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El quinteto, con mascarillas, en 'Bella ciao'. CARLOS Gª AZPIAZU
Música en Bilbao: La verbena transversal de Strad
Música en Bilbao

La verbena transversal de Strad

El Violinista Rebelde, ¡y monologuista malikiniano!, presentó en el agotado Campos su debut, 'Mundos opuestos', contentando a las damas (adaptaciones de Rocío Jurado, Sinatra…) y sorprendiendo a los roqueros (de Nirvana, Extremoduro, Bon Jovi…)

Óscar Cubillo

Lunes, 18 de enero 2021, 11:48

Entradas agotadas en el Teatro Campos para ver el domingo al virtuoso Strad, El Violinista Rebelde, alias de Jorge Guillén, quien el sábado actuó en Torrelavega con el cuarteto barroco efectista 'Maestrissimo'. Pero el domingo, antes de la final de la Supercopa, por fin pudo estrenar en Bilbao el primer disco de su proyecto amplificado y personal, 'Mundos opuestos' (lo estamos oyendo en Spotify https://open.spotify.com/album/2LU3xi20XGManhsZ8dZiRx mientras tecleamos y resolvemos dudas), pues el primer intento, previsto para noviembre, se aplazó debido a las cuitas del covid.

Lo estrenó en quinteto enmascarillado todo el rato, montando una fiesta inmediata y cumpliendo todas las expectativas respecto a la influencia en su personaje de Ara Malikian, para quien antaño Strad tocó en varias de sus formaciones («ah, fue esbirro de Malikian», comentó por wasap con la acritud que le caracteriza el amigo Óscar Cine), y a quien en escena emuló en la estética chocarrera, en algún tatuaje, en los contrastes estilísticos entre los marasmos delicados y los vértigos exhibicionistas, y, sobre todo, en los monólogos humoristas presuntamente autobiográficos que intercaló en el mismo tono que su exjefe libanés.

Jorge Guillen con mascarilla, tocado capilar y uno de sus atavíos. CARLOS Gª AZPIAZU

Además, Strad no defraudó en su repertorio, en el fondo y en la forma un pastiche, una combinación de clichés, una legítima apropiación como la que acusan a Rosalía respecto al flamenco (Strad versionó el 'Sos' de Mayte Martín), una verbena transversal y exitosa plagada de melodías reconocibles (y lo de verbena no es despectivo, ¿eh?). «Ha sido un concierto tributo», dijo el fotero Azpiazu saliendo por la puerta del Campos Elíseos tras un show de 16 piezas en 89 minutos con ganchos para todos los públicos (o sea transversal, mainstream que dicen los yanquis), desde la gente mayor ('Como una ola', de Rocío Jurado, la dedicatoria a los abuelos en esta pandemia, la grabación de la poesía de su propia abuela que abre el disco debut…) hasta los roqueros más rudos y asfálticos (versiones de Extremoduro, de Bon Jovi…).

Entre emotividades varias (esas introducciones teclistas, el mero tono de los monólogos…) y ostentosa aparatosidad (los teclados sinfónicos, las guitarras eléctricas, una batería que debido a las limitaciones de volumen del teatro Campos parecía revelar el andamiaje de los temas...), entre alardes instrumentales (hubo un largo solo de batería y hasta intervino el gaitero invitado Javier Celada en un par de temas -el segundo un sorpresivo 'Lau teilatu' de Itoiz con su flauta, coros timoratos y dubitativos del respetable e incluso palmas chocantes-) e iluminación a veces deslumbrante en un entorno tan formal como el teatro Campos (¡llegamos a evocar las luces de Orbital en el BIME Live del BEC!), se podría afirmar que cursó a más, hacia arriba, la montaña rusa rítmica y efectista de un Strad que embelesó al público desde la primera pieza: «qué chulada, ¿eh?», comentó una chica de la fila de delante al empezar, «me está encantando, la verdad», manifestó más o menos por la mitad.

La bajista Tania Bernáez también cambio de indumentaria. CARLOS Gª AZPIAZU

Echando mano de los contrastes en el repertorio, o más bien de las oposiciones del título del disco 'Mundos opuestos' (a la primera el 'Maniac' de Michael Sembello para la película 'Flashdance', a la segunda el sereno 'My way' de Fran Sinatra espoleado con jazz manouche, ¡a la tercera el 'Don't stop me now' de Queen!, y así todo el rato), fue desplegándose el show audiovisual que tuvo estos tres mejores momentos: el sexto instrumental, que arrancó por tango y se remató en plan ska zíngaro (ignoramos el título, lo sentimos), el 12º, o sea el rusófilo y zíngaro 'Danza calé' con su coda de 'La cucaracha' (cuando el líder Guillén bajó a tocar entre el patio de butacas), y el 16º y último, un 'I will survive' de Gloria Gaynor con contoneo Bee Gees y coros de la gente, que se vino arriba tarareando a pleno pulmón 'lo-lo-lós' cuasi futboleros.

Y si les parecen pocos destacados tres temas, abramos la mano hasta los seis añadiendo la primera colaboración gaitera céltica con Javier celada, el 'Bella ciao' en plan pachanga guay mestiza y prologado con el bolero de Ravel (esta revisión se la dedicaron a los músicos y técnicos que apenas trabajan en esta pandemia), y, créanlo, la apertura del bis con la versión del 'Smells like teen spirit' de Nirvana, efectista y excesiva desde el sonido hasta las luces, pero con mucho encanto, con la quintaesencia sónica que persigue la ambición de Strad.

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