![«En veinte años los superpijos que ahora van a los conciertos habrán muerto»](https://s1.ppllstatics.com/elcorreo/www/multimedia/201909/18/media/cortadas/rhodes18-kJv-U90172488740C4C-1248x770@El%20Correo.jpg)
![«En veinte años los superpijos que ahora van a los conciertos habrán muerto»](https://s1.ppllstatics.com/elcorreo/www/multimedia/201909/18/media/cortadas/rhodes18-kJv-U90172488740C4C-1248x770@El%20Correo.jpg)
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La música es un milagro y James Rhodes es la mejor prueba. Después de haber vivido una infancia terrible debido a los abusos sexuales sufridos (lo contó en 'Instrumental', uno de esos libros cuya lectura pone los pelos de punta), que le han dejado secuelas ... incluso físicas, ahora tiene una vida nueva y lo ha conseguido sobre todo gracias a la música. Instalado en Madrid, donde disfruta de una existencia mucho más agradable que la que tenía en Reino Unido, acaba de dar un concierto en el Auditorio Nacional, que llenó de un público joven que en muchos casos pisaba esa sala por primeva vez. Lo hizo apenas cuatro días después de la muerte de su madre, quien le pidió expresamente que no cancelara la función. Además acaba de publicar un libro de gran formato, 'Playlist. Rebeldes y revolucionarios en la música', donde con un tono desenfadado habla de siete compositores, cuenta aspectos de su vida, analiza su influencia en el pop y recomienda dos obras de cada uno. La declaración de intenciones de Rhodes está clara desde su indumentaria: llega a la entrevista con una camiseta negra con una inscripción en el pecho:'BACH'.
– La música es un milagro, claro. ¿Cómo podría no serlo?¿Cómo podría no serlo algo que sigue vigente 300 años después de su creación, que nos hace sentir cosas que no podemos expresar con palabras? Piense en Mozart:murió con 35 años y había compuesto más de 200 horas de música. Como publicar seis CDs al año durante treinta años. ¿Hay algo más milagroso que eso?
– ¿Cree en lo que se llama musicoterapia, que la música cura enfermedades?
– No sé si curar, pero soy muy fan de la musicoterapia. Sin duda ayuda a paliar enfermedades degenerativas, problemas de comportamiento... Por eso me da tanta tristeza lo mal que está la educación musical.
– García Márquez decía que un par de horas de buena lectura acababan con cualquier pena. ¿Yla música?Su madre murió la pasada semana. ¿Le ha ayudado?
– Dos horas... incluso dos minutos. Ayuda a soportar las penas. Estuve con mi madre el domingo día 8 y murió el lunes. Me dijo que si cancelaba el concierto de Madrid sería una madre muy infeliz. Murió mientras yo iba por la calle escuchando las Sonatas para piano de Beethoven que acaba de grabar Igor Levit.
– ¿Es mejor escucharla o tocarla?
– La música amplifica la emoción que tengas. Es más fácil escuchar que tocar, pero depende del momento. Practicar, estudiar en casa, es una forma de parar el tiempo, pero no tiene la emoción del escenario. Falta el duende, como decía Lorca. Escuchar música es la mejor forma de lidiar con las emociones. Para eso no hace falta saber tocar un instrumento. Pienso por ello que es importante llevar a los niños a conciertos. ¿Cuántos han ido a uno cuando acaban el Bachillerato o cuántos saben cómo suena el violonchelo?
– Sospecho que no muchos.
– Ese es el drama. Hay una línea musical que va de Bach a Rosalía y es preciso explicar a los niños cuál es esa línea. Hubo un momento en EE UU en que había en las casas más pianos que bañeras. La gente olería peor, pero disfrutaba de la música. Ahora llegamos a casa y nos resulta más fácil ver 'Gran Hermano' o jugar con la X-Box. Hemos perdido la capacidad de escuchar. Recuerdo cuando éramos pequeños:jugábamos al 'monopoly' y cantábamos y nos hacía felices. Hacerlo ahora sería una forma fantástica de conectar con los hijos más allá de la telerrealidad.
– Ha escrito un libro y escoge a siete compositores. Pero deja fuera a Verdi, Wagner, Chaikovski, Brahms, Vivaldi... ¿Cómo los ha seleccionado?
– Es solo un libro. Quizá la editorial quiera sacar más tomos y pueda hablar de esos... (se ríe). Quiero que sea como un trampolín. Quien lo lea puede descubrir a otros a partir de mi selección.
– Establece una relación clara entre los grandes de la clásica y el pop. Incluso usted parece más un artista pop.
