Este domingo en el Coppola, a las 6 de la tarde, con entrada libre y a un volumen moderado para el local y seguramente inferior al que desearían los actuantes, se estrenará ante la sociedad bilbaína el debut homónimo de Silver Surfing Machine, un trío local de rock esquinado, sensorial y de libre interpretación por cada oyente. El artefacto lo ha editado el sello también local Decadencia Corporal, de Santutxu, y oyéndolo hemos percibido kraut-rock entre los Cramps y Spacemen 3 ('Quién sabe'), la lisergia de los Mistery Lights ('Hay un lugar cerca de aquí' y 'La función'), la narrativa siniestra de Corcobado ('Extrañeza'), terror minimal con algo de Lagartija Nick atmosférica ('El amor que nunca pudo ser'), una cadena astral entre Stooges, Suicide y los Jesus & Mary Chain ('No hay más que decir'), rock a lo Lords Of Altamont ('Tengo que verla desnuda'), garaje obsesivo vía Stooges ('Se está volviendo a abrir'), un híbrido entre Kid Congo Powers y Jeffrey Lee Pierce ('Tengo un secreto', muy Parálisis Permanente también), y un mutis a lo Jon Wayne y/o Howe Gelb ('Yo no pude salir'). Mutis en falso porque dan ganas de volver a pinchar el disco.
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El líder total, el factótum de Silver Surfing Machine, es el getxotarra Adrián Azqueta, que además en la actualidad toca en los folk-rockers Winterafter y que desde los 90 ha militado en aventuras como Polyester, Echo, Collider, Rudy Mental, Duóxido, Difusos o Morraia. Este domingo en el estreno en el Coppola (6 pm, entrada libre, ya se ha dicho) le acompañarán Txemi Artigas a la batería (antes en Villapellejos y en Los Plomos) y Eddy Maracas al bajo (una década en Collider, con Adrián).
A continuación Adrián repasa sus querencias artísticas, facetas vitales, currículo musiquero, e intención sobre un escenario.
-Tu nuevo disco parece muy minoritario, pero su música tiene más vida que la mayoría de los discos editados de todos los estilos por todo el mundo…
Muchas gracias por el cumplido. Supongo que es porque es un disco que resume y culmina bastantes años de trabajo, de creatividad e ilusión en constante ebullición, y refleja una actitud vital y musical pasional y positiva. También es importante la buena química y el aprecio, tanto humano como musical, que hubo entre los músicos durante el proceso de grabación. Y también la experta mano de Mike Mariconda a las mezclas y aconsejando durante el proceso.
-Adrián, eres Dj, sonidista, músico, aficionado… Hablemos primero de tu faceta como DJ, o pinchadiscos.
Prefiero lo de pinchadiscos, que es exactamente la misma palabra pero en castellano. También la prefiero por diferenciarme de los DJ de electrónica, que es un oficio completamente distinto. Y en ocasiones, modestamente, con un poco de humor uso la expresión 'junta-temas'. Por cierto, en los últimos tiempos he reducido mi actividad de pinchadiscos para dedicar más tiempo a la faceta de músico y técnico de sonido. Y por cierto hartazgo, aunque es probable que en un futuro cercano aumente de nuevo mi actividad en ese área.
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-Vaya… ¿Y qué sueles pinchar?
Me gustan distintos estilos de música y me gusta mezclarlos en cada sesión. No soy un pincha especializado, con una amplia colección de discos de un género concreto. Sí que es cierto que me gusta pinchar vinilos de siete pulgadas, lo que limita el espectro musical disponible. Alimento mis sesiones con música negra, fundamentalmente soul y early-funk, y música blanca, abarcando sonidos de garaje, sixties, power-pop, pub-rock, glam, punk, high-energy, rock and roll y algunos géneros más.
-Segundo rol tuyo, el de sonidista o técnico de sonido. Por ejemplo en el Colegio de la Abogacía. Es difícil esta tarea, ¿no?
