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Volvamos por un rato al Bilbao superviviente del franquismo en el que nunca jamás lucía el sol pero abundaban las tiendas de música: Long Play (abrió en 1978 y tenía cinco locales), Vellido, Discos Bolan, Woodstock... Y existía aquel maravilloso pasatiempo, el folleto del 'Discoplay'. Así, rockeros, punkies, heavies, rockabillies, mods, modernos de distinto pelaje podían comprar vinilos y casetes para saciar su hambre musical, alimento enlatado sobre todo pues la escena en directo se quedaba corta. Aquel gris ahumado se coloreaba gracias a los conciertos organizados en el pabellón de La Casilla, (Suzi Quatro en 1974, la Electric Light Orchestra en 1975, Doctor Feelgood en 1977...), el Holiday, el Flash... y por cercanía el Gwendolyne de Getxo. Pero fue en los 80 cuando, regadas por el sirimiri, proliferaron pequeñas grandes salas que colocaron a la villa en la ruta estatal e internacional de la música en vivo. Hasta el 15 de diciembre de 1995, cuando abrió el Kafe Antzokia marcando un antes y un después.
Bolos, así, sin apóstrofo, se llamaba de ese modo por su propietario, Hipólito García 'Bolo', promotor de conciertos bilbaíno y artista multidisciplinar. La sala, situada en el barrio de Matiko, abrió en enero de 1983 y era su segunda intentona, tras haber tenido que cerrar el Cotton Fields, inaugurado a finales de los 70 en Sondika y donde también organizó conciertos, entre ellos de Eskorbuto y Zarama. «Supongo que a todos los que nos gusta la música y nos dedicamos a ella, al margen de interpretar, tocar, componer, tenemos una pequeña o gran frustración, somos músicos frustrados. Te quieres acercar a la música y como de artista no puede ser pues buscas otra manera para estar cerca de los músicos. Todo lo que he hecho en mi vida ha sido enfocado hacia eso. Yo comencé en una tienda de discos en la calle Autonomía, Woodstock se llamaba. Y a partir de ahí es cuando empecé a trabajar en la industria de una manera profesional, en compañías discográficas, como promotor y demás».
Pero hablamos de la sala Bolos, con un aforo de 500 personas, «muy importante para aquella época». Una banda como Eskorbuto grabó allí el vídeo de su himno 'Mucha policía, poca diversión'. «Pues me hizo ilusión, claro. Lo inauguramos con La Mode, uno de los grupos más importantes del país en aquel momento, sonaban entonces con el single 'Enfermera de noche'. La segunda fue Derribos Arias. Y luego estuvieron Monaguillosh, Cardiacos, Elegantes... Artistas en aquel momento de primera magnitud. Eran conciertos semanales o quincenales. Por cierto, Burning tocó dos veces con llenazo absoluto, obviamente, y fueron las dos últimas veces que tocó la formación original».
Desfilaron por allí todas las bandas locales, que ya no tocaban solamente sino que también iban como público, generando una escena musical muy importante. En 1986, se filmó en el Bolos una película de Ernesto del Río con Alex Angulo, 'El amor de ahora' se llamaba. «Y otro momentazo fue cuando vino Radio Futura a dar una rueda de prensa. También presentaron allí su primer single los Duncan Dhu». Todo esto da idea de la importancia que llegó a adquirir el Bolos. «Claro, en aquellos tiempos tampoco había tantas cosas, obviamente fue relevante».
El Bolos aguantó cuatro años y medio, aunque con un corte drástico, pues el último año y medio ya no hubo conciertos «por un problema endémico con los vecinos. Había uno que llamaba muchas veces a la Policía, que en muchas ocasiones levantaba acta. Y entonces, claro, tras las sucesivas muchas quejas, pues al final nos cortaron el suministro, no pudimos hacer conciertos y todo ya fue un desastre».
