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Cuando cierre el 'Tutto Verdi', dentro de un año, Bilbao se convertirá oficialmente en la ciudad más verdiana lejos de Italia. A poco más de ... 500 kilómetros, Barcelona es la urbe más wagneriana fuera de las fronteras de Alemania. Y, sin embargo, la historia de ambas ciudades parecía encaminarlas a lo contrario. Cataluña y media Italia pertenecieron durante siglos a la Corona de Aragón y el puerto de Barcelona ha tenido un contacto continuo con ciudades asomadas al mar Tirreno. Mientras, la Villa se relacionaba más con el norte y el centro de Europa. Pero las cifras de la programación de la ABAO no pueden ser más elocuentes: hasta hoy, 305 representaciones de Verdi por 46 de Wagner. Aunque en este momento el Liceu tenga 'Aida' en cartel y en el Euskalduna se estrene hoy 'El holandés errante', ambas ciudades refuerzan cada año su raigambre lírica. Unas raíces que llevan a comienzos del siglo XX para entender la aparente contradicción.
La realidad es esta, pero bien pudo haber sido otra. Porque, como cuenta María Nagore, especialista en Historia de la Música y autora de varios trabajos sobre orquestas, grupos y promotores en Bilbao desde el siglo XIX, el Teatro Nuevo (enseguida pasó a llamarse Arriaga) se estrenó en 1890 con 'La Gioconda' de Ponchelli pero pocos meses más tarde programó 'Lohengrin', con tal éxito que se repitió al año siguiente. Es cierto que Wagner había muerto siete antes y que su ópera se había estrenado en 1850. Pero el retraso respecto de Madrid (estreno en 1880) y Barcelona (1882) no fue excesivo.
Era un buen comienzo que no tuvo continuación. Explica Nagore que la ópera entró en crisis a partir de 1895 y fue sustituida por la zarzuela, que prontó gozó del favor de un público numeroso. Por eso, hasta la Guerra Civil, Wagner solo estará en los atriles de la nueva Orquesta Sinfónica. Eso sí, con mucha frecuencia. Entre 1922 y 1936, el compositor alemán fue de lejos el más interpretado por la formación: un total de 116 veces, muy por delante de Beethoven (79), Rimski-Korsakov y Mozart.
Será un espejismo. Primero porque los artistas de vanguardia ya habían vuelto sus ojos en los años veinte hacia Francia, y eso fue oscureciendo poco a poco todo lo que tuviera que ver con Alemania. Luego, tras el final de la Segunda Guerra Mundial, porque Wagner fue asociado al nazismo y por tanto se convirtió en un autor a evitar. A eso, como apunta Joseba Lopezortega, editor de 'Klassikbidea', se suma una burguesía «menos evolucionada culturalmente que la catalana, menos audaz, quizá por poseer una menor masa crítica».
Una burguesía, que es quien sostiene la ópera, que «idolatra las voces», añade, lo que hace que la tradición se asiente sobre ese estilo, que encarna a la perfección la ópera italiana, con Verdi como mascarón de proa. Y, como tantas veces sucede, en ese caldo de cultivo se produce otro hecho solo parcialmente fortuito que terminará por sentar las bases de la pasión bilbaína por la «ópera italiana en general y Verdi en particular», matiza Cesidio Niño, director artístico de la ABAO. Sucedió que los fundadores de la Asociación, que nació en 1953, vieron más fácil ir a Italia a conectar con agentes artísticos para poder cerrar las primeras funciones de su temporada inicial. Allí tejieron enseguida una red de relaciones con todos ellos, que les proporcionaron contratos con grandes nombres de la lírica: casi en su totalidad italianos que cantaban en su lengua el repertorio con el que habían crecido. «Incluso -añade Niño-, se programaron una 'Carmen' y algún título del repertorio ruso en sus versiones en italiano».
La dependencia de esos cantantes y agentes dio pie a un dominio del repertorio verdiano que se extiende hasta hoy. Un dato lo explica todo: en la primera temporada se programaron diez títulos (una función de cada uno), y cinco de ellos eran de Verdi: 'Aida', 'Rigoletto', 'Il Trovatore', 'Un ballo in maschera' y 'La Traviata'.
