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«Ni sirvo ni gobierno»
Loquillo - Músico ·
De vuelta de todo y de todos, Loquillo celebra sus cuarenta años en el escenario con crítica ironía, una actitud rocker más firme que nunca y una gira auténticamente emocionalSecciones
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Loquillo - Músico ·
De vuelta de todo y de todos, Loquillo celebra sus cuarenta años en el escenario con crítica ironía, una actitud rocker más firme que nunca y una gira auténticamente emocionalTodo evoluciona, pero la actitud permanece. De esto, de la fortaleza de la música y de la honestidad de un rocker vocacional, va la próxima gira de José María Sanz, Loquillo. El 5 de octubre inicia en Sevilla una batería de conciertos con escalas en numerosas ciudades –Tenerife, Granada, Valladolid, Arnedo, Salamanca, Zaragoza, Valencia, A Coruña o Bilbao (16 de noviembre), entre otras– y un colofón emocional en el mítico Palau Sant Jordi de Barcelona en diciembre. 'Cuarenta años de Rock n'Roll Actitud' se llama el tour. Y conmemora ni más ni menos que eso: cuatro décadas de carretera envueltas en el dulce enardecimiento de la adrenalina, himnos generacionales, riffs cortados a cepillo y el rugido «¡Nenaaaaaaa!» abriéndose paso entre el poder y la gloria.
– ¿Recuerda su primer concierto?
– Cabaret Tabu, agosto de 1978. El promotor Segis, que había tenido los bemoles de traer a Chuck Berry un año antes a BCN, había decidido convertir un cabaret frecuentado por marines americanos y señoritas de alterne en una sala de rock. Me vio por las Ramblas y me paró por la pinta que llevaba. Me acompañó mi amigo y ahora empresario hostelero Óscar Manresa. Los dos pasamos el 'casting' como cantantes de una banda de mercenarios que pretendía ser un 'all star' residente para el garito en cuestión. A los pocos días Óscar dejó la banda por un tema familiar y no me quedo otra que salir al escenario y cambiar el destino de la música española, ja ja ja.
– Qué tiempos para el rock and roll. Era un adolescente en una época donde a todos les gustaba soñar. ¿Pensó ya entonces en un futuro de rock star?
– Mi experiencia en el cabaret me llevo a colaborar en la revista 'Popular uno' y más tarde a ser promocionero de Auvi Discos que distribuía en España todo el catálogo de Charly Récords. Eso me llevo a Londres en el inicio de la nueva ola. Volví con una sola idea: montar una banda. Abandoné la ortodoxia de teddy boy y me convertí en un punk rocker. La disquera Auvi me contrató para que buscara músicos de acompañamiento para los artistas de su catálogo que pasaban por televisión. Colegas rockers o músicos de Los Rebeldes y un servidor aterrizamos por el programa de TVE 'Aplauso'. Mi pinta llamó la atención del negocio. El resto es historia.
– Todos somos consecuencia de lo mejor y lo peor de nuestros actos. ¿Hay algo en su carrera que le hubiera gustado cambiar?
– Se aprende de éxitos y de fracasos. Pero, por fortuna, ninguno de los dos son definitivos si crees en ti, tienes disciplina y capacidad de trabajo. En una época me convertí en una ONG ambulante, en otra en defensor de causas perdidas –o no–, me hipotequé para financiar 'Mujeres en pie de guerra' sin subvención alguna y llegué a presentarme a unas elecciones de la SGAE como oposición a Teddy Bautista... También apoyé a los verdes, al eurodiputado José María Mendiluce y aparecí en 'La buena nueva' de Helena Taberna en el papel de un falangista, en lo que resultaba ser una ironía. Lo único que logré fue que me dieran por todas partes. Y también he conseguido arruinarme. Pero, al mismo tiempo, estoy orgulloso de mi colaboración con Elkarri y de haber conocido a Jonan Fernández, un gran tipo.
– Moraleja...
– Toda esa experiencia me ha enseñado que aquí los cuchillos vuelan, que la política no es mi negocio, que mi tiempo vale demasiado como para dedicarlo a 'salvar el mundo' y que la libertad de expresión se ha devaluado. A mí me censuraron el vídeo 'Los ojos vendados' en 1993 y no fui por ahí pidiendo que me lanzaran un peluche. Como dice Rick, ya no me juego el cuello por nadie.
– En este mundo, ¿es bueno ser inclasificable?
– ¡Individual, off course! Ni sirvo ni gobierno. Todos tenemos los mismos derechos y oportunidades, o así debería ser en Disneylandia, pero eso no indica que tenga que ser como tú. Ni pensar como tú. Yo pienso por mí mismo. No puede existir un cerebro colectivo.