Fue el propio Bolo quien apodó Rafabilly a Rafa Sánchez Merino. Y así se le conoce hasta hoy, y mucho, pues trabajó durante 40 años en la sección de discos de El Corte Inglés, y, en los primeros 80, montó junto a sus amigos Karmelo, Txema y Javi la sala de conciertos El Garage (1986-1987), heredera de La Jaula (1981-1984), en el mismo lugar de San Ignacio. Una sala para 300 personas donde los artistas actuaban en una especie de altillo sustentado por mecanotubos que obligaba a los asistentes a muscular el cuello, mientras el pinchadiscos cumplía con su labor primero desde una jaula (de ahí el nombre) y luego desde la cabina de un camión Pegaso.
Por La Jaula pasaron grupos como RIP, Eskorbuto, la UVI, TNT, Último Resorte... Se convirtió en referente de la movida musical al margen de los grandes circuitos que se iba conformando por todo el país. Hasta allí se acercó el periodista musical Carlos Tena, a buscar bandas para alimentar su programa televisivo 'Caja de ritmos' «y compartió una semana de fiesta con nosotros». De esta visita surgió la actuación de Las Vulpes en 1983 en su programa, el mismo que le valió su salida explosiva de TVE por emitir precisamente 'Me gusta ser una zorra', versión del 'I Wanna Be Your Dog' de Iggy Pop cantado por estas jóvenes de Santurtzi. «Tena decidió grabar a Las Vulpes y realizarlas el famoso vídeo de aquella canción. Una parte del vídeo está rodado en La Jaula», recuerda Rafabilly.
«Cuando cerró La Jaula, tras funcionar unos meses como garito de música latina, montamos El Garage, así con g, aunque había allí un letrero de un garaje de los de verdad, con su j. Se inauguró un domingo 17 de mayo de 1985 con las actuaciones de Gazte Hilak, Viciosa, Primitivos y MCD. Hacíamos los conciertos los domingos porque la gente los sábados iba mucho de bares, a Barrencalle, pero acercarse hasta San Ignacio costaba. Así que mejor ponerlos los domingos. Era todo muy punki, de hecho, venían los munipas solo por los pintas que había ahí, con sus crestas, y los cacheaban».
La experiencia 'garagera' duró un año, entre 1985 y 1986. «Pasaron casi todos los grupos de la época. Y aguantamos hasta que lo tuvimos que dejar, no por los vecinos, sino por agotamiento, fue un año muy intenso. Al final entraban los colegas, se cogían la cerveza, no se sabía si pagaban o no pagaban, se había vuelto incontrolable. Y éramos muy jóvenes, teníamos 20 años». Actuaron allí Dinamita Pa' los pollos, Yo soy Julio César, Zarama, Cicatriz, Kortatu, Eskorbuto, Zer Bizio?... Como hito, antes de su clausura Rafabilly y sus socios lograron reunir a Las Vulpes, que ya llevaban dos años separadas.
Era un sitio oscuro del oscuro Zabalburu, cuando la plaza tenía debajo un pasadizo que la cruzaba y en la calle Pop los hippies vendían perfume de jazmín y almizcle. También había que bajar escaleras, pues estaba bajo tierra. «Allí se hicieron muchos conciertos, algunos programé yo mismo», cuenta Bolo, que se acuerda bien de los de Eddie & the Hot Rods y los Vibrators, además de mucho grupos españoles y locales que pasaron también por allí, entre ellos Alaska y Pegamoides, en la que fue su última actuación juntos, su bolo de despedida, en 1992. Mecano, Tino Casal, los Zombies, El Avidor Dro, Golpes Bajos, La Unión, Doctor Deseo, Eskorbuto, Ilegales, Kortatu, Rufus...
Rafabilly programó allí al artista que más dinero le ha hecho perder en un concierto: «Se nos ocurrió llevar a Henry Rollins y solo vinieron unas cien personas. Perdimos 175.000 pesetas cada uno, mi socio y yo. Tenía solo un disco en solitario y ahí salió, todo tatuado, espectacular la fuerza que tenía. Y luego me lo llevé a la Palanca a tomar copas».
