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Este sábado, ante tres centenares de espectadores en pie pues se quitaron las butacas de la Sala BBK, se celebró una nueva WOP Special Night, otra 'noche especial' de la Fundación Walk On Project, que recauda fondos para estudiar las enfermedades raras. Este ... sábado ofició el cantautor rock granadino Lapido (José Ignacio García Lapido, 55 años), miembro también de los reactivados 091 (Granada, 1981-1996, resucitados en 2015), que vino presentando su octavo y último álbum oficial, 'El alma dormida' (Pentatonia Records, 2017), al frente de un quinteto (dos guitarras –la Telecaster de Víctor Sánchez y ora la Gibson SG ora la acústica Lapido, teclados de sonido Hammond a cargo de Raúl Bernal -¡el de Loquillo!, la batería de Popi González –el hijo de Poncho, el mítico del grupo Los Ángeles- y el bajo de Jacinto Ríos, también en 091), un combo compacto y muy implicado en la tarea.
Fue un concierto largo, de 24 canciones en 123 minutos con dos bises y con Lapido adherido a su fórmula inquebrantable: rock de tono adulto, intenso y de evolución lineal (sin gradaciones ni en las canciones ni en el orden del repertorio), apostando por una solemnidad madura y dando prevalencia a las letras, a veces con metáforas forzadas. La banda estuvo genial, ya se ha dicho, aunque el sonido fue mejorable: volumen alto, crepitación de fondo sobre todo al principio del encuentro y la voz del granadino muy poco inteligible entre la ecualización y la propia vocalización, pues se le notó cansado desde el arranque. Varios fans se quejaron de eso, de que no se le entendían las letras, y muchos presentes protestaron porque, aunque estuvimos en pie más de dos horas, no se pudo beber, pues no había barra. Qué agravio comparándolo con los conciertos de jazz de la Sala BBK, donde se vende cerveza y agua. Hubo quien se escapó un rato del recinto para echarse un trago, nos enteramos al acabar el bolo.
Dentro de la linealidad estructural de la conocida fórmula de Lapido, en el concierto del sábado se pudieron diferenciar varios pasajes: de rock ochentero español, de cierto aire góspel-eclesial cuando el líder se colgó la guitarra acústica (y no lo decimos por títulos con referencias a Dios, los ángeles, el infierno o el purgatorio), y algunos guiños desperdigados a una suerte de Tom Petty españolizado, pues ser de Granada debe de marcar hasta en el porte y la estética: por su ropa oscura y con chaleco y por la entonación de sus escasas frases, Lapido remitió a su paisano el flamenco Morente.
Pues eso, que el arranque de su concierto, perjudicado por el sonido sin perfeccionar, dejó colegir numerosas concomitancias con el rock ochentero español: al Loquillo americanizado ('Pájaros'), a la personalidad sin etiquetas de BB Sin Sed, Las Ruedas y demás ('Nuestro trabajo'), al rollo vía Dogo y Los Mercenarios ('Luz de ciudades en llamas', la cual volvió locos a numerosos presentes), u otra vez al Loquillo más rocanrolero y redondo ('Lo creas o no' podría sonar en su LP 'La mafia del baile').
Tras beber agua en botella de plástico o vino en copa de cristal y secarse el sudor con toallas blancas, los cinco prosiguieron con reminiscencias de Quique González ('Mañana quién sabe') y el brillo de Tom Petty ('Cuidado'), hasta que Lapido se colgó la acústica y el tempo y la intensidad se refrenaron para adoptar ciertas formas eclesiales, valga la expresión: góspel (los teclados de 'Como si fuera verdad', que Lapido presentó hablando de su «filosofía subyacente, la de miénteme y dime que me quieres»), country algo La MODA y Dylan ('Estrellas del Purgatorio') y cierta pérdida de tensión ('Dinosaurios').
Lapido pasaba las hojas de las letras colocadas en un atril (las usaba como una red, pues no parecía mirarlas), y por el ecuador de la velada se vivieron los mejores momentos: más Tom Petty ('No digas que no te avisé'), rock sureño andalusí ('Noticias del infierno'), más grandeza dylaniana ('Lo que llega y se nos va', con Lapido punteando), un 'Algo te aleja de mí' recompensado con vocablos como tremendo y maestro por parte del respetable encendido, e incluso soul singular ('No queda nadie en la ciudad').
Y ya hasta el final alternó Lapido la guitarra acústica, con la que el tono general decaía debido al menor vigor ('No hay prisa por llegar') con la Gibson SG eléctrica (el rock crepuscular 'El Dios de la luz eléctrica'). No obstante, en los bises hubo un estupendo tema con acústica ('En el ángulo muerto'), interpretado entre celebraciones amplificadas y coreadas: 'Cuando el ángel decida volver', a lo Big Star cerrando el primer bis, y 'Cuando por fin', un rock sudista con desarrollos Tom Petty y las palmas y la luz encendida para cerrar el segundo bis y el show.
Eso, que fue un show lineal, como barruntamos, pero tan solvente como era de esperar. Sonaron 24 canciones: Lapido quita media docena, sobre todo de su guitarra acústica, y dejaría más grato postgusto y quizá hasta lograría ordenar los temas en gradación ascendente.
Clip oficial de 'Cuidado', canción incluida en su octavo y último disco, 'El alma dormida'.
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