La 'italianización' de la ABAO llegó a tal extremo en esos años que la primera obra de Wagner que programaron, en 1965 (durante doce años ignoraron a uno de los nombres mayores del género), fue 'Lohengrin', que se dio en una versión en italiano. Hay que esperar casi dos décadas, hasta 1983, para que el compositor alemán vuelva al escenario de la ABAO, de nuevo con 'Lohengrin'. Mientras tanto, Verdi reinaba año tras año en el escenario del Coliseo.
¿Y en Barcelona? De entrada, la identificación entre Montsalvat (donde creen que puede encontrarse el Santo Grial, tema central del libreto) y Montserrat en 'Parsifal', la última ópera de Wagner, juega claramente a su favor. Pero hay circunstancias de mayor peso. La Renaixença, el movimiento que impulsó el catalán y la cultura autóctona hasta la modernidad, «tiene que ver con cierta estética wagneriana», describe el crítico Luis Suñén, exdirector de la revista 'Scherzo'. Tanto Wagner como la Renaixença, añade, «están a la búsqueda de unos orígenes y una mitología que incluso se inventa, literaria y musicalmente». La ciudad mira hacia el Modernismo, apunta Lopezortega, y en ese momento, justo entre dos siglos, la cultura alemana y Wagner lo encarnan mejor que nadie.
A eso se suma que coincidieron en Barcelona varios directores musicales muy wagnerianos. Y un factor crucial: la Ciudad Condal se encontraba a finales del XIX y principios del XX en plena eclosión artística y el Jugendstil que imperaba en todo el área germánica recibe una gran acogida. Sumemos la presencia de dos figuras esenciales y el cóctel estará completo. Esas dos figuras, recuerda Aina Vegas, del Club Wagner de Barcelona, son el poeta y agitador cultural Joan Maragall, «gran melómano, admirador de la poesía alemana y wagneriano de pro»; y Felipe Pedrell, compositor, llamado 'el Wagner español' y traductor y adaptador de unos cuantos libretos de sus óperas.
«Eran todos muy germánicos, y qué hay más germánico que Wagner», explica tajante Vegas. Para demostrarlo aporta otro dato: las dos únicas salidas que el festival de Bayreuth ha hecho fuera de su sede han sido a Barcelona. En 1955, llevaron varias producciones a Montjuic, con escenografía completa. En 2012 hubo cinco jornadas wagnerianas, en este caso solo con orquesta y directores.
No se puede afirmar tajantemente, pero no es fácil que algo así hubiese sido posible en Bilbao. Incluso en Madrid. Como dice Luis Suñén, el público de la capital, «como el de Bilbao, es más de voces; y en Wagner hay más historias, y las voces se funden con la orquesta». Eso sin contar con la complejidad de la música y la longitud de las óperas del alemán. Cuando se programan algunos de sus títulos más largos, en el Liceo comienzan la función a las cinco de la tarde. Algo que en Madrid y en Bilbao no parece aceptable por parte de su público.
Wagner en la ABAO
46
representaciones de ocho títulos diferentes, hasta hoy. De las obras que componen el llamado 'canon de Bayreuth', están aún sin representar 'Los maestros cantores de Núrenberg' y 'Parsifal'. Los títulos que están fuera del 'canon' son muy poco interpretados salvo en Alemania. De hecho, 'Rienzi' (la más conocida) no fue estrenada en Barcelona hasta 1951.
son las dos óperas más representadas en la ABAO, con tres producciones cada una. La que se estrena hoy será la cuarta de 'El holandés'.
Retraso. Wagner no se programó hasta 1965, doce años después de la creación de la ABAO.
Verdi en la ABAO
305
representaciones, para un total de 29 títulos. Solo queda una ópera de Verdi por representar en los ciclos de la ABAO: se trata de 'Alzira', que el próximo octubre cerrará el ciclo 'Tutto Verdi'.
Un aficionado a la ópera de cierta edad ha podido ver en Bilbao varias producciones de 'Rigoletto', porque desde 1953 se han dado 29 funciones. Le siguen 'La Traviata' (26), 'Nabucco' (24), 'Il Trovatore' (23) y 'Aida' (22).
El origen. Ya en la primera temporada de la ABAO, de los diez títulos programados cinco eran de Verdi.
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