Who, Jefferson Airplane, Hendrix, CSN&Y, Grateful Dead, Joe Cocker, Joan Baez y The Band.

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