Para sonorizar bien hay que juntar una serie de habilidades diferentes, porque hay muchos factores que afectan al resultado. En mi caso, que no tengo un oído extraordinario ni un gran conocimiento de la cacharrería electrónica ni de las herramientas digitales más modernas, esto último confieso que por pereza y por cierta querencia hacia lo analógico, lo suplo con un buen entendimiento del proceso de la señal de audio, una forma de trabajar ordenada y rigurosa, un carácter tranquilo para resolver los problemas que surgen inesperadamente, y, sobre todo, con mi profundo conocimiento de la música, al menos de unos cuantos estilos diferentes, labrado a lo largo de tantos años como músico y como aficionado.
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-Ya, esta que dices es otra de tus facetas, la de aficionado a la música, la de melómano.
He asistido a miles de conciertos a lo largo de mi vida. Porque a mí me gusta más la música en directo, con la interacción entre músicos y público, que la de los discos. Aunque, claro, la de los discos es la forma de escuchar la música en casa, en el coche y en los bares y garitos, especialmente cuando hay un pinchadiscos que se ha currado una sesión con una buena selección y secuenciación de discos antiguos que suenan bien, y controlando y ecualizando cada canción, que son las cosas que valoro en un pinchadiscos y que procuro cuidar en esa faceta mía.
-Sí, que la siguiente canción no entre de modo abrupto y a otro volumen distintos, por ejemplo. Vas a muchos conciertos y en ellos te vemos.
Es que la música en directo es lo que más me gusta en este mundo y voy a varios conciertos todas las semanas, además de a festivales varios. Siempre he sido muy ecléctico, dentro de un espíritu digamos rock. Con bastante querencia hacia bandas singulares y difícilmente clasificables. En los últimos años he abierto aún más el abanico. De hecho, la música de género, por decirlo de alguna manera, me aburre un poco, salvo que se trate de una banda que tenga muy buenas canciones o que transmita mucha energía en vivo. Aunque claro, las grandes bandas o los movimientos innovadores acaban convirtiéndose en géneros estandarizados con el paso del tiempo. Lo bueno es que el rock tiene una capacidad única e innata de reinvención y de mestizaje. Es una hidra de muchas cabezas, aunque alguna de ellas a veces desearíamos cortarla.
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-Ja, ja, ja… Jo que sí. ¿Y cómo encaras tu papel de músico?
Yo solía autodenominarme como no-músico, en parte debido a que mi habilidad con la guitarra no era grande, pero sobre todo porque nunca me interesó el virtuosismo y siempre entendí la música como algo no matemático, sino como algo puramente emocional, visceral, y como una gran vía de expresión del ser humano. De hecho, yo empecé a tocar la guitarra de chaval para hacer canciones, aprendiendo a manejar el instrumento lo mínimo necesario para ese fin.
-¿En cuántos grupos has estado y cuántos proyectos manejas ahora mismo?
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Mi primera banda, de mitad de los 90, se llamó Polyester y hacíamos rock alternativo muy de la época, de aquel asociado al Getxo Sound, aunque nosotros éramos relativamente eclécticos y ya por entonces versionábamos a Spacemen 3. A continuación nos juntamos Echo, que hacíamos música en la misma onda, aunque más dura y afilada. Tiempo después, ya en la década de los 2010, monté Collider y hacíamos garaje oscuro en una onda no revivalista y con un toque de punk. Después estuve una temporada tocando en solitario como Rudy Mental, haciendo una especie de blues-punk acústico. Al poco me junté con Juanjo Espizua y bajo el nombre de Duóxido hicimos algo que podríamos denominar rock acústico con un toque folkie.
-¡No van a caber tantos grupos!
Ja, ja… Después estuve en Difusos, una banda garajera, y me uní a Morraia, una banda liderada por Álvaro Brutus en la que hacíamos punk-noise-trash. En paralelo a esto puse por fin en marcha Silver Surfing Machine. Y también estoy en Winterafter, cuarteto de rock-folk donde toco el bajo y que permanece en activo desde hace siete u ocho años. Mi siguiente proyecto fue N.U.Z., de música experimental, donde tocaba teclados. Y en la actualidad además de Silver Surfing Machine y de Winterafter, he puesto en marcha un nuevo proyecto en solitario, Rudy Mental Sonic Happening, de música experimental.