Txema Larrea es bien conocido en la escena musical de Bilbao porque es el propietario del Gure Txoko de Barrenkale, en el Casco Viejo, toda una referencia en el mundillo del rock. Pero es que además, se ocupó de traer a los grupos que pasaron por el Gaueko entre 1987 y 1990 -fue sustituido por Javi Saiko-, y posteriormente programó también para la sala En Canal. Y además era el batería de Los Rotos, que tocaron allí varias veces: «Cuando fallaba un grupo, allí salíamos nosotros», recuerda. «La verdad es que aquello era súper divertido. Había un montón de grupos que querían tocar. Al principio, antes de cogerlo yo, estaba dedicado más a bandas locales que hacían sobre todo rock radical. Y seguimos con eso porque hay que dar salida a los grupos de aquí, pero nos abrimos a traer a gente de fuera, nacionales e internacionales sobre todo de rock and roll».
El Gaueko acogió, entre muchas otras, las actuaciones de Primitivos, Cancer Moon, Kortatu, Duncan Dhu, Los Deltonos, Burning, Delirium Tremens, Éxodo, Los Raros, Tahúres Zurdos, El Inquilino Comunista... «Los jueves había concierto de tarde y de noche. Se montaba mucha cola fuera para entrar y la gente iba sin saber quién tocaba, les daba un poco igual, querían ver música en directo. Cobrábamos 200 pesetas y con eso pagábamos a los grupos. Lo de la barra era para el bar. Me acuerdo de muchos conciertos, de cuando vinieron Los Potros, uno de mis grupos favoritos. También los Sex Museum, The Pleasure Fuckers, los Raros, Los Bichos, Deltonos y Tahúres Zurdos, que me gustaron mucho». ¿Una anécdota? «Tocaban los franceses Les Thugs, que eran tres en la banda pero vinieron diez. Y lo típico del manager, que decía que les pagáramos el hotel a todos, pero no había hotel ni nada, así que me los llevé a mi casa, yo que no hablo nada de francés y ellos tampoco hablaban castellano ni inglés... Y se me quedaron tres o cuatro días».
¿Qué tenía de especial aquella sala? «No era ninguna maravilla, pero todo el mundo se conocía, había mucha ganas de pasarlo bien. Con los aforos de hoy día entrarían 60 personas, pero entonces metíamos hasta 150, que fue la entrada que vendimos con Burning, un llenazo. El Gaueko estaba repartido en dos pisos, pero los conciertos los hacíamos abajo, utilizando parte de la barra. Y estaba en pleno Casco, así que nos venían los de Barrenca, Iturribide, el sitio final donde todos se encontraban, punkis, rockers, mods... Y se sigue hablando del Gaueko, es increíble, pero es que no ha habido un sustituto bueno, un sitio dentro de la ciudad que haya movido a tanta gente, quitando el Gaztetxe, a los que pasábamos también un montón de grupos, cosas que quizás a nosotros nos encajaban menos«.
Rober Rueda Maiso ejerció entre 1985 y 1990 de técnico de sonido junto a su hermano Oskar: «Para nosotros, los jueves tenían un nombre, Gaueko. Conciertos de grupos locales e internacionales. Punk, rock, garaje, mods… Época de fanzines, de conciertos en institutos, de tribus urbanas, muy diferenciadas pero todas unidas en la ceremonia de la música en directo. El Gaueko, alicatado y frío, quizás diseñado para absorber el calor y la energía. Allí estábamos, mi hermano y yo 'poniendo' el equipo de sonido. Nada profesional, todo el mundo aportaba lo que podía. Visto desde la distancia, da un poco de envidia. No se ponía nombre a las cosas. Ocurrían. Escena local se diría ahora… alquiler de equipo… programación…ni recuerdo si cobrábamos… y me encanta no saberlo. Lo hacíamos con una mesa de mezclas y unas pantallas Yamaha bastante aparentes que habíamos comprado los de la banda (tocaba la guitarra en el grupo Leikez). Y al finalizar, cada jueves, nos íbamos de ronda».
