Esta semana, La Nube, el activo bar de Santutxu, acoge tres conciertos internacionales: este martes con el cuarteto del guitarrista inglés de blues-rock Ben Poole (21 horas, 10 euros), este miércoles con el quinteto húngaro autoetiquetado de rock de alto octanaje ... Ozone Mama (21 h, 10 €), y el domingo con el dúo acústico irlandés de rock and roll clásico Craic 'N' Roll (19.30 horas, 5-7 euros). No se pierdan a Ozone Mama: la promoción los vende como la mejor banda de rock de Hungría, han compartido cartel con Monster Magnet, Airbourne, The Darkness, etc., y llegan presentando su disco 'Cosmos Calling / La llamada del Cosmos', que se ondula con sonoridades a lo Led Zeppelin, se agita con rock sudista, asume lo stoner, explora lo espacial y maneja la progresividad en la onda King Crimson, por ejemplo.
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Pero evoquemos lo de este martes, el bolo de 118 minutos para 11 piezas del pujante guitarrista Ben Poole, un veinteañero con la misma capacidad abarcadora, modernista y transversal de su paisano Laurence Jones. Poole, al que han elogiado figuras de las seis cuerdas como Jeff Beck, Gary Moore, Kenny Wayne Shepherd, Walter Trout o Richie Kotzen, anda de gira española con su reciente disco 'Anytime You Need Me' (este es el tráiler de un minuto): 14 conciertos con solo un día de descanso, alternando festivales y clubes. Por cierto: este miércoles recala en Vitoria (sala Urban).
Apiñados con orden en el estrecho escenario de La Nube (podíamos ver perfectamente las evoluciones del teclista por sus dos líneas de marfiles) y rodeados y acosados por los fotógrafos (¡había más de ocho!), Ben Poole y sus escuderos jóvenes y también apuestos y estupendos en su labor (cómo le pegaba el batería alejado en la esquina…) se metieron a la parroquia en el bolsillo desde el primer momento y la sublimación de la noche la consiguieron en la versión de Freddie King 'Have You Ever Love A Woman', un blues de parar, templar y mandar durante un cuarto de hora con punteos genuinamente eléctricos de la Gibson Les Paul y el vaivén de emociones contagiado a los parroquianos, que chillaban, aplaudían, vitoreaban («oh my God, qué bañada», profirió uno durante los primeros tañidos).
Ben Poole alternó dos guitarras (Fender Telecaster y Gibson Les Paul), whisky y cerveza (tenía dos vasos a sus pies, junto a la pedalera, y en un par de ocasiones brindó con las primeras filas), camisa y camiseta (se quitó la primera durante el cover de King y la camiseta reproducía el grabado 'La Destrucción de Leviatán' de Gustavo Doré) y protagonismo compartido en los solos (los alternaba con el teclista, que lanzaba ráfagas sureñas ora Allman Brothers, ora The Sheepdogs…). Durante la segunda hora de la agradable velada negociaba con sus músicos qué canción tocar a continuación. Aunque Ben Poole arrastre el sambenito de blues-rock (los punteos son muy bluseros y tal vitola le sirve para entrar y triunfar en los festivales del ramo), sus canciones apuestan por la comercialidad: letras de amor bastante juvenil, entonación vocal claramente soul, arreglos acertados, ambientes alargados (otra característica del blues, pero en su caso no hostelero) y brillo en la ejecución.
En un parlamento Ben informó que en esta es su cuarta gira española, que le encanta venir por aquí, que «es imposible venir a España y no beber cada noche», y que está alternando festivales (en Cáceres y Valencia, por ejemplo) con garitos, y que estos le gustan porque está muy cerca del público. Al público de La Nube se lo ganó desde al arranque mediante los riffs rechulamente cool en plan Robert Cray ('Let's Go Upstairs'), arrastrando el blues-rock y superponiéndole voz marca Prince ('Win You Over'), tornándose souleramente moderno vía Joe Louis Walker y luciéndose al final en una coda a lo Isley Brothers ('Question Why'), y explotando con el cuarto de hora del cover de Freddie King.
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Y a continuación estiró la sesión y rebajó quizá la tensión (por dilatación, transversalidad, menor velocidad, cierta progresividad…) con funkie tipo The Meters, baladas ora amorosas y comerciales ora marcadas por Eric Clapton, funk Keziah Jones ('Start The Car'), roces con el pop ('Don't Cry For me'), rock a lo Bryan Adams (en una donde el fotógrafo Azpiazu se fijó en cómo se le marcaban los tendones de las muñecas al puntear), un huracán con el dinamismo de Stevie Ray Vaughan ('Stay At Mine', con la intro baterista y una tramo jam sesion con guiño a Deep Purple) y un bis bastante progresivo ('Hanging In The Balance').
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