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El jueves pasado viajamos a la fría Palencia para ver a Mocedades y Los Panchos pero, como el concierto se aplazó, pasamos la tarde en el cine viendo un preestreno de la última película de Matteo Garrone, 'Io capitano' (Yo capitán), que se distribuirá en España el 3 de enero. La peli, muy cruda, y donde los árabes y los tuaregs no salen bien parados, trata sobre dos raperos senegaleses que desean colarse en Europa para triunfar en la música hasta el punto de que los blancos les pidan autógrafos. Pues esa sensación de éxito rotundo y absoluto le embargaría el lunes en el Arriaga a la lideresa de la ignota formación (la buscamos en Internet y no aparece) The Stars Of New Orleans.
En total, 7 músicos masculinos -el batería como Camavinga y el bajista a lo Tchouaméni- y 6 voces femeninas que mostraron ante 970 espectadores (al final algunas decenas menos porque extrañamente varios se fueron ahítos, desbordados por el éxtasis constante, no solo señoras mayores, también parejas jóvenes; ¡es que también te puedes hartar de comer jabugo todos los días!) una panorámica bastante turística de la música de la ciudad. Todo ello abarcando desde el góspel postmoderno hasta los espirituales tradicionales, y pasando por un homenaje doble a Louis Armstrong.
El concierto, la panorámica, la fiesta, la verbena duró 97 minutos para una quincena de piezas (un par de ellas popurrís). Y como desde el quinto tema, el óptimo de la velada, 'Army of the Lord' («soy un soldado del Ejército del Señor», que también fue el momento culminante del pasado lunes en el Arriaga ante el Mississippi Mass Choir, que al menos tiene página web y que sin embargo reunió a 558 espectadores), la lideresa vio que el público respondía a sus estímulos (entonces aleluyas y el alzado de ambos brazos) y estiró lo indecible ese tema e incluso lo reinició cuando parecía haberse acabado.
Y repitió la fórmula en demasiadas ocasiones (otras eternidades dilatadas fueron las de 'Say yes' -con aire calipso- y 'Rejoice', ambas con la gente en pie y el que suscribe imaginando feligreses voladores como en la escena de James Brown predicando y cantando 'The old landmark' en la película de los Blues Brothers 'Granujas a todo ritmo'). Todo para estirar el chicle en vano y desdibujar y entorpecer más aún el orden de canciones de un repertorio demasiado diverso y disperso.
Todo cursó muy irregular y descompensado, desde las baladas hasta los éxtasis, desde lo viejo hasta lo moderno o así. Por ejemplo los actuantes resolvieron de sobra un tema difícil como 'Oh happy day' para abrir el bis, y el segundo mejor momento de todo el setlist fue la balada propia de un musical 'God provides' (Dios provee, «todo lo que necesitas, no tienes por qué preocuparte», predicó la lideresa).
Y a modo de contrapunto de ese guirigay se podía por ejemplo presentar un homenaje a Louis Armstrong demasiado estilista ('Wonderful world' fue lo peor del setlist, casualidad igual que el lunes anterior con el Chicago Mass Choir, pero esta vez porque la lideresa puso una voz demasiado atiplada). Y otra bonita balada como el 'Amazing Grace' no acabó de funcionar porque ella la entonó de manera demasiado afectada, en plan semioperístico a lo Barbara Hendricks.
.Y así, entre la luz de la esperanza y el fogonazo cegador, este ensemble llamado The Stars Of New Orleans estuvo bien en el neoswing gótico aplicado al clásico 'Joshua fit the battle of Jericho', en las citadas 'Oh Happy day', 'God provides' y 'Army of the Lord', en el prólogo del funeral de Nueva Orleans con parte de la banda desfilando por los estrechos pasillos del Arriaga, y en la atmósfera de musical insuflada al 'Anthem of Praise' (Himno de oración), que fue la undécima de la lista y la primera en que la gente se vio impelida a ponerse en pie y ya no se sentó hasta el final.
Pero el ensemble no apuró todo su potencial (la ambición eléctrica del septeto instrumental y la calidad indudable de las seis voces femeninas) en otras interpretaciones, como la excesivamente sofisticada 'Basin Street Blues' del doble homenaje a Louis Armstrong, unos 'Down by the riverside' (el epílogo del funeral) y 'When the saints go marchin in' (para cerrar el bis) sin puntos extras. O el estiramiento excesivo de 'Rejoice', con su letra tan religiosa, devota de Jesús y trufada con interpelaciones al público puesto en pie, que en su mayoría respondía feliz (la mitad del teatro daba palmas fuera del compás, calculó Óscar Esteban, quien también notó que los vientos habían tenido un papel poco destacado para tratarse de una formación con el nombre de Nueva Orleans) a los estímulos de una lideresa en claro éxtasis personal y que sentía cómo tenía al respetable entre sus manos, que jóvenes y mayores respondían a sus gritos (bueno, la mayoría, porque ya hemos dicho que nos sorprendió ver en pleno jolgorio a bastante gente que se iba de la fiesta).
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