El Gaztetxe del Casco Viejo fue lugar de peregrinaje para los ávidos buscadores de música en directo entre el 12 de abril de 1986, día de la ocupación del edificio de la calle Banco de España, hasta noviembre de 1992, cuando fue clausurado definitivamente mientras sus paredes anunciaban conciertos de The Flying Rebollos y Vómito. Casi todos los grupos importantes de la época pasaron por su escenario. Txema, Patxi Su y Javi Les fueron integrantes de aquel gaztetxe desde su inicio hasta el fin. Funcionaba como equipamiento cultural autogestionado por jóvenes como ellos mismos. Hasta más de 500 conciertos se celebraron en sus seis años de vida para un aforo que podía rondar las 300 personas. Había que pagar entrada, que era para los artistas, y las consumiciones para el Gaztetxe.
«Había tres o cuatro personas con gustos musicales diferentes que se ocupaban de la programación», dice Javi, que tocó varias veces allí, era batería del grupo Hau Nazka. Ensayaban, además, en sus locales. Les salía gratis si los acondicionaban y colaboraban en las actividades y necesidades del Gaztetxe, y así lo hicieron junto a otra docena de grupos, entre ellos Sucio Sistema, Tiananmen, Beer Mosh, Juicio Final, Trauma... «Recuerdo que Platero y Tú dieron aquí su segundo concierto, después de tocar en el bar Zazpi. Y también trajimos a Doctor Deseo a presentar 'Fugitivos en el paraíso'«.
Al entrar, la barra a la derecha y el escenario al fondo. La cabina donde se pinchaba la música estaba en altura y era la mitad de un coche: «Creo que un seat 1.500, y teníamos varias cintas grabadas con música diferente. Si entraba una cuadrilla de skins pinchabas la de ska, si eran heavies, pues la suya. Y la gente solía decir, qué bueno, siempre tienen la música que me gusta... Los grupos nos llamaban para tocar, y llegamos a tener hasta tres meses de espera. Había conciertos los viernes, sábados y hasta algún domingo», comentan los tres.
Así las cosas, la lista de bolos que se celebraron en el Gaztetxe es interminable: Fermín Muguruza, las Vulpes, Eskorbuto, Parabellum, RIP, Yo soy Julio César, Belladona, Hertzainak, Deaf Tones, Delirium Tremens, Irula, La Polla Records, M.C.D., Naste Borraste, Potato, Primitivos, Tijuana in Blue, La Secta, Cancer Moon, Cerebros Exprimidos, El Desván del Macho, La Perrera, la Casa Usher, The Pleasure Fuckers, El Inquilino Comunista, The Allnighters... «Era una época de convulsión cultural y todo el mundo necesitaba expresar lo que llevaba dentro», dice Txema.
El artista multidisciplinar Alberto Lomas era un estudiante de Bellas Artes que en los últimos años de carrera alquiló, junto a compañeros como Ana Dávila, un pabellón en la Ribera de Zorrozaurre (junto al lugar donde la grúa amontonaba los coches hasta 2019) para utilizarlo como sede de su grupo artístico. Montaron una gran fiesta de inauguración: «Dimos de comer, de beber, hubo una perfomance a lo bruto... y muchos nos dijeron que eso lo teníamos que repetir. Creamos una asociación para pagar el alquiler y pensamos en sufragarlo con los conciertos. Lo llamamos En Canal (1992-1996) y tenía como socios a Francis (Doctor Deseo), Josetxo Anitua de Cancer Moon... Javier Corcobado era un amigo que solía frecuentarlo mucho... Empezamos a alternar eventos artísticos con los bolos. Coincidió que cerraron el Gaztetxe y el Gaueko y todavía no estaban el Kafe Antzokia ni Bilborock -la oferta que llegó después para quedarse- y sin comerlo ni beberlo nos convertimos en el local de referencia de conciertos en Bilbao. De hecho fue elegida por la revista 'Rockdelux' como la sala preferida para tocar por los artistas, junto con la de Maravillas de Madrid«.
