Si, allá por el verano de 2018, alguien hubiese sabido predecir que 2019 iba a ser el año de Rosalía, la reacción más extendida habría sido preguntarse a quién diablos se refería. Algunos habrían consultado si tal vez se cumplía algún aniversario redondo de ... Rosalía de Castro, la escritora gallega que ha perdido el privilegio de ser conocida solo por el nombre de pila, y no habría faltado quien sospechase una tonta confusión con la cantante canaria Rosana. Da vértigo repasar la progresión de Rosalía desde que en noviembre de 2018 editó 'El mal querer'. La artista flamenca que meses antes se anunciaba en recintos como el Teatro Barakaldo y el Centro Cívico Hegoalde de Vitoria se ha convertido en figura global y en una referencia ineludible que cumple los dos requisitos esenciales de la fama masiva: sabes quién es aunque no la hayas escuchado y te enteras de lo que hace aunque en realidad no te interese.
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'El mal querer' nació como trabajo de fin de carrera de Rosalía en la Escuela Superior de Música de Cataluña, y menos mal que le pusieron matrícula de honor, porque si no sus examinadores habrían acabado ridiculizados para siempre. Con la idea de desligar el flamenco de las convenciones impuestas por la tradición, su proyecto planteaba un lenguaje impregnado de las músicas urbanas y latinas que marcan el ritmo de nuestro tiempo. A la vez, mostraba una metamorfosis con pocos precedentes: la tímida cantaora se había transformado en una bestia escénica y mediática que exigía tirar de referentes anglosajones como Beyoncé. La renovación de su primer álbum, junto a la guitarra heterodoxa de Refree, había mutado en revolución musical y personal.
El año que ahora termina ha tenido tantos momentos especiales para Rosalía que exigiría un periódico monográfico. A principios de febrero, por ejemplo, la vocalista de Sant Esteve Sesrovires se metió en el bolsillo la gala de los Goya y, a la vez, descolocó a quienes la despreciaban como hueca mercadotecnia: envuelta en luz roja, versionó el 'Me quedo contigo' de Los Chunguitos en compañía del Cor Jove del Orfeó Catalá, en tres minutos sobrecogedores con los que reivindicó de una tacada su conocimiento del pasado, su defensa del flamenco mestizo, su catalanidad, su buen gusto, su astucia estratégica y, por supuesto, su voz, que brillaba sin necesidad de muletas tecnológicas.
En marzo, Rosalía agotó en minutos las entradas de su gira estadounidense, programada para el mes siguiente. La excursión al otro lado del Atlántico, un trayecto que pronto se convertiría en rutina, le permitió actuar en uno de los escenarios medianos del festival Coachella y evidenció que su osada apuesta por el mercado global, uno de los rasgos definitorios de la vocalista, daba ya réditos. La idea de interpretar el 'Te estoy amando locamente' de Las Grecas ante los 'hipsters' de Coachella no es mal resumen de la esencia 'rosaliana'.
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El 1 de junio arrancó en Barcelona el tramo europeo de la gira 'El mal querer', que en verano recaló en festivales como el Mad Cool y el Bilbao BBK Live. Las muchedumbres enloquecían hasta el delirio con los temas populares y enmudecían durante la interpretación a palo seco de 'Catalina', el vestigio de su etapa anterior que mantiene como talismán en su repertorio. El espectáculo obligaba, de nuevo, a tirar de comparaciones con las grandes figuras de la industria, aunque quizá su mayor triunfo fuese lograr esa atención devota para una canción flamenca sin aliño contemporáneo.
Rosalía ha acaparado premios formales (los dos VMA, los cinco Grammy latinos...) pero también recompensas de otro tipo, como la portada del dominical de 'The New York Times', la aparición en las 'playlists' de los Obama, los cócteles con Kylie Jenner o la explicación de la RAE sobre la manera más correcta de escribir «tra, tra». A lo largo de este año, da la impresión de que las voces que la tachaban de producto prefabricado se han ido acallando, y Rosalía se las ha arreglado para ir elevando su perfil sin aflojar las riendas de su carrera, bien sujetas por ella y su fiel entorno cercano: ¿acaso alguien puso en duda que, cuando tuiteó «fuck Vox» tras las últimas elecciones generales, eran palabras de la propia Rosalía?
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