– Es que me cabrea muchísimo que haya un grupo de gente que se ha apropiado de la música clásica. Le hablo de unos superpijos mayores de 60 años que saben cuándo aplaudir y cuando ven a alguien que va a un concierto en vaqueros lo miran mal. La música es de todos y si Chopin viera cómo se presenta hoy se moriría de nuevo. No se puede escuchar la clásica como si estuvieras en una iglesia.
– Su público en ese concierto del Auditorio fue muy distinto.
– La mayoría no había ido antes a un concierto. Hemos de centrarnos en la música y no en la tontería que la rodea. ¿Quién ha dicho que un pianista debe vestir esmoquin? O que no debe hablar con el público. A mí me gusta que hablen, que cuenten cosas del compositor y la obra que van a interpretar. Quiero que todo sea más asequible y por eso he escrito un libro como este.
– ¿Qué opina de los puristas, de esos críticos a quienes no les gustan las minifaldas de Yuja Wang, los escotes de Khatia Buniatishvili o la coleta de David Garrett?
– Que deberían estar expuestos en un museo. Veo a los mejores pianistas del mundo y las salas están medio vacías en sus conciertos porque los puristas han convertido eso en algo exclusivo, y es aterrador. Los puristas deberían ser arrastrados fuera de la música. Le voy a contar algo que me pasó tras mi concierto en el Auditorio.
– Cuente.
– En esa sala he visto a mis héroes, a mis pianistas favoritos. La sala la había alquilado mi promotor, se vendieron todas las localidades y me sentí muy afortunado. Al acabar, el jefe del Auditorio me dijo que era un sueño: ver la sala llena de jóvenes. Mi pidieron firmar en el libro de honor y les dije que no. No lo haré porque este concierto no ha sido por una invitación vuestra, sino porque un promotor ha alquilado la sala, les expliqué. No pertenezco a tu mundo, le dije.
– ¿Hay que cambiar muchas cosas?
– Muchas. Mire, yo no toco tan bien como mis héroes. Empecé a estudiar más tarde y estuve diez años sin acercarme a un piano. Pero llega al auditorio este puto guiri en vaqueros y vende todas las entradas. Es una prueba más de que debe cambiar la relación con el público. Porque además, en veinte años, esos superpijos de los que hablaba antes estarán muertos.
– ¿El artista es hoy la última persona a la que se permite salirse del carril, decir cosas que nadie más se atreve a decir?
– Creo que puede haber libertad en todas partes. Todo el mundo debería ser artista, todos deberíamos buscar alguna forma de creatividad. Y desde luego, necesitamos la música más que nunca.
– ¿Su vida cambiará con el 'Brexit'?
– Espero que no. Creo que estoy seguro en España aunque no haya acuerdo. Pero le confieso que me avergüenzo mucho de lo que está sucediendo. Ycomo británico debo pedir disculpas. Confío en seguir aquí, pero si me fuerzan a irme, a volver a mi país, me subiré al tejado del palacio de la Moncloa y no bajaré hasta que Pedro Sánchez me dé un pasaporte.
'Playlist. Rebeldes y revolucionarios en la música'. Ed.: Planeta. 73 páginas. Precio: 24,95 euros.
– Igual que ha hecho en su libro, le pido que escoja música para diez momentos. El primero, un día de lluvia.
– El Estudio op. 25 nº 11 de Chopin.
– Un debate en la Cámara de los Comunes.
– 'La consagración de la primavera' de Stravinski.
– Unas horas de espera en una sala de embarque.
– El movimiento lento del Concierto para piano de Ravel.
– Un paseo por la sala donde se expone 'Las Meninas' en El Prado.
– Ahí no pondría nada. Sería demasiado sobrecogedor. Luego, al salir del museo, la Sinfonía Heroica de Beethoven que marca un antes y un después. Ambas son obras que lo consiguen.
– Una noche en Urgencias en un hospital.
– Depende de la razón para estar allí, pero cualquier Nocturno de Chopin valdría para serenar el ánimo.
– Una hora de ejercicio en el gimnasio.
– Hace tanto tiempo que no voy por ahí... (risas). Otro Estudio de Chopin, el op. 10 Nº 1.
– Una cita romántica.
– 'La Bohème' de Puccini.
– Una ruptura amorosa.
– Si de lo que se trata es de profundizar en la pena, el adagio de la Sinfonía Nº 7 de Bruckner.
– La victoria de tu equipo en la Champions.
– No creo que el Betis pueda ganarla nunca (se ríe de nuevo). Pero si fuera así, el 'Aleluya' del 'Mesías' de Haendel.
– Un viaje nocturno en coche por una carretera de montaña con curvas continuas.
– Creo que nunca conduciría por una ruta así, pero si fuera de copiloto pondría 'Tristes apprêts' del 'Castor et Pollux' de Rameu.
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