– En su carrera musical ha mostrado cinco rostros: el cantante salvaje, el poeta, el cinéfilo de las bandas sonoras, el rocker adulto, mayestático y solemne de 'Balmoral' en adelante y el rocker rebelde y afilado de 'Código Rocker'. ¿Hay alguna de esas facetas que le proprocione más satisfacción?
– He interpretado guiones diferentes a lo largo de mi carrera que me han llevado a la creación del personaje definitivo. El actual. Reinventarme es una de mis señas de identidad, disfruto con ello, soy un Frankestein de todos los personajes que he interpretado y de todos aquellos que han pasado por mi vida, además de un vampiro confeso.
Loquillo entró en este mundo por el Clot barcelonés. Fue un frío 21 de diciembre de 1960. Dormía en una cama en el pasillo. Su familia concentraba mucha vida y altas dosis de ética en poco espacio. Le iban los cómics de la Marvel, el rock americano, el punk inglés y el sentido 'noir' del rockabilly. Una época llena de cadáveres calientes de mitos y otros por los que dejarse llevar: Lou Reed, Bowie, The Clash. Música de rebeldes y sustancias prohibidas. Y años propicios para situar a los más avezados ante dos caminos: vivir en el lado oscuro de la calle o hacer mucho ruido. El Loco optó por lo último. Sigue en ello. Y ahí ha tenido mucha influencia su forma de operar. De generar ideas y forzar más allá del límite el ingenio de sus colaboradores.
– Sabino Méndez, Gabriel Sopeña, Igor Paskual, Carlos Segarra, Josu García, Mario Cobo, Luis Alberto de Cuenca, Leyva, Carlos Zanón...Su lista de compositores es inusualmente amplia para un cantante de rock.
– A esta lista añade a Marc Ros de Sidonie y a Santi Balmes de Love of Lesbian. Solo trabajo con los mejores, diferentes entre sí pero grandes por igual. Todos representan una parte de mí y, si no, mi instinto me dice que vienen a descubrir alguna de mis facetas que busca salir al exterior... Fijo.
– ¿Cómo los elige?
– Tengo el don para reconocer el talento en unos casos y de saber retar, en otros, a quien a primera vista no pensarías que fuera un compositor perfecto para mí. La seducción es un arma; la tentación del riesgo, otra. Y la audacia, el resumen de lo anteriormente apuntado.
– ¿Por eso les pone a prueba, incluso descolocándoles de su género musical habitual?
– Eso me encanta, me pone. Sacar al compositor de su hábitat natural se convierte en un arte además de una prueba de vida. ¿Eres realmente grande, amigo? ¡Pues ahora te toca demostrarlo! (risas)
– ¿Cómo comienza a componer una canción?
– Los sonidos son ideas; las imágenes, música; la experiencia vital, guiones... No hay otra.
– Supongo que tendrá cientos de canciones que ha probado y dejado en el cajón.
– En muy pocas ocasiones me ha ocurrido. Ahora mismo, de trece temas con los que empecé a trabajar para el siguiente proyecto, me he quedado con nueve. Sé lo que quiero, la temática, los sonidos, además de que dinámica seguir. Menos es más.
– De Jorge Berlanga conserva una servilleta donde escribió la letra de una canción.
– A Jorge lo recuerdo con un trago en la mano, en la coctelería Balmoral de Madrid, a él y a su descapotable en la puerta. Sería a finales de otoño. Lo recuerdo dándole vueltas a una conversación perfecta donde la música era el tintineo del hielo sucumbiendo al escocés añejo, una conversación solo interrumpida por el buen hacer de Manolo, el barman. Una letra que luce enmarcada en mi escritorio.
– ¿Podría volver a repetirse en el rock español un binomio como el de Loquillo y Sabino Méndez?
– Imposible, somos hijos de una época y de una Barcelona que ya no existe. Somos puro 'fin de siecle'
– ¿Cuándo fue a Montjuic por última vez?
– Antes de que cerraran el museo militar, un lugar mítico para mí. Los ignorantes confundieron el conocimiento de la Historia con el franquismo y lo cerraron. Mi padre me solía llevar a ver la colección de espadas de cruz y de picas de los tercios. Santiago, mi padre, que había luchado en la 228 División Mixta del ejército republicano se convertía por un momento en el cicerone perfecto para una visita guiada.
– Cuarenta años después, ¿cómo recuerda a aquel chaval que se estrenó en el Tabú?
– Con unas tremendas ganas de aprender, de vivir la vida que su padre no pudo vivir.
– ¿Y descansar?
– Qué aburrido, ¿no ?
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