Lomas se encargaba de programar los conciertos que se salían de lo que más sonaba en ese momento en Euskadi, «traía música más industrial. Por otro lado, emergía el Getxo Sound y nos venían todos. Aparte había una efervescencia del hard rock. Javi Saiko fue una pieza clave, venía del Gaueko y llegó a traer a En Canal hasta a Moe Tucker (baterista de la Velvet). Y también estaba Rubén, el del Crazy Horse. Cobrábamos entrada e íbamos a porcentaje, además garantizábamos a los grupos viaje, alojamiento y cena, aunque no salieran las cuentas». Tenía capacidad para unas 200 personas que llegaban a ser 500 si salían al callejón que compartían con varios talleres. «Con sus trabajadores manteníamos muy buena relación, dejábamos todo muy limpio al marchar, veían que nos lo currábamos y les invitábamos a las cervezas del cañero».
Actuaron grupos internacionales como The Posies, llamados los Beatles de Seattle, en 1995 teloneados por el trio bilbaíno Los Crónicos. Lomas recuerda especialmente el bolo que ofreció Josetxo Ezponda en solitario, «en un momento en que empezaban a reivindicarle y él era muy reacio, por timidez. Pues se cascó un concierto increíble, llegó él solo con una caja de ritmos, tres guitarras, no sé si llevaba algún secuenciador, un montón de pedales y cantó cinco canciones. Luego preguntó '¿queréis ruido?' Y cogió una guitarra, le metió pedales y la puso delante de un ampli, lo mismo con la otra, y la mitad de la sala se marchó por el ruido. Fue el que más me gustó».
Por desastroso, recuerda el que el 10 de enero de 1996 ofreció Dee Dee Ramone, bajista de los Ramones, teloneado por las bandas vascas Hot Food y The Drellas. «Venía ya a hostias, estaba muy mal, armando bronca él y enfrentándose a la gente. Me acuerdo de que en un momento fue a darle a alguien con la guitarra y se dio a él mismo, jajaja. Todos los de Kike Turmix eran un fiestón, los de Corcobado, un éxito. Y el llenazo con Moe Tucker. Dimos uno o dos conciertos por semana durante cuatro años...». Finalmente el grupo de artistas que dio origen al local se fue disolviendo y En Canal y su escenario con tablas sobre bidones y su estética industrial pasó a ser historia. «No teníamos una acústica especialmente buena ni calidad de sonido elevada, pero había personalidad, autogestión y voluntariado. Fue un puente real entre la música y otras formas de expresión artísticas».
Xuxo Barreiro fue el irrepetible alma mater de un bar también irrepetible como el Umore Ona, en la calle Esperanza. Empezó a ofrecer conciertos ya cuando, después de las inundaciones, lo pilló un chico llamado Txomin. En aquella época Xuxo era solo un empleado suyo hasta que finalmente, hacia 1988, surgió la oportunidad y decidió coger las riendas del local. Le llamaban 'Jaggerín' por su parecido con el líder de los Rolling Stones, y por su forma de bailar. «Luego salió lo de que también me parecía a Keith Richards y así me convertí en un híbrido de las dos cosas. Y me dije: ¡Joder, qué suerte!».
El Umore fue sitio de peregrinación hubiera o no conciertos, pues ver bailar a Xuxo mientras pinchaba sus favoritos era todo un espectáculo. Al lado, Claudio, el de los jamones, y encima, un gimnasio, con los que no tuvo problemas de quejas por el ruido de los bolos. Con sitio para unos 100 espectadores, recuerda cómo caía la humedad por las paredes, de tanto calor humano. Por allí pasaron Platero y Tú, La Secta, los Flying Rebollos, Zer Bizio?... Siempre eran gratis y sin una periodicidad fija. «Recuerdo todos ellos, y especialmente cuando Extremoduro tocó dos veces en el mismo día su disco 'Pedrá', a mediados del 95». El Umore sobrevivió hasta 2014 y se convirtió en una sucursal de los jamones de Claudio.
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Mikel Labastida y Leticia Aróstegui (diseño)
Óscar Beltrán de Otálora y Gonzalo de las Heras
José A. González y Álex Sánchez
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