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La traca final de la temporada de la ABAO llega al Euskalduna con 'Il Trovatore', el título más espeluznante de Verdi. Con un montaje «minimalista y místico», en expresión del director de escena Lorenzo Mariani, se ofrecerá un espectáculo que deposita toda la emoción en ... las voces. «Es una obra misteriosa. No hay un realismo narrativo, lo que busco es crear atmósferas. Nada más», explicaba este lunes en rueda de prensa Mariani, que no duda en hermanar la truculencia de 'Il Trovatore' con el espíritu de 'El séptimo sello', de Bergman.
Más allá de la hipotética espiritualidad de un agnóstico como Verdi, el motor de la historia, que no aparece hasta el segundo acto, es la gitana Azucena, hija de una presunta bruja quemada en la hoguera, que rumia durante décadas una venganza que solo podrá satisfacerse con otra víctima en la pira. De temática medieval y ambientada en el Reino de Aragón y Bizkaia, la acción es tan enrevesada y trepidante que no da tiempo ni a lamentarlo. Los libretistas se basaron en el drama de Antonio García Gutiérrez pero lo resumieron tan drásticamente que llega a convertirse en un galimatías. Nada que afecte al impacto de la ópera, que muy pronto se convirtió en la más popular de Verdi.
En esta oportunidad la Orquesta Sinfónica de Bilbao, a las órdenes de Francesco Ivan Ciampa, arropará a «cuatro cantantes de primera línea», apuntaba Cesidio Niño, director artístico de la ABAO. Entre los solistas, destaca la presencia en el rol de Azucena de la mezzo bielorrusa Ekaterina Semenchuk, que lleva casi 20 años imponiendo su magisterio como experta verdiana. Incisiva y muy atenta a la evolución psicológica de los personajes, en su enfoque de la gitana no se limita a regodearse en la marginalidad y sordidez de Azucena. Los protagonistas de 'Il Trovatore', como en todas las obras de Verdi, tienen muchos dobleces y recovecos. No hay maniqueísmo, sino mucha humanidad.
Algo que la soprano Anna Pirozzi también sopesa cuando aborda el papel de la noble Leonora, que no se para en barras a la hora de hacer valer su voluntad. La cantante napolitana ha saltado de 'Turandot' a 'Medea', a caballo entre Londres y Atenas, así que en estos momentos anda sobrada de arrestos para meterse en la piel de la dama de honor de la princesa de Aragón. Lo mismo puede decirse del barítono andaluz Juan Jesús Rodríguez, receptor hace menos de un mes del premio Tutto Verdi al mejor intérprete masculino concedido por la propia ABAO. Dotado de un amplio rango vocal, clava los agudos y se enseñorea en las notas prolongadas. Su interpretación del Conde de Luna no se quedará corta.
¿Y el tenor? Los aficionados estarán muy pendientes del debut de Celso Albelo en el papel de Manrico, oficial del Ejército del Conde de Urgel y presunto hijo de la gitana Azucena. Es un personaje trágico, perdidamente enamorado de Leonora (la soprano Anna Pirozzi) y enfrentado al Conde de Luna (el barítono Juan Jesús Rodríguez), que actúa como su rival por partida doble, tanto en el campo erótico como el bélico. La elección de Manrico supone para el cantante canario una apuesta por un repertorio más pesado vocalmente que le servirá de trampolín para más roles de Verdi y Puccini. Su actuación en Bilbao marcará un hito en su carrera.
Especialmente sombría, con ramalazos líricos y una pulsión de urgencia, es una partitura sin pasajes de fuste para orquesta sola. La BOS se limitará a acompañar a las voces. El Coro de Ópera de Bilbao, por contra, gozará varias ocasiones de lucimiento. Es una ópera opresiva y ominosa, pero también «una fiesta vocal que no deja indiferente», recalcaba Niño. Ahí radicará todo el magnetismo y esplendor del montaje de 'Il Trovatore' que acogerá el Euskalduna. Tuvo su prèmiere en Parma hace 13 años y luego se actualizó en Venecia.
Tiene pocos elementos de atrezzo, un vestuario atemporal y juega con los colores blanco y negro. Un marco simbólico y austero que no hace ninguna referencia a la trama original de 'Il Trovatore', situada a principios del siglo XV, durante la revuelta del Conde de Urgel contra Fernando I de Aragón. La música lleva en volandas al público hasta el final. Tiene un efecto universal, como reconocía con sorna el propio Verdi: «Vaya usted a la India o al centro de África, que allí también sonará 'Il Trovatore'».
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