Miren Iza (Hondarribia, 47 años), exguitarrista de las legendarias getxotarras Electrobikinis, vive desde hace mucho en Madrid, desde donde ha desarrollado una carrera bajo el alias de Tulsa. Su séptimo álbum es 'Amadora', un trabajo conceptual que además sirve como banda sonora para una obra teatral de María Velasco sobre una mujer madura y con dolores crónicos debido a su entrega por los demás.
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Es un disco doliente y sintético de 10 cortes en 31 minutos, y entre ellos se coligen ecos de Zahara ('Tacones lejanos', 'Santamártir'), influjos de Christina Rosenvinge ('Cuando venga el león', la de «me duelen las pestañas, el pelo y el maléolo tibial»), minimalismo entre Billie Eilish y Lana del Rey ('024'), un híbrido entre Nick Cave y Chica Sobresalto ('Laguna'), dance algo Corcobado ('Meloctón') y una escapada orgánica y bastante country (la más bonita: 'No quiero hacer historia').
Tulsa, o sea Miren Iza, lo presentará este jueves con banda en Bilbao (Kafe Antzokia, 21.30 h, 18-20 h; abren Basurita), y aprovechamos para que nos ilumine entre la melancolía que rezuma este repertorio.
¿Sigues viviendo en Madrid?
Vivo entre Madrid y Cercedilla, un pueblo de la sierra donde tenemos un estudio casero rodeado de pinos y urracas.
¿Tenemos?
Con Ángel Luján, que ha producido el disco.
Séptimo álbum ya. ¿Fue un encargo?
No, un auto-encargo en todo caso. Después de 20 años trabajando como psiquiatra en la Seguridad Social, sentí que tenía que hablar de un dolor que se ve muy frecuentemente en las mujeres. Muy difícil de tratar, muy extendido por todo el cuerpo y muchas veces asociado al rol de cuidadora impuesto a las mujeres. También quería que sirviera de homenaje o carta de agradecimiento a las mujeres de la generación de mi madre.
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¿Sigues ejerciendo?
No. He dejado la Seguridad Social de momento. Necesitaba descansar de ese ritmo.
¿Quién es Amadora?
Una mujer que a sus 60 años tiene un dolor que no se va ni con diazepam ni con tramadol, y que se da cuenta de que ha vivido su vida al servicio de los deseos de otros. Las consignas de bondad, ternura, abnegación y entrega asociadas al eterno femenino han hecho de ella un manojo de nervios y un cuerpo embrollado.
Vaya… Una duda: ¿las letras son autobiográficas, aunque sea en parte, o te has puesto en la piel de otra persona, de otra mujer, y la has imaginado?
Las dos cosas. Hay muchas cosas de mi en las letras, pero yo estoy al fondo, desdibujada. Como mujer, también tengo una Amadora en potencia dentro, aunque no esté muy desarrollada porque he tomado otras decisiones vitales. Las canciones más propias son 'Tacones lejanos' y 'Laguna', concebidas como cartas a mi madre y a mis amigas.
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Ya, eso parece si te fijas en las letras. Pienso que la letra de 'Tacones lejanos' es especialmente triste…
A mí no me lo parece. Tenemos distintos umbrales de tristeza, seguramente.
Antes de preparar esta entrevista te comenté que me parecía un disco desasosegante, y respondiste que más gente piensa igual que yo. Pero añadiste que es un disco con esperanza. ¿En dónde, en qué…?
Sí, lo sigo defendiendo. Hablar del dolor no tiene por qué ser desasosegante si muestras una salida. Amadora toca fondo, pero también redescubre la amistad, el erotismo y el placer de las nuevas aventuras y del nuevo rumbo.
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Ajá. ¿Y quién es Joaquín, al que al menos se cita en dos canciones?
Joaquín es un tipo cualquiera. No es un cabrón, pero tiene sus cegueras y tendrá que hacer su propio análisis de conciencia si ha dado por supuesto que Amadora iba a estar siempre disponible para él.
¿Es más fácil componer un disco que no hable de uno mismo?
Compuse las canciones muy rápido, para lo normal en mí, pero creo que es porque había una narración en episodios muy clara que deseaba contar. Sabía que quería hablar del dolor, la pareja, la terapia, la amistad, el suicidio, el renacimiento… Enseguida tuve el disco en la cabeza, más allá de que hable directamente o no de mí.
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Ya.
Cuando no tienes un motor claro en un disco y las canciones están desconectadas unas de otras, cuesta más llevarlo a cabo. Es como si se requiriera una energía extra para llevar las canciones a una meta final común.
En este disco al menos una vez usas la palabra 'temores'. El miedo es un concepto que se repite en muchísimos compositores españoles jóvenes actuales, chicos y chicas. ¿Has pensado en por qué? ¿Por la sobreprotección? ¿Por la falta de esperanza en el futuro y ya puestos en el presente?
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Los jóvenes son más capaces de hablar del miedo y de la vulnerabilidad no por sobreprotección, sino porque ahora tienen esas herramientas de expresión, afortunadamente. Hay motivos de sobra para estar aterrado. Quien lo pueda expresar se sentirá, al menos, más acompañado.
¿Has oído hablar del desierto emocional? Lo de que muchísimos jóvenes actuales no tienen hermanos, ni primos…
No lo había oído aplicado a este tema de parentescos. Siempre he creído en el poder de las alianzas fuera de la familia. Todavía hay mucha resistencia a ello en nuestra cultura, pero una buena comunidad de amigas o vecinas puede salvarte varias vidas.
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¿Y tú cómo te llevas con tus hermanos?
Tengo tres y viven en Hondarribi y Donosti. Cada uno de su padre y de su madre. Me llevo muy bien con ellos. Me caen muy bien.
Oye, Miren. Volvamos a la música. Siete discos ya… ¿Por qué diste el paso de lo orgánico, guitarrero y bastante campero a lo sintético?
Cuando me fui a Nueva York en 2011 buscando un cambio, también empecé a buscar una nueva forma de estar en la música. Más lúdica, sin prejuicios, incluyendo experimentar con todo lo que estuviera a mano. Y me apeteció mezclarme con texturas electrónicas porque lo otro ya lo había hecho suficiente. Hay un supuesto purismo en el rock que puede ser muy reaccionario. No me fio de nadie que no sea capaz de disfrutar de un buen reguetón.
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Ja, ja, ja… ¡Como el de 'Alta gama'! ¿Te ha influido Zahara al componer este 'Amadora'?
No conscientemente, pero seguro que sí de alguna manera. El feminismo nos ha dado lenguaje y refugio para hablar de diferentes dimensiones de la desigualdad. Creo que sin haber leído a Silvia Federici, o sobre la perspectiva de género en la medicina según Carme Valls i Llobet, no habría hecho este disco. Es una conversación colectiva en la que cada una pone la lupa donde más le toca.
¿Y cómo será el concierto del jueves, que abrirán los getxotarras Basurita (Kafe Antzokia, 21.30 h, 18-20 €)?
Es un concierto en cuarteto, con algunas salpicaduras teatrales. Espero que la obra de teatro pueda llegar a Bilbao en algún momento. ¡Alerta, programadores!
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