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Todo salió mejor de lo esperado el jueves en la sala Azkena con el concierto del bluesman genuino Terry 'Harmonica' Bean (Pontotoc, Luisiana, 1961): artísticamente el show estuvo mucho mejor de lo esperado y el artesano no bajó el pistón durante las dos horas y 18 minutos de recital (la única pega es que perdimos el último metro, je, je…), y comercialmente la empresa salió bien con más de 100 tickets vendidos a 18 euros (y además había muchos jóvenes entre el respetable, aparte de las damas que se pusieron a bailar delante del afrobluesman).
El concierto lo organizó la 'Solo Blues', los responsables de esa revista de Madrid, que tienen programados dos bolos más en el Azkena: Tail Dragger el jueves 14 de marzo (de Chicago, el heredero de Howlin' Wolf, anuncian) y Lil' Jimmy Reed el jueves 2 de mayo (la leyenda de Baton Rouge, de Luisiana, reza la promoción sobre este bluesman de 80 años que no es familia de Jimmy Reed, aunque el mito le puso el mote). Ojalá salgan bien los otros dos y estos madrileños sigan trayendo a bluesmen en vías de extinción y que en el profundo sur siguen practicando el estilo más genuino, manteniendo la tradición como flamencos jondos.
El paisanaje respondió positivamente al ejecutante, que iba para profesional del béisbol pero dos accidentes de tráfico truncaron su carrera deportiva. La parroquia jaleaba sus comentarios, algunas veces dio palmas espontáneamente, danzó y hasta coreó una canción, el 'I Just Wanna Make Love To You' escrito por Willie Dixon para Muddy Waters.
Fue un recital largo, de 32 piezas en 138 minutos rebosantes de verdad. Terry ofició sentado en una silla con respaldo, dos amplis en los laterales a su espalda, la caja de la guitarra tumbada a su derecha, una caja con armónicas a su izquierda, y a sus pies una especie de felpudo amplificado para que se le oyera marcar el ritmo a base de zapatazos. Y es que Terry sabe puede hacer cuatro cosas, como un hombre orquesta: soplar la armónica que lleva colocada en un soporte en el pecho, tocar la guitarra eléctrica pero sin distorsión, cantar con profundidad fehaciente entroncando con los mitos negros, y llevar el ritmo con el pie a lo John Lee Hooker. Hacía hasta tres cosas a la vez, y es que cantar y soplar la armónica no se puede a la vez.
Además, Terry 'Harmonica' Bean, elegante con su gorra, su chaleco y su jersey blanco de cuello vuelto, nos dio una lección magistral de blues de primera mano mientras nos hablaba como si fuera un predicador, como el reverendo Jesse Jackson. Nos contó que su abuelo conocía a Robert Johnson (el que vendió su alma al diablo en un cruce de carreteras) y a Son House, que su padre se codeaba con BB King y Albert King, y que tiene 18 hermanos y 6 hermanas (o sea que su padre tuvo 25 hijos, no los 24 que indica la Wikipedia inglesa: ¡supusimos que exageraba y se queda corta!).
Su principal lección, la tesis más insistente, fue que el blues nació en el profundo sur, en el Estado de Mississippi, que lo que se creó en Chicago y se exportó al mundo no era sino el mismo blues de abajo con 'big sound' (gran sonido, a alto volumen, amplificado), y que todos los famosos del blues de Chicago habían nacido en Mississippi, y los enumeró, y coló a uno de ellos precisando que había nacido en Luisiana pero que se había ido de ahí por problemas con la ley, o algo así (también se refirió a Jimmie Rodgers, y aclaró: «por ahí había dos músicos así llamados, ¡pero estoy hablando del negro!»). Además, contó que Elvis Presley, quien acudía a los garitos y las iglesias negras («no problem», comentó), fue el que puso la música negra en la radio y la dio a conocer.
Este embajador del blues de Mississippi estaba encantado con la audiencia que le escuchaba atento, reía sus gracias («mi español es malo, pero mi inglés es malo también», soltó haciéndonos carcajear), bailaba su boogie y, como en el culto, en la iglesia («soy un cristiano a mi manera», reveló Terry), elevaba 'yeahs' al cielo cuando mentaba alguno de los nombres históricos. Decía que le gustaba estar en España y contó que en su pueblo había un bluesman que se llamaba «como esta ciudad de España» (¿se referiría al difunto Robert 'Bilbo' Walker Jr., también de Mississppi?), y nos volcó un montón de información con rostro de bonachón a lo BB King.
¿Y la música? Terry Bean arrancó con blues auténtico y vivaz, reveló su dominio de la rumba (la segunda, 'I Got Love If You Want It', de Slim Harpo; de Luisiana, vaya por Dios), animó el Azkena con ráfagas boogie (esa que invocaba «boogie with me people / boogie all night long»; y dijo al acabarla: «esto es lo que hago para ganarme la vida hace 35 años»), reivindicó a Howlin' Wolf ('Sitting On Top Of The World', y observó tras la ovación: «en los juke joints (garitos) del Mississippi no teníamos luces como las de este local»), se lució con el 'Black Cat Bone' de Robert Johnson y alcanzó un gran hito con el 'Boom Boom' de John Lee Hooker (con la peña coreando el estribillo onomatopéyido).
«Thank you, Spain», insistía agradecidísimo. Y mencionó a James Honeyboy Edwards, y contó que el armonicista Little Walter fue el primero en usar la etiqueta de 'rhythm and blues', y afirmó que «nadie toca el blues como la gente de Mississippi» antes de interpretar el 'Catfish Blues', y se paró para incidir en la importancia de Muddy Waters y en sus banda, en los figuras aún adolescentes que fichó para su banda y a los que desde el Mississippi se los llevó a Chicago. Y al de una hora el bluesman dejó la guitarra en el suelo, dijo que tenía discos para vender a 15 €, y pareció que se acababa la lección magistral, pero hubo otro capítulo dedicado a la armónica en solitario, con homenajes a James Cotton, a Jr. Wells, a John Lee Williamson (el auténtico Sonny Boy Williamson, recalcó, pues luego se hizo más famoso Rice Miller usando el mismo apodo).
Y tras este pasaje volvió a agarrar la guitarra, y mostró el blues del Delta, austero y penetrante hasta lo hipnótico, y apretó en el boogie a lo Hound Dog Taylor ('Give Me Back My Wig'), y nos miraba y veía que aguantábamos más, y cayó el mentado y coreado 'I Just Wanna Make Love To You'. Y el largo epílogo fue ciertamente hipnótico y atemporal, con boogie al gusto Canned Heat, con fingerpicking chispeante, con Terry asimilando la enfática imperfección de Hooker y despidiéndose con un blues lento a lo Jimmy Reed con letra improvisada hablando de ese mismo momento, que es lo que siempre ha sido el blues. Y bajó del escenario el bueno de Terry Bean y se puso a estrechar manos y dar abrazos mientras se dirigía al puesto de venta de discos. Una grata noticia certificar que el blues jondo negro de sigue practicando, oigan.
Terry Harmonica Bean sermonando antes de soplar el 'Catfish Blues':
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