«Soy terca, incansable y me importa un carajo el éxito»

Consiguió un empleo de camarera en el CBGB, el garito en el que comenzaron sus carreras Patti Smith, Talking Heads, Ramones o Television. De entonces le viene a Lydia Anne Koch su nombre artístico. Según la leyenda, acostumbraba a quedarse con algunos bocadillos para el 'lunch' (almuerzo) de sus amigos, con talento y ganas pero al borde de la indigencia.

En otro lugar mítico de la época en Nueva York, el Max's Kansas City, se hizo amiga de Alan Vega, fundador del grupo Suicide y figura de la llamada 'no wave', ola a la que subió la cantante y guitarrista con su grupo Jesus & The Jerks, de unos dos años de vida en los escenarios y de una influencia que aún perdura.

«En realidad, soy una esquizofrénica musical. Todos los conceptos que manejo van cada uno por su lado. Mezclo la no wave con el jazz noir (sonido industrial), el skronk (tendencia experimental basada en las disonancias) y el swamp rock (tipo Creedence Clearwater Revival). Todo muy diverso. Y, sí, sucio, también en cuanto a las letras, si a eso a lo que te refieres», explica a este diario desde su casa de Brooklyn.

Lydia Lunch actuará con su grupo Retrovirus el primer día del Azkena Rock Festival de Vitoria, el 15 de junio. Compartirá cartel ese día con Rancid, Steve Earl, Monster Magnet, El Drogas y los donostiarras Liher, entre otros. Una de las triunfadoras del Azkena del año pasado fue Patti Smith, a la que conoce desde los años del CBGB. «Su primer sencillo, 'Piss Factory', es una de las mejores grabaciones de poesía improvisada, y 'Horses' es un gran álbum. Ahora me gusta mucho la poeta performer Kae Tempest, y también Carla Bozulich, Jarboe, Josie Wreck, Silvia Black…».

Ha compuesto más de 300 canciones. Muchas de ellas se atienen a su intención inicial de liberar, dentro de la escena rock, a la mujer de los tópicos machistas. Nada de objetos sexuales. La artista demuestra que la actividad sexual, incluidas prácticas transgresoras, también es parte del empoderamiento de las mujeres.

«Me interesan tanto Simone de Beauvoir como Henry Miller y el Marqués de Sade. El feminismo tiene mucho camino por recorrer. Están las reivindicaciones de la vida cotidiana y las de siempre, que siguen teniendo actualidad: más mujeres en el poder político y económico. Las estupideces del sexismo, el racismo y el fascismo están más presentes que nunca», incide.

Preguntada por el clima de corrección política, que ha cumplido décadas en su país pero que arrecia ahora con especial fuerza, Lydia Lunch no se muerde la lengua. Afirma que su libro 'Paradoxia. Diario de una depredadora', con escenas sexuales algo más que explícitas, «no lo publicarían ahora si fuera una obra nueva. Afortunadamente, se sigue editando y se puede leer en ocho lenguas. El espíritu transgresor fue muy importante en el Nueva York donde crecí como artista».

Actriz sobre todo en películas de serie B, comenzó su carrera musical en solitario en 1980 con uno de sus discos que mayores entusiasmos ha provocado, 'Queen of Siam'. Le siguieron 'Honeymoon in Red' y 'Unearthly Delights' hasta llegar a 'Urge to Kill' en 2015, ya con la banda Retrovirus.

Se enorgullece de haber construido su carrera sin el apoyo de las grandres discográficas y editoriales. «Soy terca, incansable y me importa un carajo el éxito», reivindica.

Los miembros de Sonic Youth le veneraban y juntos grabaron una canción de aires diabólicos, de las de no cansarse de escuchar, 'Death Valley 69'. Ha tenido un grupo de «hard rock pervertido», Big Sexy Noise. Forma parte de un trío de improvisación de mujeres, Medusa's Bed, que sólo actúa en Berlín y da talleres para enfrentarse al patriarcado. Actualmente tiene también una banda con Marc Hurtado con la que tocan el repertorio de Suicide y Alan Vega. Ha entrado en los podcasts, con el titulado The Lydian Spin, que se emiten en las plataformas y en www.lydianspin.libsyn.com.

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Se mudó a Barcelona cuando George W. Bush «robó» las elecciones presidenciales por segunda vez en 2004. «Soy una nómada. He vivido en unos veinte sitios durante mi vida adulta. Me gustó Barcelona, su belleza natural, la arquitectura, el arte, la gente, la comida, la diversidad de España. Me impactó también la historia de poder y abusos de la iglesia».

Ahora reside en Nueva York, pero cree que pronto se volverá a ir. «No me gusta tener un domicilio fijo durante mucho tiempo. Nueva York es un estado de ánimo, más allá de lo que haya cambiado. Sin los setenta no sería tan radical como soy. Es algo que tengo que agradecer a aquellos años».