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«Qué maravilla estar aquí abriendo para Sidoní», dijo dos veces seguidas porque lo había improvisado y se dio cuenta de que le había salido un pareado el getxotarra emigrado a la montaña extremeña Ignacio Garbayo, líder del cuarteto que lleva su apellido, el mismo ... que teloneó con solvencia y personalidad el octavo concierto de los 10 a 10 euros que celebran el décimo aniversario de la Sala BBK y que, como todos, agotó las 120 entradas puestas a la venta en las primeras 48 horas. Después, debido a la prohibición de viajar por el covid, algunos tickets se devolvieron pero según salían de nuevo a la venta se colocaban al instante.
Garbayo nos suministró 9 canciones de 30 minutos de power pop de manual, guitarrero (el ubicuo Pit Idoyaga va a la guitarra solista; seguramente sea él quien ha tocado en más grupos getxotarras), frescachón, desinhibido, cantado con mucha personalidad por el echado p'alante hasta en la postura física Ignacio (le seguimos hace más de dos décadas años y parece que no pasan los años para él: ¡es nuestro Ariel Rot!), con mucha influencia de Elvis Costello ('Nitroglicerina', 'En la televisión' y 'Te dejaré atrás'; y si alguien desea añadir algún título más de filiación costelliana puede hacerlo), bastante poso del Maximum Rhythm and Blues de los Who ('Kowalski', de su anterior grupo, Los Zodiacs, cuya letra en la misma frase usa las palabras pastillas, gasolina y Guardia Civil; 'Huye del monstruo', un híbrido entre The Who y The Knack), y destellos de Graham Parker (la cromada 'Carretera del Norte' que fue la segunda que recuperaron de los Zodiacs) o de The Sweet ('Muévete'), la mayoría de las canciones, o sea siete, incluidas en su primer disco 'Sonido forestal' (Oso Polita, 18), que todavía no hemos recibido y que Garbayo animó a comprar en el lobby de la Sala BBK.
Luego, el líder de los protagonistas principales de la velada, Marc Ros, elogió a los teloneros: «¡Qué buenos y qué rockers!». Sidonie regresaban a Bilbao a presentar en quinteto su noveno álbum, el doble, optimista, popero y vivificante 'El regreso de Abba' (Sony Music Spain, 2020), del que espigaron varios títulos en su conciertazo creciente (por calidad acústica, por adherencia de las canciones…), comunitario (la peña dio palmas, coreó, levantó las manos, dio un alarido masivo -hala, a seguir leyendo-, bailó con el culo pegado a los asientos e incluso se puso en pie), culto (referencias en las letras a Buñuel, Billy Wilder, el LP 'Revolver'…), chic (estos chicos son gente finilla del artisteo de Barcelona, que diría el flamenco Poveda, que es de Badalona, del extrarradio) y positivo y esperanzado de 16 canciones (dos unidas que separamos: 'Gracias' y 'Buenas vibraciones') en 75 minutos (no tocaron la última de la lista, 'Verano del amor', porque se pasaron de las 9 de la noche, la hora en que deben acabar las citas culturales en Euskadi, y no era cuestión de hacer trampas porque el show se estaba emitiendo en streaming y, yo qué sé, igual lo estaba viendo Urkullu, o Marlaska).
Y sí, fue un concierto optimista, que es de lo que se trata. Aunque Sidonie cantaron 'Un día de mierda' (de lo mejor del lote, un pop beatleniano onda 'Sargento Pimienta' rematado por el coro de la gente que así calificó Marc Ros: «timidillo, sutil, muy bien afinado, gracias, Bilbao») resaltando en su presentación que 2020 es un año de ídem, a la siguiente aseguraron que 2021 iba a ser un año maravilloso y, eso, tocaron su canción 'Maravilloso', una suerte de brit pop potente que calificaron así al acabarla: «Ha sido una versión muy mala, un desastre completo», pero exageraron, por supuesto.
Ah, al acabar otra canción soltó Marc Ros: «¡Qué temazo!», y se refería a 'Me llamo Abba', la que abre su nono y doble último álbum, cuya letra contiene onomatopeyas coreables y pegajosas que tanto gustan a Sidonie: abba-abba-abba… Otras onomatopeyas adhesivas de ese concierto fueron las de fa-fa-fa-fa ('Fascinado', la pieza inaugural, mejor que La Casa Azul, anotamos), ah-ah-ah (la segunda, 'Costa Azul', qué casualidad cromática), oh-oh-oh ('El incendio', un pop total y redondo, la cima de la cita, con versos tipo «arden en llamas nuestros abrazos» u «ooooh arden, arden los bares y los desiertos») o ajá-ajá ('Hugo del desierto'; «es genial estar aquí», dijo Marc Ros antes de repasarla).
Marc Ros, con su chaqueta de rayas tan mod, tan los Who también, ofició como líder indiscutible, incluso sobre sus dos socios fundadores, bajo y batería, Jes Senra y Axel Pi. Marc salió en primer lugar a escena, manteniendo con el resto una distancia no coronavírica (¡y lo hizo al empezar y también en el bis!), presentó dos veces a los componentes como si fuera el jefe de la banda (que lo será), actuó gesticulante y teatral (pero no impostado), cuando se descolgó la guitarra aprovechó para moverse y bailar por todo el tablado, saludó discreta y personalmente al menos a tres espectadores de la Sala BBK (nada más salir a una chica de la fila 2, al poco a alguien de un lateral del anfiteatro, y casi al acabar a dos chicas del otro lateral del palco), interactuó con sus músicos (sobre todo con el bajista fundador Jes Senra, cuya pinta siempre nos ha recordado a la de Pit Garbayo), nos ordenó o sugirió gritar para liberarnos del covid (lo hizo casi todo el mundo), felicitó el cumpleaños a una niña del público, habló (a menudo irónico) y hasta noveló («'El regreso de Abba' también es el título de mi primera novela. El disco y el libro comparten la misma portada, la misma historia y los mismos personajes. No sé dónde acaba una cosa y empieza la otra», cuenta en la hoja promocional del disco que tampoco hemos recibido).
Y antes de que se nos duerma el lectorado subrayemos las canciones más guapas, más chulas y más quedonas de las 16 interpretadas con sonido e inspiración crecientes. La inaugural fa-fa-fa 'Fascinado' no podía fallar empero los ajustes necesarios en la ecualización, ya hemos dicho también que 'El incendio' fue el cénit de la velada (más que una composición adhesiva es infecciosa y te dan ganas de invadir algo) y la canción en catalán 'Portlligat' con su bajo vía The Clash estuvo muy conseguida. Otro pelotazo lo lograron con el citado 'El peor grupo del mundo' y las seis últimas también molaron: 'Un día de mierda', 'Maravilloso', 'Nirvana internacional' con su onda cumbiera como recrearían Oasis (ah, y con onomatopeya también: hey-hey-hey), más las tres del bis, la estupendísima 'Carreteras infinitas' con la gente manos arriba y gritando a la orden del señor Ros y cantando al unísono creando una comunión de anuncio de Coca Cola en Navidad, la dirigida a su público 'Estáis aquí' y el adiós sobrevenido (se pasaban de la hora, recuérdenlo) con 'Mi vida es la música', influida por el rap, créanlo.
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