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339 butacas, a 40 euros la entrada, se habían adjudicado el martes en la sala 0B del Palacio Euskalduna cinco minutos antes de comenzar el concierto el denominado Alabama Gospel Choir, una de tantas agrupaciones corales negras estadounidenses de nombres similares (Mississippi Mass Choir, el ... Harlem Gospel Choir que hace poco recaló en el Arriaga...), de esas que resulta tan difícil encontrar información fiable. ¡Parecen formaciones fantasma!
No obstante, siguen atrayendo público a sus sesiones de fe evangelista agraciadas con la euforia exultante propia del culto. Así, reunir más de 300 almas en un aforo de 613 butacas es un éxito a tenor de los siguientes factores: el precio elevado, las 13 veces que han pasado por aquí según contabiliza el cartel del Euskalduna, la hora de inicio (las 21.00 horas, cuando a las 11.00 y poco se acaban los metros), la descristianización de la sociedad occidental, el miedo al covid…
Y tanto que miedo al covid: el martes quisimos ir a dos conciertos, a este del Alabama Gospel Choir y a las 19.00 horas en el Fnac a otro de los 'joveznos' getxotarras Sully Riot, pero se suspendió por contagio de dos de los cuatro miembros del grupo. En el Euskalduna, el público transversal (desde jóvenes hasta muy mayores y todo el rango de mayoría femenina), convenientemente protegido con mascarillas, pugnó por meterse en el show góspel en los dos pases, en el primero dando palmas más bien de cortesía (y a menudo desacompasadas) y en el segundo con palmas más febriles y numerosos espectadores bailando en pie y siendo a veces recolocados por el vigilante personal del Euskalduna.
«Hola, hola, hola, Bilbao, hola… Sed parte del show, dad palmas, cantad y bailad. Sed libres para hacerlo», invitó el director del coro formado por 14 voces (incluyéndole a él: 9 damas y 5 caballeros) más dos músicos (en total 16 actuantes, cuando el cartel prometía '20 artistas'; hala, mi segundo timo del martes después del relativo al jamón). Una formación que a lo largo de dos horas (117 minutos) interpretó 16 piezas (incluido un 'Noche de paz' instrumental a lo Kenny G; «esto es relleno, ¿no?», comentó Azpiazu en ese momento) divididas en dos pases: 9 en el primero y 7 en el segundo, contando aquí el bis con el esperado 'Oh Happy Day' que no les quedó como para echar cohetes por flojete y artificioso, aunque cuando se acabó las damas bailongas de nuestra izquierda se lamentaron: «ahora que se animaba, se acaba».
El primer pase estuvo mucho mejor que el segundo, que cursó más lento aunque el público se implicó más. Ambos pases estuvieron separados por un descanso de 17 minutos en el que no se informó de nada y del que observó con razón Azpiazu: «Este parón corta el rollo. Que canten hora y cuarenta de seguido y todo mejor». Ya, pero quizá el parón fue para descansar sus cuerdas vocales.
El Alabama Gospel Choir, ataviado con túnicas turquesas refulgentes y propenso a las poses y los gestos de fe quizá impostada, sonó mejor en la segunda mitad del patio de butacas, pues en la primera parecía flojo de microfonía, como si sus voces (sin mascarillas, lo cual se agradece) fueran incapaces de traspasar la línea del escenario. Y así, con piano, un saxo que apenas se oyó y bastantes pregrabaciones de chunda-chunda chatarrero, en el primer pase los creyentes se asomaron a la pianola de Nueva Orleans, al efectismo vocal de la lírica esclavista, a la tradición espiritual del Golden Gate Quartet ('I feel your spirit', la cima de la cita), al boogie, a las baladas a lo Whitney y Aretha ('How sweet the name of Jesus sounds') y varias piezas insistentes y crecientes.
La segunda parte no tuvo tanto ritmo: empezó con el relleno del 'Noche de paz' y acabó con el arficioso 'Oh Happy Day', y entre ambos hitos la masa coral de Alabama en plan los Blues Brothers festivos entonó 'Ain' nobody like Jesus' y los cinco hombres cantantes se quedaron solos para hacer dos temas de soul sofisticado ora tipo The Temptations ora a lo Marvin Gaye (en el primer pase las nueve damas apostaron por una dupla más tradicional).
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