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óscar cubillo
Lunes, 24 de febrero 2020, 01:40
De lo mejor del año el concierto que dio Sergio Dalma el domingo en un Teatro Arriaga que agotó el aforo hace un mes, y esto con las mejores butacas costando 65 eurazos, ¿eh? El prólogo de su completo espectáculo dominical fue sorprendente e insuperable: ... 16 minutos de escenografía mutante y ritmo de musical en un popurrí poliestilístico trufado con tambores Rammstein, funk Talking Heads, soul itálico escuela Zucchero, más soul con los músicos delante del tablado y de la misma el líder Dalma cantando sentado en un taburete, luces y láseres y de repente la pantalla de fondo, Sergio con un sombrero que lanzó al patio de butacas, la participación en escena de los técnicos que actúan y retiran una batería y un piano mientras no para la música… Llegamos a pensar que durante semejante asombroso lapso rezumó más ambiente de musical que recientemente en el afamado 'A chorus line' sobre el mismo escenario.
Acabó ese número, el primero de un concierto de 27 piezas en 128 minutos con dos bises, y el simpático y cercano y para nada ufano Sergio Dalma dijo: «Buenas tardes, Bilbao. Después de este principio, 'Galilea' y nos vamos». Y es que tal arranque fue increíble, arriesgado y ambicioso. También el segundo bis tuvo algo de musical y resultó imprevisto: parecía que se había acabado todo, se encendieron las luces, mucha gente hacía mutis, los técnicos retiraban los instrumentos, y de repente salieron el pianista y Sergio y tocaron tres canciones más a dúo, entre ellas una en catalán y otra 'El jardín prohibido' de Sandro Giacobbe, muy coreada por la masa encantada que filmó el momento una vez más a pesar de estar prohibido.
Este segundo bis fue un regalo que sirvió de descomprensión mientras los técnicos retiraban los bártulos y Sergio, con una toalla sobre los hombros, cantaba esos tres extras. Fue un contraste con el primer bis, apoteósico e itálico, pues contuvo seis agraciadas versiones transalpinas, la primera de ellas 'Soy un italiano' de Toto Cutugno y con Sergio, en otro momento impredecible por el peligro de tumulto, saliendo a cantarla por el patio de butacas protegido por tres guardaespaldas pero con espacio y recursos para acariciar manos, dar besos…
Este primer bis puso a todos los espectadores del Arriaga en pie y brillaban las caras de felicidad (las personas más mayores, muy mayores, parecían las más contentas). Y en este bis recordamos que un día titulamos una crítica de un concierto de Dalma 'Repartiendo felicidad' (en febrero de 2018 en el Euskalduna, también de lo mejor de ese año). Y en este segundo bis así de feliz y a pleno pulmón la gente coreó 'Soy un italiano' de Cutugno, 'La cosa más bella' de Eros Ramazzoti, 'Este amor no se toca' de Gianni Bella (y popular en España por la mexicana Yuri), 'Yo no te pido la luna' de Fiordaliso, más dos de Umberto Tozzi para acabar, mejor 'Tú', con la gente ondeando los brazos por segunda y última vez, que 'Gloria', que la interpretaron a saltos. Solo de imaginar esta parte dan ganas de haber estado, ¿verdad?
El sabadellense Josep Sergi Capdevila i Querol, que tiene 55 años como dijo una vez en escena, vino presentando su disco recopilatorio '30…. Y tanto' (Sony, 19), con el que celebra, festeja según expresó él mismo, su trigésimo aniversario de exitosa carrera contando a partir del lanzamiento en 1989 de su single 'Esta chica es mía'. Y este domingo dio un espectáculo total. Estaba uno ahí sentado y pensaba: ¿con qué nos sorprenderá ahora? El prólogo fue superlativo y el primer bis itálico emocionantísimo y comunitario, pero en el medio hubo mucho más chicha y ni siquiera las presentaciones de sus músicos (seis escuderos tiene) se hicieron largas. Sergio bromeó bastante con su guitarrista argentino (y el baterista era bonaerense), se marcó un estupendo dueto con su corista y percusionista Alicia Araque, permitió que muchas mujeres corrieran por el pasillo para acercarse y estrecharle la mano (una niña de la primera fila le puso en la muñeca una pulsera de cuentas de colores que seguramente hizo ella misma), y cada dos por tres el público se ponía en pie en sus butacas, y filmaba, y cantaba…
Ya lo había avisado Sergio en el primer parlamento, cuando dijo que durante estos 30 años al principio le iban a ver ellas con sus padres y que ahora van con sus hijas, antes de animarnos: «Han pagado una entrada, disfruten a su manera. Canten, bailen, abrácense, bésense…». Algunas le gritaron guapo y Sergio, un profesional como la copa de un pino (no usó teleprompter, lo cual tiene mérito con 27 canciones que abundan en los mismos términos amorosos de manera combinatoria), se lució de muchas y variopintas formas: rapeó y montó la fiesta en 'Donna', desde el post-pop medró hasta el soul en 'Una historia distinta' (aquí puso por primera vez a ondear los brazos a todo el Arriaga), se marcó el dueto con Alicia en 'Mi historia entre tus dedos', confesó que se había pensado dos veces incluir en el repertorio 'Esta chica es mía' por las cosas de las redes sociales (pero las mujeres que eran mayoría en el Arriaga la grabaron y la corearon encantadas), facturó rock comercial a lo Bryan Adams en 'No despertaré' y otra balada de escuela italiana en 'A buena hora' («qué bonita», suspiró una dama de la fila de atrás, la octava, y es que además tuvimos la suerte de verlo desde cerca), en 'Bailar pegados' provocó un colapso emocional y culminó el repertorio antes de los bises mediante un arreón roquista y saltarín con dianas como la optimista y euforizante 'La vida empieza hoy' y la citada 'Galilea'.
Vaya calidad de sonido, vaya variedad de repertorio, vaya luces, vaya cercanía física y emocional al respetable, y vaya cantante. El sábado 14 de marzo está en Santander (y el 13 en Gijón).
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