Gente bien es la gerundense Silvia Pérez Cruz (Palafrugell, Gerona, 1983), ex Las Migas. Gente fina, como diría su paisano catalán el cantaor Miguel Poveda, que es de Badalona. La finura de ella queda demostrada con escribir que Silvia este viernes citó dos veces ... las flores de su jardín en el concierto (recital, pues ella actuó sola) de casi dos horas para una veintena de piezas a modo de presentación de su último álbum, 'Farsa (Género imposible)', compuesto en los últimos tres años por una Pérez Cruz influida por otras disciplinas (citó a una bailarina, a actores, a poetas…).
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El encuentro tuvo lugar en Algorta, en un Muxikebarri que agotó en la venta anticipada las casi 400 entradas de aforo pandémico. Fue un concierto largo (y eso que Silvia no pecó de monologuista), trilingüe (estaría mejor el repertorio quitando algunas canciones en inglés) y en ambiente muy oscuro (un infierno para el fotógrafo), que hizo las delicias de sus fans (que ríen y jalean todo lo que hace ella, desde su amplio catálogo de cucamonas hasta el momento en que enchufó la guitarra acústica, pasando por sus frasecitas cómplices y su risa floja). A la gerundense le gusta gustar y lo logró con todos los presentes, excepto con uno, el fotero Azpiazu, que manifestó justo antes del bis: «Ha sido soporífero. Yo con esta no repito».
Jo, propias de aristarco resultó la severa sentencia de Azpiazu. Silvia Pérez Cruz tuvo el mérito de saber estar en escena durante casi dos horas (hora y media habría estado mejor, ya hemos dicho), en el centro del tablado negrísimo, rodeada de su instrumental, una nave espacial como la llamó ella. Había teclados, dos guitarras, pedaleras, loops, pedaleras, una silla… Y el micrófono del que Silvia suele alejar su boca al cantar dando sensación de imperfección esporádicamente recurrente a lo largo de un repertorio con muchos ecos artificiales provistos desde la mesa de mezclas (la jefa presentó dos veces a su equipo, cuatro personas más: técnico de sonido, técnica de luces, manager y producción).
Silvia presentó muchos temas en su tono lánguidamente desenfadado, naturalísimo y siempre risueño. «Habla como Verónica Forqué», comentó Azpiazu. Y le enseñé una frase de hacía dos canciones: desde la fila 13 su rostro es como el de Verónica Forqué. Y nunca habíamos hablado de tal actriz, pues a Azpiazu no le atrae el cine y al que suscribe no le gusta el cine español. Ejem…
Y así, delicadamente almibarada, burguesita progresista (para el adiós reservó la metáfora de la guerra civil 'Gallo negro, gallo rojo' de Chicho Sánchez Ferlosio, que fue el segundo momento más ovacionadísimo del recital), rebosante de sensibilidad artística («os invito a disfrutar de la magia y el arte, cuidemos la cultura y ella nos cuidará a nosotros», propuso en su primer parlamento, quizá el más largo, donde avisó que no iba a hablar tanto entre canción y canción y ya se refirió al jardín de «mis Glorias, mi madre y mi hermana»), Silvia Pérez Cruz, abusando de los gorgoritos y los vibratos y los ecos vocales, evolucionó flotante y por el epílogo imprimió un refuerzo de carácter a sus interpretaciones.
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Al principio funcionó en perfil bajo o más bien tenue, dejándose llevar con la apertura flamenca a capela con el 'Que me van aniquilando' de Enrique Morente, folk a lo Violeta Parra en 'Plumita', el deje cantautoril vía Jorge Drexler en 'La flor', más flamenco en 'Grito pelao'… El octavo tema, 'Tango de la Vía Lactea', fue un hito, y ella prosiguió mesándose la melena, aplaudiendo a su público, sonriendo feliz y picando en el tecno (el efectista cono dibujado con láser que iba agrandando su base hasta invadir el patio de butacas en 'Par coeur', canción que justo este viernes se lanzó en vídeo y que fue el primer momento ovacionadísimo por un respetable que ahí prefirió lo sintético y artificioso al naturalismo orgánico de Silvia).
Otro lapso de apogeo se vivió en su revisión en modo valsecito ranchera del 'Mañana' de la poetisa Ana María Moix (con el público coreando y dando palmas), por el final sobró el tema en inglés 'Fatherless' y se adquirió perfil extra al final con cuatro canciones: 'Todas las madres del mundo' (una letra antibelicista basada en un poema de Miguel Hernández para una adaptación también muy Jorge Drexler), la despedida en falso con 'No hay tanto pan' (de la película 'Cerca de tu casa', una emulación de Leonard Cohen que resuena al 'Take this waltz' del canadiense), y ya en el bis con ella en pie delante del escenario bajo una luz blanda cenital, la percusionista 'Intemperie' (de la película del mismo título) y el citado 'Gallo rojo, gallo negro' de Ferlosio facturado con dramatismo.
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Valiente esfuerzo de una Silvia muy en su papel que no se pasó de monologuista, ni de almibarada, y que llega más lejos cuando no canta en inglés.
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