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Loreena McKennitt (Morden, Canadá, 1957) empezó produciendo desde la mesa de su cocina. Con los 10.000 dólares que sus padres habían ahorrado para que estudiase veterinaria, grabó 30 cintas de las que regaló 18. Era 1985, tenía 28 años y se levantaba a ... las siete de la mañana para tocar por dinero en el mercado de Toronto.
Más de 14 millones de discos vendidos después y convertida en icono de la música celta y new age, McKennitt atiende al teléfono desde la oficina de su propia casa de discos en Ontario, Quinlan Road. «Nunca volví a la universidad», bromea. Sí ha vuelto recientemente al estudio para alumbrar 'Lost Souls', su primer álbum con canciones originales en doce años.
– ¿Qué ha hecho todo este tiempo?
– Los dos últimos años, cuidar de mi madre. Me he limitado a la vida familiar. Antes estuve girando, pero en un 90% me he dedicado a ejercer de manager para otros artistas.
– ¿Cuándo sacó tiempo para componer 'Lost Souls'?
– Muchas de las canciones las escribí hace muchos años, como 'Spanish Guitars And Night Plazas' o 'The Ballad Of The Fox Hunter'.
– ¿Por qué las ha guardado hasta ahora?
– Porque sentía que no encajaban en los álbumes anteriores. En cierta manera, eran 'almas perdidas'.
– ¿De ahí el nombre del disco?
– En parte, aunque en realidad está muy inspirado en el libro 'Breve historia del progreso'. Su autor, Ronald Wright, estudia las civilizaciones como si fuesen la caja negra de un avión que se estrella.
– ¿Y cuál es la conclusión?
– Que puede que hayamos alcanzado demasiado progreso. Desde la Revolución Industrial, la tecnología avanza en detrimento de la moral, cuando deberían ir de la mano. Un progreso descontrolado puede llevar a la catástrofe: el armamento nuclear, la deforestación, la crisis de los refugiados... ¿Somos ya almas perdidas? Quizá deberíamos dar dos pasos hacia atrás y repensar las cosas.
– Suena muy espiritual.
– Como especie necesitamos serlo y dedicar menos tiempo a discutir o a hacer dinero. Al final del día, lo que da sentido a la vida no es un coche o el club de golf, sino los amigos y la familia.
–Su primer single, 'Spanish Guitars and Night Plazas', remite al embrujo árabe de Granada.
– Sí, a su cielo claro, al sonido de la calle, al flamenco... Fue a principios de los ochenta cuando la visité por primera vez. Hasta entonces solo había estado en Inglaterra e Irlanda y viajaba en busca de nuevas influencias. Cogí un tren y llegué a Madrid, luego a Barcelona, a Granada... Me quedé embriagada por la cultura española y sus diferentes imaginerías. Desde el cambio de África hacia Andalucía hasta la historia en Galicia. Pero Granada es una ciudad con tantas capas: su geografía, su arquitectura, su música, su lenguaje, su comida...
–Se le identifica como icono celta, pero siempre se ha sentido atraída por la filosofía sufí.
– No soy ninguna experta, pero me interesa su forma de ver la vida, de cómo el mundo gira alrededor del concepto del amor.
– ¿Así lo cree?
– Me gusta pensar que sí, porque el amor tiene muchas formas de ser:empatizar, explorar, abrirse a otras culturas, el concepto de hogar... Incluso la relación que establecemos con el paisaje o los animales.
– En una de sus nuevas canciones, 'Breaking Of The Sword', habla de los canadienses caídos en la Segunda Guerra Mundial.
– Fue un encargo de las Fuerzas Armadas de Canadá para conmemorar el Día del Armisticio. Cuando un soldado muere, le pierde su familia de sangre, pero también la militar. Quería hablar por ellos y expresar ese sentimiento de tener que seguir hacia adelante sin los que se han ido.
– Echando la vista 33 años atrás, a esa oficina improvisada en su cocina, ¿se imaginó alguna vez tanto éxito?
– Nunca, ha sido mucho más de lo que hubiera esperado. Recuerdo que al principio no encajaba con ningún manager.
– Y siguió produciendo a su aire.
– Me siento mejor así. Hago mi música a mi manera y no tengo que ceder.
– Usted se promocionaba en un mercado a las siete de la mañana. Ahora internet lo pone más fácil.
– Internet acerca a muchos talentos, pero no se les da la oportunidad de vivir de ello. Con los servicios de 'streaming' ganas unos pocos céntimos por cada miles de reproducciones que luego tienes que repartir entre todo un equipo. Alo que hay que añadir toda una generación que ha aprendido que el acceso a la obra de un artista es gratis. Es el colapso de la industria.
– ¿La Red es mala?
– La tecnología en sí no es mala, lo es la forma de hacer negocio.
– ¿Volverá a actuar España?
– Seguramente, el año que viene. Ojalá, ¡me encantó!
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