Este martes 230 personas acudieron al Teatro Campos para atestiguar el tributo que el grupo ucraniano Scream Inc. (formado en 2008 bajo el nombre de Y-axis, y ahora basado en Varsovia, Polonia; otras fuentes menos fiables dicen que son rusos), acompañado por un refuerzo sinfónico (19 jóvenes músicos, más la rubia directora, más los cuatro adustos roqueros, 24 actuantes en total, a ojo uno por cada diez espectadores, con las entradas entre 51 y 71 €), rinde al grupo Metallica (Los Ángeles, California, 1981) en una gira europea de mes y medio para 26 conciertos, los 12 últimos por España (ya sólo les quedan Valladolid hoy miércoles, Barcelona el jueves y Zaragoza el viernes).
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Desde 2018 Scream Inc giran con un programa llamado 'Metallica & Symphony', un proyecto sinfónico que reproduce a su manera el álbum orquestal de Metallica 'S&M' (1999). Y esto reprodujeron en el Campos, con muy buenas luces (esos haces propios de macroconcierto de estadio) y con el sonido limitado de volumen como es norma en el Campos (y a partir de las nueve aún más limitado, calibró el amigo Azpiazu) para un repertorio de 16 temas en 107 minutos sin bis.
El pastiche, bien elaborado y muy agradecido por los fans de Metallica, pareció frío, rígido y canónico, y es que no se pueden hacer demasiadas greguerías partiendo del básico material primario de Metallica, a la que no tildaremos de banda sobrevalorada porque estamos en Navidad. Hum…, las orquestaciones recordaron a menudo a las de James Bond, sobre todo en la primera mitad, los roqueros parecieron más recreativos que entusiastas en escena, el show arrancó con 'El éxtasis del oro' de Morricone para la película 'El bueno, el feo y el malo' (esta es la intro habitual de Metallica), la banda sinfónica al principio sonó un tanto futurista (la suite 'The call of Ktulu'), y los ucranianos pidieron palmas y coros alegando que eran canciones reconocibles (los nananas de 'The memory remains'), y se atrevieron a arreglar a su bola canciones no pasadas a lo sinfónico por los californianos ('Turn the page').
El público idólatra y predispuesto, aunque bastante parlanchines algunos de los espectadores (el que suscribe dos veces se cambió de sitio huyendo de vecinos habladores), comenzó cabeceando según recibía las canciones, se avino a dar las palmas requeridas, y se entregó a fondo al final, en el último tercio: coreando (el speed orquestal 'Master of puppets'), asustándose ante las chispas que surgieron del tablado (en la acústica y crepuscular 'The unforgiven'), obedeciendo hasta la sumisión a los ucranios cuando solicitaron que diéramos palmas por encima de la cabeza (en la única pieza hortera de la velada, 'Devil's dance'), emocionándose ('Sad but true'), dejándose llevar por el folk progresivo ('Nothing ese matters'), y volviendo a corear ('Enter Sandman', la última, pues no hubo bis, ya se ha dicho).
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