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El horror. El horror. El horror. Así empieza 'Tosca', con el hachazo de tres acordes y el tritono que en la Edad Media llamaban 'diabulus ... in musica', no porque remitiera al demonio sino por su carácter profundamente disonante. Chirría y desestabiliza. Deja en vilo al oyente. Una sensación que en esta ópera de Puccini se asocia al régimen de terror liderado por el barón Scarpia que planea como ave de rapiña sobre el drama de Tosca. Corrupto, sádico y maníaco sexual, Scarpia es un rol que muchos tenores (como admitía el gran Giuseppe Di Stefano) desearían cantar. Encarna el Mal en plenitud. Goza con el poder y el dolor ajeno. Para cualquier artista es un reto mayúsculo.
Anoche el barítono italiano Gabriele Viviani se aplicó a fondo, con un fraseo cuidado y acentos al rojo vivo. En la primera función de las programadas por la ABAO en el Euskalduna, fue el intérprete con el rendimiento globalmente más equilibrado. Mejor que el tenor Roberto Aronica (Mario Cavaradossi) y la soprano Oksana Dyka (Tosca) –su mujer en la vida real–, muy entregados pero sin tanto acierto vocal. El verismo de Puccini exige también refinamiento y control en la emisión. No basta con clavar los agudos en las arias de campanillas, que apenas son tres y no se prolonga cada una más de 35 compases. La partitura ronda los 2.000 y hay que hacer justicia a toda la música.
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Viviani como el pérfido Scarpia no tiene arias gloriosas, pero mostró solvencia desde el principio (mala idea, eso sí, la de hacerle cantar al fondo del escenario en ese momento). De timbre grato, tiene una voz bien proyectada, que se pliega al canto hablado y gana en opulencia si es necesario. Fue convincente en la escena del 'Te Deum', arropado por el Coro de la Ópera de Bilbao y Leioa Kantika Korala, sin flaquear ante el tsunami sonoro. También mostró el grado justo de bestialidad cuando alardea de apetitos insaciables ('Ha più forte sapore la conquista violenta' / Tiene más sabor la conquista violenta) y no sospecha ni remotamente que le asestarán tres puñaladas muy merecidas.
Ambientada en junio de 1800, la trama de 'Tosca' abarca un lapso de menos de 24 horas, de la mañana del martes 17 al amanecer del miércoles 18. Eran tiempos de opresión, tortura y muerte en Roma, bajo el yugo de la reina María Carolina, hermana de María Antonieta. Miles de personas abarrotaban las cárceles; entre ellas, artistas, científicos y filósofos. Pese a todo, la facción bonapartista todavía soñaba con el poder: la irrupción en pleno 'Te Deum' de un grupo de revolucionarios es una ocurrencia muy lograda del director de escena argentino Mario Pontiggia.
El montaje es preciosista y verosímil. La iglesia de Sant'Andrea della Valle; el palacio Farnese y la terraza del castillo de Sant'Angelo se identificaban con todo lujo de detalles. El vestuario de Francesco Zito y la iluminación de Bruno Ciulli sacan todavía más lustre a las estampas de los tres actos. Es un montaje que data de 2008 y ha gustado especialmente en Japón, fuera de Francia, Italia y España. Grandilocuente y tradicional. Con ese telón de fondo, los 68 músicos de la Orquesta Sinfónica de Bilbao pintaron el panorama con trazos muy nítidos, a las órdenes de Pedro Halffter. El director madrileño apostó por las texturas ricas y diversificadas (muy acertado en los pasajes descriptivos) en una partitura que no revolucionó el lenguaje musical, pero admiró a los modernos. Los ecos de 'Tosca' se pueden rastrear en óperas como 'Salomé', 'Wozzeck' y 'Peter Grimes'.
La BOS se caldeó en los momentos más sensuales, bajó a los infiernos cuando era necesario y se redujo a la mínima expresión para arropar a un condenado a muerte. Los cuatro chelos y dos violas que acompañan antes de su fusilamiento al pintor Mario Cavaradossi, un idealista partidario de las fuerzas napoleónicas, siempre producen el impacto deseado. El tenor italiano Roberto Anorica, de voz estentórea y poco sutil, se esmeró en transmitir emociones y hacer verosímil la evolución de un personaje que en principio no estaba llamado a ser un héroe. Su grito de 'Vittoria', después de haber sido torturado por los esbirros de Scarpia, electrizó el ambiente pero más allá de los agudos no estuvo especialmente afortunado.
Poco refinado en los recitativos, se echó en falta más elegancia y abandono mórbido en el canto. Desaprovechó el bombón que es el aria 'Recondita armonia', aunque al final se enmendó con 'E lucevan le stelle' (Y brillaban las estrellas), un adiós a la vida que exige muy buen control de la respiración. Cavaradossi actúa como un kamikaze, no busca el sacrificio. Tiene el destino de un Tristán mediterráneo. Más que un mártir de la causa bonapartista, se trata de un hombre enamorado. Y el objeto de su pasión es nada menos que Floria Tosca, una diva dentro y fuera de los escenarios, ingenua y cercana al poder, adorada por la reina María Carolina y ajena a las ansias de libertad de su amante.
La soprano ucraniana Oksana Dyka lleva más de 20 años con este papel en su repertorio y lo tiene sobradamente interiorizado. Siempre se ha sentido cercana a la obra de Puccini. Tiene la anchura vocal y decibelios precisos, pero anoche en el rol de Tosca se apreció cierto descontrol del instrumento y desajuste en la afinación. Pese a todo, las tablas se notan. Echó el resto en los momentos de intensidad dramática (el 'non posso più' desgarrado del segundo acto, que musicalmente parece sugerir unas manos retorcidas por la angustia) y estuvo inspirada en el aria 'Vissi d'arte' (Viví del arte), un oasis espiritual en el segundo acto, cargado de brutalidad y crueldad.
Los tres protagonistas mueren de forma violenta y hay un cuarto –detonante de la tragedia–, que también acaba mal. Se trata de Cesare Angelotti, el excónsul de la República romana (1798-1799), que fue estado satélite de Francia. Este personaje aparece al principio en la iglesia de Sant'Andrea della Valle, huido de la cárcel del castillo de Sant' Angelo. Ahí se encuentra con Cavaradossi, que está pintando un retrato de la Virgen con los rasgos de la hermana de Angelotti. Todo se enmaraña: Cavaradossi le ayuda, Tosca siente celos de la hermana de Angelotti y Scarpia mueve hilos para martirizarles.
Sin Angelotti, no hay historia. Rol breve pero crucial. Anoche lo abordó con intensidad y buen gusto el bajo mexicano Alejandro López, en la senda de ilustres colegas como Samuel Ramey. Cada compás cuenta en obras maestras como 'Tosca'.
En 'Tosca' hay una referencia que explica dos celebraciones opuestas: en el primer acto se festeja la victoria de los austriacos en la batalla de Marengo (14 de junio de 1800), al noroeste de Italia, pero después se desvela que han ganado los franceses. ¿Cómo cambió el desenlace? Por los bríos de Louis Charles Antoine Desaix. El propio Napoleón daba por perdida la batalla y enseguida se corrió la voz de su supuesta derrota; la intervención de Desaix que acudió en su ayuda, no obstante, dio la vuelta al resultado. Al ser interrogado el joven militar francés por las perspectivas de triunfo, su respuesta galvanizó a las tropas: «Esta batalla está perdida, pero hay tiempo para ganar otra». Desaix murió en ese combate. Tenía 31 años.
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