Rock y mal rollo: las grandes broncas de la música

Más si cabe si hay vínculos de familia entre los componentes, como es el caso de los recién reconciliados -está por ver hasta cuándo- hermanos Gallagher, siempre a la gresca durante la andadura de Oasis, poniendo en riesgo el proyecto musical en varias ocasiones debido a sus peleas e insultos que, finalmente, provocaron la disolución repentina de la banda en 2009.

Pero no solo son los de Manchester los únicos hermanos británicos que han protagonizado broncas en el mundo del rock. En los años 60 ya estaban en ello Ray y Dave Davies, de The Kinks, cuya relación en la banda era una constante discusión, llegando incluso a las manos. Esto no les impidió publicar una brillante discografía durante los 30 años que se aguantaron tocando juntos. Eso sí, otras tres décadas han pasado desde su disolución y, ya octogenarios, siguen sin atreverse a concretar una reunión del grupo que seguramente nunca ocurrirá.

Fue precisamente en esos felices y prolíficos 60 cuando empezó a alimentarse la leyenda problemática de los grupos de rock. Uno de los máximos exponentes fueron, cómo no, los Beatles, con John Lennon y Paul McCartney pasando de trabajar en plena sintonía en la composición de canciones a ni molestarse en disimular su odio y antipatía mutua en la última etapa de la banda más famosa de la Historia.

Lennon ya iba a su bola desde la época del 'Sargent Pepper's', experimentado con las drogas psicodélicas mientras McCartney componía la mayor parte de este álbum, y las cosas fueron a peor con la irrupción de Yoko Ono que, sin ser la mala de la película como se le ha querido pintar, con su presencia constante en las sesiones de estudio sí fue el detonante para que el mal rollo se extendiera a George Harrison y Ringo Starr. Para evitar males mayores, la salida fue la disolución del grupo, aprovechando el lanzamiento de McCartney en solitario, que tampoco sentó nada bien a los otros tres componentes.

Pero sus eternos rivales, aunque buenos amigos, los Rolling Stones, no se quedan lejos en disputas, sobre todo en la que casi les lleva a la disolución en la segunda mitad de los años 80, cuando Mick Jagger decidió aparcar la banda e ir por libre con un par de discos en solitario. Esto provocó el comprensible cabreo de Keith Richards y Ron Wood, que le acusaron de dinamitar el grupo.

Los londinenses no se llegaron a disolver oficialmente, pero estuvieron en un parón que no tenía fecha de regreso, y con Jagger y Richards sin hablarse. Lo que finalmente salvó a los Stones fue que la carrera en solitario de Jagger fue un absoluto fracaso y volvió con el rabo entre las piernas a la banda madre, que se reactivó ya en 1989 con la grabación de un nuevo LP, 'Steel Wheels'.

Una banda que por el estilo de música que facturaba no se antojaba demasiado conflictiva pero estuvo repleta de peleas entre sus miembros fue Eagles, a quienes el éxito desmedido de 'Hotel California' se les subió a la cabeza hasta convertir en irrespirable la convivencia interna. El enfrentamiento en pleno directo entre amenazas cruzadas de dos de sus miembros, Glenn Frey y Don Felder, precipitó la ruptura en 1980.

El público y la prensa no se olvidaban de los californianos y su líder, Don Henley, cada vez que era cuestionado por una reunión de la banda respondía: «Volveremos cuando el infierno se congele». Pero nunca digas nunca jamás y, 14 años más tarde, las 'águilas' resolvieron sus rencillas y regresaron con un disco que se llamó, cómo no, 'Hell freezes over' (El infierno se congela).

En cualquier caso, el caso más extremo viene de los pioneros del punk, los icónicos Ramones, que arrastraron durante buena parte de su trayectoria un follón impresionante entre sus dos líderes, Joey (vocalista) y Johnny (guitarra). Para empezar, por líos políticos, ya que el primero de ellos era comunista y el segundo de extrema derecha. Pero lo que agravó el conflicto fue que a principios de los 80 Johnny le birló la novia a su compañero de grupo, que inmediatamente le retiró la palabra.

Lo increíble de todo es que siguieron funcionando 20 años sobre los escenarios sin dirigirse la palabra, viajando por todo el mundo y con giras interminables en furgoneta. Todo ello, claro, en un ambiente de tensión irrespirable, que duró incluso hasta la muerte de Joey en el año 2001. «Ni me planteé ir a su funeral, no habría querido que él viniera al mío y tampoco habría querido saber de él si me estuviera muriendo», afirmó Johnny, que falleció de cáncer pocos meses después que su examigo.

No hay por qué irse siempre a Gran Bretaña o a EE UU para encontrar ejemplos de grandes cismas en bandas de éxito. Sin ir más lejos, una de las bandas superventas de la música española en los 80 y los 90, Mecano, se disolvió a finales del siglo pasado totalmente lastrada por la lucha de egos entre otros dos hermanos, José María y Nacho Cano, que estaban acostumbrados a darse de tortas con total normalidad. Ana Torroja ejercía de mediadora hasta que se hartó.

Para más inri, José María tuvo el poco tacto de anunciar su marcha del grupo en una gala emitida por televisión sin haber avisado antes a sus compañeros de banda. Una despedida poco elegante y por la puerta de atrás para un grupo que se había hartado a vender millones de discos.