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Todo fluía en el ensayo de este miércoles de la Orquesta Sinfónica de Bilbao. Más allá de la distancia de rigor (metro y medio) y algunas mascarillas (llevarla es voluntario), se imponía la batuta de Erik Nielsen. Como un faro chispeante. Con alegría y nervio. ... Los músicos de la BOS, con atriles individuales para preservar la separación, no le quitaban ojo. Ahora más que nunca se agradecen los liderazgos claros. Entre tantos dispensadores de gel y choque de codos, miedo al contagio y crisis generalizada, hay alguien que domina la partitura mejor que nadie. Eso pensaban los instrumentistas, dispersos en la sala como pequeños islotes. Se les veía relajados.
Era su primer ensayo al completo desde la declaración del estado de alarma, con una obra que no exige muchos músicos. Apenas había 32 en la sala, con los acordes del primer movimiento de la Sinfonía n° 82 de Haydn (llamada 'La del Oso') electrizando el ambiente. Vigorosos, con las semicorcheas a toda pastilla. Ciertamente, aquello sonaba muy bien. Ligero y preciso, sin borrones ni tachaduras. Es lo que tiene el repertorio con pocos músicos, todo se nota. El más mínimo fallo o descompensación enseguida repercute en el efecto global. Nadie se puede esconder en la masa. Hay que afinar el oído al máximo y estar muy pendiente de los compañeros.
«Le vamos a sacar mucho provecho a la próxima temporada. Será un gran entrenamiento para todos. Nos escucharemos los unos a los otros con más atención. Eso es magnífico, saldremos reforzados», se felicitaba el director titular de la BOS, con la camisa empapada de sudor en un receso del ensayo. El maestro de Iowa, la tierra de Buffalo Bill, no se achanta con facilidad. Sabe empuñar la batuta pero también es un virtuoso del oboe, del arpa y del piano. En Kansas se fogueó en una banda de música y disfrutó de lo lindo como maestro correpetidor en la Ópera de Frankfurt. Nunca le ha costado adaptarse a los cambios.
Tener que prescindir durante un tiempo de las obras de Mahler o Shostakóvich (que en algunos casos requieren más de 100 músicos) no le supone ningún trauma. «Evidentemente, ahora tenemos que ajustarnos a piezas muy específicas por puro sentido común. Hay que evitar las aglomeraciones en el escenario». ¿Qué tienen entonces ahora mismo entre manos? Un surtido de lo más variado: Mozart, Debussy, Ravel, Prokofiev, Elgar, Vaughan Williams, Rossini, Gardel...
Azkuna Zentroa Los jueves conciertos gratuitos con Mozart, Fujikura, Prokófiev, Dvorák, Varèse...
Minigira por Bizkaia Viernes, 7 de agosto, en Lekeitio (formato sinfónico) y en Bermeo (cuarteto de cuerda). El 15 en Gorliz. La solista será la arpista de la BOS, Marion Desjacques. Obras de Mozart, Debussy, Haydn, Elgar, Stravinsky, Gardel, Piazzolla...
Euskalduna El 18 volverá a pisar el escenario de su sede, con la violinista Giulia Brinckmeier. Piezas de Copland, Rossini, Ravel, Mozart y Prokófiev.
Quincena Donostiarra El 21 con el pianista Javier Perianes, conciertos 20 y 21 de Mozart. También la 1ª de Prokófiev.
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Los tres meses de confinamiento han sido muy duros. Desde que salieron a escena a principios de marzo, en el marco de Musika Música, para tocar 'La consagración de la primavera' de Stravinsky ha llovido mucho. Muchísimo. Sobre todo en el ánimo de los profesionales que necesitan un público delante. «No queremos trabajar en 'streaming'. ¡Queremos hacerlo para la gente! Nos debemos a las personas que tenemos enfrente, cara a cara. Nos hace falta esa relación. Necesitamos una razón para ensayar», recalcaba Erik Nielsen antes de volver a esgrimir la batuta.
Por fortuna, no les faltará motivación para darlo todo. Les esperan nada menos que doce conciertos, más de lo habitual en estas fechas. A los que ofrecerán gratis los jueves en el atrio de Azkuna Zentroa, a las 18.30 y 20.00 horas, se sumará la tradicional minigira por Bizkaia (Lekeitio, Gorliz y Bermeo), sin olvidar dos citas de gran envergadura: su regreso el día 18 al Palacio Euskalduna, que es la sede de la orquesta, y su participación en la Quincena Donostiarra. «Hay que vivir con el Covid y buscar soluciones», insistía este miércoles Nielsen mientras se alejaba a toda velocidad para dar instrucciones a la arpista de la BOS, Marion Desjacques. La música continúa. ¿Qué se oye? Ahora es Debussy el compositor que toma el relevo: 'Danzas sagradas y profanas, para arpa y orquesta'. No hace falta ni aire acondicionado. Puro frescor en vivo y en directo.
Los directores de orquesta tienen grabada en la cabeza la distribución de los instrumentistas. Se mueven y gesticulan, con más o menos amplitud, sin perder de vista a los miembros de la orquesta. Aunque dirijan con los ojos cerrados, como era el caso de Karajan. Saben perfectamente dónde se sitúa cada músico. Es una preocupación menos, algo que tienen controlado. Hasta que llegó el Covid-19 y puso todo patas arriba.
Ahora hay que guardar una separación de metro y medio, no se pueden compartir atriles y las orquestas como la BOS, que tiene 86 músicos en plantilla, no sacan a más de 40 al escenario. Hasta Karajan tendría que abrir los ojos. Al menos el primer día, hasta acostumbrarse. El director técnico de la BOS, Borja Pujol, reconoce que lleva su tiempo reajustar el campo de visión: «Es algo que descoloca al principio, tanto al maestro como a los músicos, pero enseguida se supera. Simplemente hay que resintonizarse. Algo así como cambiar las coordenadas del GPS». Los 2.500 abonados de la Sinfónica de Bilbao pueden estar tranquilos. A la vista del ensayo de ayer, la orquesta no ha perdido el norte.
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