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-Sí, con el que estuviste la semana pasada en el festival experimental MEM. ¿Por qué has bautizado Silver Surfing Machine al proyecto que nos ocupa?
Es un juego de palabras entre el título de la canción 'Silver Machine' de Hawkwind, un importante referente de la banda, cantada por Lemmy, y el nombre del personaje de comic Silver Surfer (Estela Plateada). Es un apelativo de tres palabras que me pareció adecuado, aunque posteriormente me di cuenta de que se parecía mucho al de Yellow Big Machine, banda bilbaína cuyos miembros son bastante colegas nuestros. Cosas del inconsciente.
-Ja, ja, ja… El disco ha salido en Decadencia Corporal, un sello local, bilbaíno, de Santutxu.
Aunque inicialmente barajamos la posibilidad de la autoedición, se lo propuse a Iñaki Gallardo, factótum del sello, porque me gusta tanto la línea musical del sello como su forma de trabajar con las bandas, pasional y sin mercantilismo. Y también porque mola ser parte de una familia cercana y unida musical y geográficamente, en vez de funcionar como un francotirador. A Iñaki le interesó la propuesta, y aquí está el resultado.
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-Es un disco muy minimalista. Y terrorífico… Que apela a los sentidos directamente, como el rock and roll de antaño.
Uno de los conceptos básicos del grupo es que menos es más, y que la simplicidad melódica permite trabajar mejor el ritmo y la profundidad musical, e introducir elementos sorpresivos y poco académicos. En ese sentido remite al rock primigenio y al blues, que se expresaban de forma muy emocional, muy a flor de piel, pese a que el lenguaje musical nuestro sea diferente. No es un disco amable, requiere una cierta predisposición del oyente a sumergirse en él y descubrir sus muchas aristas. Y sí, supongo que su carácter evocador, en un sentido cinematográfico y abierto a la interpretación subjetiva, puede apelar a los demonios interiores del oyente.
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-Es a veces psicodélico, gótico, garajero como los Stooges…
La psicodelia como concepto de libertad y de exploración musical, no como género, es la base de nuestra música. El garaje y los Stooges nos aportan la simplicidad a la que me he referido anteriormente, la inmediatez y la energía. Gótico no lo veo en relación a aquel movimiento musical ochentero, aunque hay una raíz común en el post-punk y si hay una cierta dosis de oscuridad y de idealización un poco retorcida de los temas de las canciones. Y también cuidamos bastante el ambiente que envuelve las canciones.
-Gótico por siniestro, sí. Adrián, la sexta canción, 'No hay nada más que decir', me recuerda a Stooges, The Jesus & Mary Chain y a Suicide, los tres en una misma pieza. Te gustan, supongo.
Si, esas tres bandas son únicas y esenciales en el rock tal y como nosotros lo entendemos. Cultivaron el minimalismo y la expresividad de una manera de la que somos claramente deudores. Las tres dieron una vuelta de tuerca a lo hecho anteriormente, en épocas y contextos distintos. Y tienen en común mucho más de lo que a priori pueda parecer, pudiendo entenderse que forman parte de una misma línea evolutiva, y que claramente Stooges influyó mucho a Suicide, y ambos a J&MC.
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-Ah, ¿de qué van las letras? Muy lacónicas, que no está mal.
Las letras están en sintonía con el carácter evocador del concepto musical. Buscan desarrollar imágenes, en el sentido cinematográfico, o sea que son interpretables subjetivamente, y buscan comunicar emociones poderosas a través de determinadas palabras y frases que se repiten recurrentemente, en vez de narrar historias concretas. Ninguna de las letras tiene una interpretación única.
-Ajá. ¿Y cómo será el concierto del domingo 24 en el Coppola?
Ese concierto será especial pues, aunque toquemos en eléctrico, lo haremos de forma más contenida y a menor volumen sonoro, adecuándonos al espacio del Coppola y al momento dominical. Dejaremos que las canciones respiren de forma algo diferente. Será a trío, con Txemi y Eddy a la bateria y el bajo, y yo a la voz, guitarra y teclados. También dispararemos loops pregrabados.
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