Ernesto Castro (1990) acabó la carrera de Filosofía en la Complutense como el número 1 de su promoción y un 9,3 de media. Se doctoró, trabajó como becario en la universidad y después se fue a la calle. Empezó su vida como nini y ... aprovechó el tiempo que tenía para escribir un libro, 'El trap. Filosofía millennial para la crisis en España' (Errata Naturae). Ahora le va muy bien con esta obra que hinca el diente a las obras de C. Tangana, Yung Beef, Cecilio G., El Rey del Bogatell, Locoplaya, La Zowi, Bad Gyal y, cómo no, Rosalía, entre otros.
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«¿Qué hace un joven célibe y abstemio como yo, que hace años que no folla y que no ha probado ninguna droga dura en su vida, tarareando esas canciones lujuriosas y politoxicómanas?», se pregunta Castro. Además de que le gusta este tipo de música, verla con la lente del analista le sirve para verse a sí mismo y a su generación. «Si el rap fue en Estados Unidos la CNN de la comunidad afroamericana, el trap ha sido la TVE de los jóvenes empobrecidos y precarizados de finales de 2010», argumenta.
El autor señala un año, 2013, en el que se puede fechar el inicio del trap en España. «El 55% de los jóvenes estaba en paro y su situación no ha mejorado mucho. Pertenecemos a una generación perdida».
Buena parte de las estrellas españolas del género no proceden de las barriadas golpeadas por la crisis que aparecen en sus vídeos. C. Tangana se graduó en Filosofía como Castro. Elegir una carrera de ese tipo no es algo que suela suceder con frecuencia en el extrarradio. La Zowi es hija del guitarrista flamenco El Yerbita. El padre de Bad Gyal es el actor Eduardo Farelo, muy conocido en Cataluña por su participación en series de TV3, además de trabajar en doblaje (es la voz de Colin Firth). La propia Rosalía procede de un matrimonio de artistas que vivió varios años en Nueva York.
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«Pero esto no los deslegitima. La crisis bajó los humos de la clase media, que pensaba que era superior por tener un piso», incide. Si algo ha conseguido el trap ha sido que la cultura lumpen consiga reinar en la industria musical, haciendo ricos a sus protagonistas. «Estados Unidos asimiló las corrientes latinas que vienen de países como Puerto Rico, las uñas largas, los peinados como mucho trabajo de peluquería y los tatuajes en la cara», explica Castro. Aquí el trap se ha nutrido de la cultura quinqui, el flamenco y la rumba, añade.
Además de una historia del trap en España, y del debate de si se acomoda o no a la categoría general de música urbana, el filósofo aporta una guía de lectura a las obras de los traperos, que tanto revuelo han causado, empezando por la cancelación del concierto de C. Tangana en la Aste Nagusia de Bilbao. Lo primero que hay que hacer, insiste, es no tomárselos en serio. «Tangana encarna el mal que quiere criticar y deja al público la labor de criticarlo, en vez de presentarse como un dechado de virtudes, como hacen muchos raperos. Si no captas la ironía, te lo pierdes», explica el autor.
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«Dime qué quieres ver, te dejo elegir (...) Tengo seis culos detrás de mí», canta el madrileño. ¿Captan los veinteañeros que Tangana parodia al machirulo? «Precisamente son ellos que los saben leerlo sin problemas, lo que le han seguido desde que se hacía llamar Crema y los que conocen cómo piensa», defiende Castro.
Como el fuerte de C. Tangana es la ironía, «que alguien se llegara a creérselo, como en Bilbao, consumó su obra. Sin ofendiditos ni gente que se cree las 'fake news', el trap no tendría tanta fuerza ni sería tan interesante. Piensa que es el primer género musical que se ha visibilizado gracias a las redes sociales».
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¿Y las mujeres que han irrumpido en el panorama patrio del género? Rosalía tiene mucho éxito pero menos peligro que La Zowi y Bad Gyal. «Salgo pa' la calle con los rulos/ Leggins apretaos pa' que se marque el culo (en pijama)/ Tu puta no tiene ni un duro (es pobre)/ Tengo muchas putas, puta soy un chulo», canta la primera. «Si una mujer dice puta parece que la palabra se llena de significado. Si los hombres lo hacen decenas de veces al día, no pasa nada. La Zowi la usa para todo. Es como una exclamación. Como ¡joder!».
Castro encuentra un paralelismo entre las rockeras y las punkis, por un lado, y las traperas por otro. La 'riot girrrls', las chicas alborotadoras, rompieron con el cliché de la groupie capaz de hacer todo por sus ídolos y tomaron las guitarras para expresarse. El caso de Las Vulpes, que sufrieron la censura en su momento, lo dice todo. Las mujeres del trap han cogido el micrófono y sueltan lo que les da la gana.
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Pero no van de revolucionarias. Como a los hombres de estos estilos musicales, les encanta vestir de marca y lo cuentan en sus canciones. Quien haya oído las de Bad Gyal sabe que Gucci y Dior son lo más. «Aspiran a ser la oligarquía lumpen. En 'Alligators', C. Tangana cuenta la historia de un artista que se cosía los cocodrilos en los nikis antes de ser famoso». Exhibirse es parte de su cultura.
Ernesto Castro, autor de 'El trap. Filosofía millenial para la crisis en España', además de 'Contra la posmodernidad' y 'Un palo al agua'. Tiene un canal en YouTube.
Situación social «El trap ha sido la TVE de los jóvenes empobrecidos y precarizados de finales de 2010»
Sexismo «Si una mujer dice puta, parece que la palabra se llena de significado. Si lo hace un hombre, no»
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