Willis Drummond, adaptados a la pandemia

Willis Drummond han organizado un finde con dos bolos el viernes en Berriz (72 butacas de aforo reducido) y otros dos el sábado en Vitoria (120 sillas en la Jimmy Jazz), los cuatro con todas las entradas vendidas en la anticipada. Y son conciertos perfectamente adaptados a estos tiempos pandémicos, con el público sentado y separado, al igual que los cuatro músicos, que respaldados por el novedoso Vincent Bestaven, alias Botibol, a las teclas, las guitarras y los coros, han preparado un repertorio electroacústico de sonido crepuscular, noventero y reflexivo.

El viernes en Berriz, en el segundo pase, el de las 7.30 (el primero fue a las 5.30), tocaron 14 canciones (la mitad del último álbum) en 73 minutos, y no pudieron dar el solicitadísimo bis porque el tiempo (cronológico) lo impidió. Con una acústica estupenda, la predisposición del público que les ovacionó al terminar cada interpretación y una correcta mesura a la hora de eliminar vórtices eléctricos y sustratos ruidosos de tantas de esas canciones en los discos (incluso borraron los posos industriales del tema titular, el ajedrecístico 'Zugzwang'), Willis Drummond supieron crear la atmósfera correcta para una propuesta que no parece ni impostada ni resignada.

Con el foco de atención puesto sobre su cantante Jurgi Ekiza (le vimos en solitario hace dos sábados en Ugao y este viernes en Berriz tuvo cuatro guitarras a su alcance) y con coros e importancia instrumental y visual de los otros tres componentes, el baterista Felix Buff, el bajista y gracioso presentador ocasional Xan Bidegain y el nuevo Botibol (además de las teclas dispuso de tres guitarras), Willis Drummond mantuvieron la conexión con el público en todo momento.

Siempre se les escuchó con atención, desde cuando sonaron muy noventeros (la apertura con su nuevo single, 'Ane / Nahi ta nahi ez') hasta cuando avizoraron el rock americano alternativo ('Ur gainean', con trabajo a la guitarra slide de Botibol reminiscente de los guerniqueses Audience), pasando por cuando afilaron el reggae ('Noiz da gero?'), sonaron narcóticos a lo Lou Reed ('Lurrunaren atzean', con pasaje furioso a lo Nirvana), rozaron lo gótico ('Behin baziren', algo 16 Horsepower, con epílogo también noventero a lo Alice In Chains), se marcaron un blues minimal ('Hondamendi hontan'), fragmentaron una misma canción (las dos partes de 'Galdera(k)'), lanzaron un evidente guiño a los Strokes mediante la labor guitarrística de Botibol ('A ala B'), asimilaron el folk-rock recogido ('Bigarren aukera'), cruzaron un par de veces consecutivas a The Cure con Berri Txarrak (en 'Oraintxe bertan' y de la misma en 'Joan ikustera'), dejaron ver el influjo de Negu Gorriak ('Lehentasuna') y, tras dar Xan la bienvenida a todos los refugiados a Euskal Herria, se despidieron con un tenso hardcore ('Ilegala').

Y la gente pidió bis con ahínco, pero el grupo salió para avisar que no había tiempo. Hum, como se adelante el toque de queda los conciertos de van a celebrar a la hora del té, a las 5.