óscar cubillo
Viernes, 30 de diciembre 2022, 01:54
Tras la macrogira por pabellones y estadios (San Mamés por televisión), llamada 'Cada vez cadáver' y presenciada por 347.000 almas en 27 bolos celebrados en 21 ciudades, desde este octubre Fito y Fitipaldis andan de nuevo de gira. Esta vez por teatros, aunque también ... de gran formato: 36 personas viajan en la caravana entre técnicos y los siete músicos, pues a los cinco fitipaldis de la gira estival se han sumado los dos miembros de Fetén Fetén (el vallisoletano Jorge Arribas y el burgalés Diego Galaz) para aportar sus tañidos acústicos muy folkies además de electricidad, el acordeón y la magia fantasmagórica del serrucho.
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Y en el cambio de año 22-23 Fito & Fitipaldis darán cuatro conciertos en el Euskalduna, todos con el aforo agotado. Atestiguamos el feliz encuentro del jueves, el primero, en el que casi todo funcionó sin apenas tachas, desde la predisposición de las 2.200 almas felices y predispuestas («muchísimas gracias, Bilbo, joder, siempre me lo ponéis fácil», agradeció una vez la estrella del rock local) hasta la conjunción del septeto, y desde casi todas las luces hasta el repertorio. ¿El sonido? Pues perjudicado por rebotes (en especial de la batería) debido al alto volumen.
No obstante lo cual, se disfrutó de una cita de 131 minutos para 20 canciones (con dos bises dobles). La mitad del repertorio es distinto al de la macrogira previa, al menos al revisado la última noche en Santander. El principio del jueves apuntó al cielo, con Fito cantando estupendísimamente y punteando a la Stratocaster con finura y cuerpo, la banda sincopada en los ritmos americanísimos ('Fantasmas'), el líder explotando en blues ('Que me arrastre el viento', con su intro muy Pink Floyd, muy de estadio) y explorando Nueva Orleáns ('A morir cantando' convencería a T-Bone Burnett), cambiando de arriba abajo alguna pieza ('A la luna se le ve el ombligo' llevada al oriente otomano y con momentos de zoco en la parte de «mucho más dinero»), y asimilando el country ('Catorce vidas son dos gatos' con pedal steel guitar de su productor, guitarrista, mano derecha y amigo de corazón Carlos Raya).
Por el ecuador hubo una terna de canciones acústicas con el septeto sentado. Repasaron la versión de Fetén Fetén 'Me quedo aquí', muy zíngara, y un par de cortes de su primer disco, 'A puerta cerrada' (1998), que fueron 'Ojos de serpiente', algo neoswing, más 'El funeral', balcánico a lo Kusturica y con la intro al serrucho de Diego Galaz.
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Hasta ahí en el concierto luminoso abundaron las canciones menos habituales, las apropiadas para los más fans en un teatro con las entradas de abajo a 80 euros (y se llenó, hay que felicitarle). Y ya tras el pasaje acústico se volvieron a enchufar y sonaron más de estadio (a veces a tres guitarras eléctricas), pellizcando la guitarra en plan Dire Straits ('Cielo hermético' y más ejemplos por el final), y espigando las canciones más populares del repertorio fitipaldi, caso de una crepuscular 'Me equivocaría otra vez', la redonda 'La casa por el tejado', la fiesta a lo Springsteen del álbum de Pete Seeger montada en 'Entre la espada y la pared', un 'Soldadito marinero' de siete minutos con la gente coreando, y para el segundo bis el beat cimbreante de Dire Straits en 'Por la boca vive el pez' y también en 'Antes de que cuente diez'.
Muy buen concierto, con momentos de seriedad y autenticidad absolutas. A ver si para los próximos tres bajan un puntito el volumen y todo queda impecable.
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